Se nos acusa a veces al feminismo de querer privilegios. La ley de Violencia de Género está siendo muy cuestionada y los cupos también. Incluso escuché críticas en las mismas filas de nuestras compañeras. No se quieren prebendas por el hecho de ser mujer, queremos que se nos tarife por nuestra valía, por nuestro quehacer. Esa premisa me llevó a realizar una tarea, creo que compartida con varios colectivos, entre otros el vuestro, Las Sinsombrero. Hacer memoria. Recapitular la historia para saber el por qué de los techos de cristal, de esa criba que hace que solo escalen puestos directivos en la sociedad los señores…O nosotras, de forma privilegiada (según nos dicen esos mismos señoros…)
Me remontaré muchos años atrás cuando el feminismo no era nada, o lo era fuera de nuestras fronteras. La primera vez que oí nombrar esa palabra, también la de derechos de la mujer, igualdad…y alguna más por el estilo yo estaba sentada en el aeropuerto de Sondika (el antiguo, hablo de muchos años atrás) con mi hijo de meses y embarazada de otro. Era Enero, yo regresaba de pasar la Navidad con mis padres a mi casa de entonces compartida con un marido en Galicia. En la mesa de al lado había dos mujeres de aproximadamente 50 años. Solas, enfrascadas en una conversación que me llegaba claramente. ¿De qué hablaban esas mujeres? nada menos que estaban organizando el que sería primer 8 de Marzo. Al escuchar organizar y discutir las bases de ese día y de los derechos de la mujer algo nació en mí. La curiosidad que partía de una inquietud. Ahí quedó…como esas simientes que florecen con calma.
Al cabo de un año aproximadamente, me llevaron a conocer el pazo de Padrón, el que fuera hogar de Rosalía de Castro. He de decir que aún en los más nublados días de un matrimonio infeliz, de una pareja machista donde afloraban todas y cada una de las cosas que hoy luchamos, la poesía y la literatura era remanso de libertad y de paz donde me refugiaba.
Eran los setenta y en Galicia despertaba la conciencia de país y con ello Rosalía y Castealo estaban a toda hora en la prensa. Yo conocía muy poco los versos de la ilustre gallega, viviendo en Galicia me impregné de un amor por ellos que jamás he abandonado. Conseguí leerlos en gallego, que si me lo permiten, es como hay que leer a Rosalía.
Como les decía, fui con el entusiasmo de mitómana a conocer el pazo de Padrón. Hermosa construcción típicamente gallega a las orillas del Sar, tal como titularía ella una de sus obras. El paisaje cadencioso y verde de Galicia con sus nostalgias y recuerdos de perdidas coloreando el ambiente me entusiasmó. Dentro del pazo, la guía nos condujo por las dependencias. En la planta de abajo un despacho enorme (o me lo pareció…yo era muy joven, diecinueve años, tal vez) con sillón orejero, estanterías plenas de libros, pisapapeles, pluma, tintero y cuadros de señores circunspectos en la pared nos sorprendió. Las ventanas se abrían al paisaje que entraba al recinto donde una podía pensar en concebir una obra excelsa.
MANUEL MARTÍNEZ MURGUÍA, ENTRE ROSALÍA DE CASTRO Y EMILIA PARDO BAZÁN J. R. Saiz Viadero*
El despacho, queridas compañeras, no era el de Rosalía, la madre de las letras gallegas, la insigne poeta del Romanticismo, una de las más grandes de la literatura española. No, el despacho excelso era de su marido Manuel Murguía, a la sazón insigne catedrático de la Universidad de Santiago, articulista y…poco más. Dudo que alguna de nosotras le conociéramos de no ser por su mujer. Manuel Murguía tenía un despacho en la planta principal de la vivienda al abrigo de ruidos, de molestias de intendencia.
Seguimos el peregrinar por el pazo llegando a la planta donde se encontraba la cocina, perfectamente conservada con su pote, sus banquitos de piedra dura, y un pequeño ventanuco desde donde se divisaba el Sar y algo de los prados que le circundaban y que dan lugar a esa delicia del pimiento de Padrón, precisamente cuando el rio Sar se desborda con las lluvias invernales. En ese pequeño banquito de piedra, desde el que se divisaba ese río maravilloso y con un pequeño saliente de piedra a modo de mesa, escribía doña Rosalía mientras vigilaba los pucheros y a los niños. Ahí, mientras humeaba le pote gallego concibió la genia toda su maravillosa poesía que la convirtió en la figura que hoy es.
En un bancuco mínimo, mientras cocinaba…
Yo no sabía lo que era el feminismo, compañeras. No tenía ni idea, pero ese día creo que me nació la conciencia feminista. El darme cuenta que nuestra condición de mujeres era la causa de que Rosalía tuviera ese despojo para escribir mientras Murguía disponía de espacio, libros, ventas, silencio para…lo que quiera que hiciera el señor Murguía, seguro cosas muy importante, que no lo dudo, por supuesto.
Cuando nos hablen de privilegios o de cuotas…le cuentan como es la casa de Rosalía.
A continuación pasaré a hablarles de unas cuantas mujeres que son, al igual que Rosalía, fiel exponente de esa “condena” que recibimos debido a la condición sexual femenina. Gracias compañeras por esta oportunidad de dirigirme a vosotras y guardemos con celo la Memoria de las mujeres que nos han precedido, para trasmitir el orgullo que supone su historia.
María Toca
Muy interesante. Qué bueno que se les recuerde.
Me gustó mucho la charla, aprendí mucho y aún sigo pensando en ella. He visto hace poco este vídeo sobre Leonora Carrington, espero que si no habéis visto lo disfrutéis tanto como yo. Gracias por esta labor que haces María
https://youtu.be/1ykK6TtNS3s
Muchas gracias Rocio. Entre todas hacéis este rinconcito que nos llena de gusto. Un abrazo muy grande y gracias por ese video.