Ayer, volvimos a salir a la calle con una nueva guía pedagógica. Esta vez fuimos a rendir homenaje y recuerdo a las Once Rosas de Cantabria, mujeres fusiladas el once de noviembre de 1937, según investigación de José Ramón Saiz Viadero, y publicado en un libro (precisión que hacemos debido al bulo difundido sobre la falsedad de los hechos relatados por quienes se consideran depositarios de las esencias memorialisticas y adolecen de un desconocimiento manifiesto de los avances que se han realizado en investigación histórica)
Las guerras, las postguerras y la represión genocida tiene connotaciones de género. Nos asesinan como a los hombres pero antes, violan, rapan, o dan ricino porque el cuerpo de la mujer se considera botín de guerra. Por eso, y dentro de los actos que alrededor del día de la violencia contra la mujer, queríamos resaltar con este homenaje.
Quisimos contar la historia, llevarla fuera del ámbito académico porque es imprescindible que sea conocida por un pueblo que la padeció, y lo que es peor, puede volver a padecerla. Contamos con la colaboración de las compañeras de la Comisión 8 de marzo que apoyaron con su presencia el evento.
También nos acompañó en este paseo por la historia el Fiscal de Memoria Histórica de Cantabria con la firme promesa de encontrar en su despacho escucha y empuje para todas las acciones que debemos seguir a fin de hacer de nuestras calles e historia, un lugar libre de fascismos. Su presencia fue un motivo de esperanza porque saber que el estado apoya de verdad (ya es hora) a la Memoria nos reconforta a las que venimos luchando por ello.
Nos acompañaron más de cien personas. Gente común, sociedad civil que está y quiere caminar hacia el futuro por más que se empeñen algunos en patrimonializar la Memoria. La sociedad civil tiene, tenemos, mucho que decir y el día 16 de noviembre de 2024 lo hemos demostrado.
Muchas voces y muchas manos para empujar mueven la sociedad. No tenemos duda. A quienes estuvisteis, gracias porque avanzamos por y para vosotras. Quienes no se sumaron…ustedes se lo perdieron.
Les dejo el texto de lo contado en este día espléndido e inolvidable.
María Toca Cañedo
Iniciamos esta guía intentando conocer mejor la parte del Cementerio que por diversas razones tuvo que ver con el franquismo y la terrible represión producida durante el régimen fascista del general Franco que duró, en nuestra región desde agosto de 1937, en que invadieron la ciudad las tropas italianas, hasta entrado 1955. Las tropas invasoras llegaron desde el Escudo, cuya batalla habían ganado propiciando con ello, el colofón al desmoronamiento que produjo la caída de Bilbao y su Cinturón de Hierro, el 19 de junio.
Cantabria, antes llamada provincia de Santander acogió como pudo a alrededor de 160.000 refugiados vascos, entre familias, combatientes (gudaris) y gente que huía de la represión fascista. Esta cifra es importante reseñarla porque dará lugar a una concentración carcelaria impresionante en nuestra región y a un número ingente de condenas, muchas de ellas a muerte que se consumaron en este lugar, además de otros situados en diversos puntos de Cantabria.
El 25 de agosto, el general Gamir, da orden de retirada a nuestras tropas y sale del puerto santanderino camino del exilio. Esto produce un desaliento tremendo en las tropas fieles a la república y la consiguiente huida masiva de gente que temía la llegada de los fascistas. Solo se puede huir por mar ya que las zonas terrestres están en poder faccioso, por lo que el puerto santanderino se colapsa de personas desesperadas que intenta subir a algunas de las barcazas que intentan huir. Mucha gente perece nada más embarcarse, porque la sobrecarga hace zozobrar a las precarias embarcaciones, otras son apresadas apenas salidas al mar por el Crucero Canarias, de triste recuerdo, que patrullaba las aguas vigilando a cualquier barco sospechoso de llevar huidos. Las personas que se quedan en la ciudad lo hacen con la conciencia de no haber hecho nada, de no tener más responsabilidad que haber luchado por un gobierno legal y democrático y por sus ideas de libertad, por lo que esperan que su ideología no sea causa de detención. Ingenuos, que eran…
El 26 de agosto de 1937, entra por Cuatro Caminos la IV Brigada Navarra y la División Littorio que desfilan por la ciudad, aclamados por los adeptos o por quienes están prestos a cambiar al sol que más calienta, llegando hasta el Sardinero donde los italianos acampan en la Plaza de Augusto G. Linares, que es como se llamaba la actual Plaza de Italia, cuyo nombre (por mucho que lo niegue la alcaldía) se lo debe a las tropas fascistas de Mussolini que acamparon allí. El contingente de tropas moras lo hace en las afueras, el Alto de Miranda, entonces deshabitado, por el temor de los mandos golpistas de las violaciones a las santanderinas de bien. A las otras, según arengaba Queipo de Llano, no solo no importaba que las violasen, sino que les parecía magnifico a los mandos franquistas.
A finales de agosto se ha ocupado toda Cantabria. El uno de septiembre cae Unquera, Tudanca y Liébana, siéndolo Potes el día dos, Vega de Liebana el tres y la última en caer fue Tresviso el día diecisiete de septiembre.
Es el teniente Francisco Delgado Recio, después de deliberaciones tensas en el Comité, y el capitán de Carabineros de San Sebastián, Ángel Botella Redondo, quienes de forma voluntaria, portando una triste bandera blanca, entregan la ciudad de Santander al general italiano, Bergonzoli, a la sazón jefe de la División Littororio que entra en la ciudad el 26 de agosto de 1937 sin apenas resistencia, ante el agasajo de los suyos y la desesperación de quienes han querido huir y no les fue posible por falta de sitio en los barcos que se prestaron a sacarlos de la ciudad.
Según la Causa General, archivo 1582, expediente 1-3, se han producido 1516 muertos, 343 desaparecido y 4500 encarcelados iniciales.
Los vencedores no pierden tiempo, desde las primeras horas detienen a toda persona que no demuestre afinidad total con el Movimiento fascista. A los pocos días en Santander hay, de 40.000 a 70.000 detenidos (según autores) que son repartidos por los diversos campos de concentración habilitados. En la Plaza de Toros, se concentran 5000 personas; durante tres o cuatro días no comen ni tienen ningún lugar para dormir, apiñándose en las gradas y en la arena. Los guardianes usan látigo ante la más mínima queja o simplemente por diversión, los malos tratos y las vejaciones son generalizados.
En ese mismo momento se hacen presentes las palabras del general Mola, en Navarra ante un grupo de periodistas, apunta:
“Hay que sembrar el terror…hay que dar sensación de dominio eliminando sin escrúpulo ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no ganaremos la partida. Todo aquel que ampare, u oculte a un sujeto comunista o del frente popular será pasado por las armas”
O como había apuntado Gil Robles, jefe de la CEDA:
“Es necesario ir a la reconquista de España…Se quería dar a España una verdadera unidad, un nuevo espíritu, una política totalitaria…Es necesario en el momento presente derrotar totalmente al socialismo…Hay que fundar un nuevo estado, una nación nueva, dejar la patria depurada de masones judaizantes…Hay que ir al estado nuevo, para ello se imponen deberes y sacrificios ¡Qué importa si nos cuesta derramar sangre! Necesitamos el poder integro y eso es lo que pedimos…Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista del estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento se somete y le hacemos desaparecer”
Todas esas palabras y muchas más no eran banales, conformaron la época de terror genocida que durante años ensangrentó el panorama patrio formando parte de una ideología que se propuso desde el inicio del golpe, la eliminación física del adversario y el borrado total de cualquier ideología democrática.
A los milicianos que han ido tomando por el camino los concentran en el Sardinero. Pronto comienzan las detenciones a cualquiera que no demostrara con amplias pruebas su desafección republicana y la fidelidad absoluta al fascismo golpista. Se habilitan varios campos de concentración (si quieren conocerlos, tienen amplia información en La Pajarera Magazine) y comienzan los juicios sumarísimos en el Instituto Santa Clara, de Santander, y el Manzanedo de Santoña, a la vez que las milicias falangistas se aprestan a “sacar” de los hogares y de los campos y cárceles a numerosas personas que tienen en sus listas por ser gente conocida debido al ideario democrático, republicano, socialista, comunista, anarquista…o que no encajara con su estrecha vista del patriotismo.
Comienza la masacre. Los juicios son pantomimas burdas en reúnen a quince o veinte reos, despachándoles en diez minutos, sin pruebas, sin abogado; la defensa la realiza un militar fascista. Hay que hacer notar que todas, absolutamente todas las sentencias a muerte eran firmadas por Franco que procedía a hacerlo siempre después de comer, mientras digería su comida con un café.
Los condenados a muerte eran trasladados a la prisión provincial, a donde llegaban de las sucesivas cárceles que había en la región. Salesianos (mixta) Oblatas (mixta) Las Salesas, Tabacalera, El Dueso de Santoña , La Importadora de Torrelavega, el Ramón Pelayo (femenina) El Alcázar en Numancia, que ha desaparecido el edificio. Los campos de concentración más destacados fueron: La Magdalena, Plaza de Toros, Corbán, Campos de Sport, Hipódromo de Bellavista. La diferencia con las cárceles es que en los campos estaban retenidos sin juicio, mientras que en las prisiones lo hacían quienes estaban condenados.
Y precisamente la macabra historia que referiremos comienza en Corbán. Cuando los reos condenados a muerte salían de la Provincial en camiones con toldo, en número de quince a veinte, para dirigirse a este cementerio. Venían escoltados por el piquete de ejecución y todos debidamente registrados con sus nombres. Al llegar a Ciriego, se les fusilaba. Los primeros meses a razón de varios camiones por noche, luego bajarían a uno. Los últimos fusilados fueron en 1948, donde ejecutaron a cinco guerrilleros, a saber:
Jeronimo Argumosa López, Gabriel Perca Díaz, Juan Rivero Sánchez y Francisco Rodríguez Chaves. En 1949, fusilan a Saturnino López y a Mateo Olra. La masacre represiva duró más tiempo, ya que en 1957 se fusila a Ramón de las Casas.
Como hemos dicho, se calcula que desde 1937 había en Cantabria de 40.000 a 60.000 presos, convirtiéndose nuestra región en una enorme cárcel cuya población excedía a la que permanecía libre…libre, por decir algo.
En Ciriego se fusilaba. Si la condena era a garrote, ésta tenía lugar en el patio de la Provincial y del Dueso. Destaquemos que toda la población reclusa escuchaba lo que sucedía en ese patio ya que las ventanas de las celdas convergían en esos patios.
Como ejemplo del furor represor les dejo un dato que nos aporta Antonio Ontañón procedente de su larga investigación: solo el 31 de agosto, fueron inhumados en Ciriego noventa cadáveres, 27 de ellos identificados y 63 desconocidos. Otro ejemplo: corría el año 1938, justo en el 17 de noviembre son fusiladas en este cementerio once mujeres, tan solo cinco han quedado sin identificar. Entre ellas estaba Manolita Pescador.
¿Cómo se comporta el ser humano ante la muerte? Pues depende. Hay algunas personas con temple labrado por el heroísmo, como el de Matilde Zapata, que repartió paciencia y comprensión a las compañeras de prisión hasta el último momento. Erguida, sin bajar la mirada, cubierto el cráneo pelado por un sombrero que le han traído el día antes, con su abrigo que la protege de la humedad invernal, caminó hacia el paredón con el mismo orgullo con el que vivió.
Hay otra forma de ver la muerte. La que tuvo la joven Manolita Pescador Santiago, hermosa hasta cortar la respiración, alta, esbelta con cuerpo escultural, y diecinueve años vividos. Cuando a Manolita la suben al camión que la llevará ante el piquete, no va callada, ni erguida, ni orgullosa. Llora, patalea, porque no quiere morir. Manolita no quiere morir porque no lo merece -nadie merece morir a manos de otro, nunca, jamás- Se enrabieta porque sabe que es inocente de la malvada acusación, de un crimen que no cometió y quiere seguir amando al joven que ha conocido hace poco y dejarse amar por él de la misma forma.
Es probable que Manolita, quisiera seguir ese amor, casarse o no, tener hijos o no, formar una familia o no. No sabemos sus sueños porque el miedo ocultó las biografías y las ansias de las/os fusilados. Solo sabemos que era guapa, que creyó que el mundo iba a cambiar, que se vistió un mono azul porque le gustaba pavonearse por Monte delante de los vecinos con su pistola al cinto, alardeando de miliciana y de valiente, cuando solo era una jovencita díscola. Poco más.
Alguien encontró un cadáver en una zanja del pueblo decidiendo que esa muerte iría en el haber de Manolita Pescador Santiago. ¿Motivos? lo ignoramos, quizá por ser demasiado guapa, por gustarle llamar la atención, por pavonear su belleza delante de los que no podían conseguirla. O por nada. Porque hay maldad humana gratuita, Hanna Arendt la llama “banalidad del mal” y la denunció. Quizá ese es el motivo, a Manolita la condenaron porque sí.
En los juicios que se realizaban en el Instituto Santa Clara, no había tiempo de florituras. Cada diez minutos se despachaban vidas con la soltura del genocida que limpia el país para dejarlo al albur de los suyos. Diez minutos para que la acusación hable, para que un defensor (de ellos, militar y nombrado por los esbirros) la defienda, son pocos minutos. A su lado hay una larga fila de reos que hay que despachar, además de rellenar las sentencias con lenguaje militar y conciso. No se puede perder el tiempo con la basura humana roja, piensan los integrantes del Tribunal Militar. Y más siendo mujer porque la patria no tolera a mujeres libres que se pavoneen vestidas de milicianas. El nuevo régimen quiere mujeres sumisas, enredadas entre la sacristía y el hogar, amamantando hijos para la patria y haciendo sus labores de forma silenciosa y sumisa.
Manolita es guapa, se pavonea con su traje de miliciana y hace gala de ser socialista. Es una mujer que no sirve para la nueva España.
Se despacha la pena de muerte. Como la de otras mujeres que tendrán el privilegio de caer abatidas esa madrugada en Ciriego alimentando la tierra donde serán tapadas con una leve capa para que en la madrugada siguiente caigan nuevos cuerpos hasta llenar la fosa y taparla. Entre medias se tira cal viva para que los cuerpos no molesten demasiado. Cuando llueve, la sangre que los cadáveres humeantes rezuman traspasa la barrera que conforma la cal formándose un charco rojizo que la cuadrilla que llega por la tarde para cavar de nuevo mira con el horror brotándoles de los ojos. Esa sangre cualquier día será la suya, piensan. Esa sangre es de compañeros que han caído antes que ellos. La de cada uno de los que caerá en la fosa que hoy cavan para otros.
Manolita no quiere morir. No está resignada ni quiere mostrar un aplomo falso. Llora, patalea, suplica, insulta…y sigue llorando. Como uno de los jóvenes que la acompañan y que formará el piquete de ejecución. Porque él la ama casi con delirio. Se han enamorado en un tiempo en que el amor es un lujo inaccesible y caro, muy caro. No se puede uno enamorar de una roja condenada a muerte, por guapa que sea, le habrán repetido los compañeros enterados del sinsentido. Pero se han enamorado y llevan en su corazón el empuje de un amor desesperado. A eso se debe que Manolita no quiera morir, y por más cosas, claro. Por eso, el joven del piquete no atina a apuntar su fusil mientras contempla a la bella joven que tiene ante si y que no para de llorar, de suplicar, de gritar: que no quiere morir. Que quiere vivir, amar, tener hijos o no, casarse o no. Que quiere morirse de vieja después de vivir mucho, cuando su hermoso cuerpo esté ajado y su cara se cincele con los años.
Ambos debieron mirarse por última vez, él, dibujando el contorno del pecho de Manolita para disparar atinando bien y ella bajo lágrimas de rabia.
La madrugada del diecisiete de noviembre del Segundo Año Triunfal de 1937, en Ciriego sonaron varias descargas de naranjeros porque había mucho trabajo. Nada menos que treinta y cinco condenados. Entre ellos, las mujeres que citaremos luego.
Cuando Manolita cayó a la zanja que habían abierto horas antes los presos de Corbán, aun le quedaban lágrimas en la cara porque no quería morir, pero había muerto. En la de su novio se cuajaron en una rabia muy sorda que al poco germinó en locura.
Me contaron las gentes que vivieron los hechos, que el guardia jamás se repuso de aquel amor, de aquella muerte que tuvo que ejecutar porque se debía a las ordenes que gentes sin alma le dieran. Dicen, que se volvió loco. Yo no he podido confirmarlo porque el silencio ha sido una losa que cerró las bocas de quienes podían contar. Lo que sí he sabido es el nombre de las mujeres y de los hombres que fueron cayendo bajo las balas
Sus nombres son: Guadalupe Fernández Pérez (29 años) conocida popularmente como La Pasionaria de Los Corrales, Pilar Benito (21 años, de Aguilar de Campoo), Alejandra Bañuelos Recio (19 años), Damiana Pérez (18 años) , Manuela Pescador Santiago(19 años) Las otras cinco no se han podido identificar.
Hubo más mujeres fusiladas, entre las que están las siguientes:
28 de octubre de 1937 fueron fusiladas en el frontón de Reinosa, Rosa García García,(30 años) Lidia Fernández Gutiérrez (49 años) Felisa Lasuén Garmendia (28 años)
20 de diciembre de 1937, fusiladas, Teresa Ceballos González (35 años) Felisa Barriuso González(26 años)
22 de diciembre de 1937, Asunción Castañeda Collado(34 años)
Matilde Zapata Borrego (35 años) fusilada el 28 de mayo de 1938…
Todos estos datos los sacamos del libro de José Ramon Saiz Viadero, Mujer, republica y represión en Cantabria.
Seguidamente, pido perdón por lo duro del relato al referir cómo se realizaban los fusilamientos. Ya hemos dicho que los traslados se efectuaban desde las distintas cárceles que llegaban a la Provincial para entrar en capilla. Una vez allí, de madrugada, se les subía a los camiones en número aproximado de quince reos para su traslado a Ciriego. Los reos, una vez asesinados en la tapia, eran apilados en un carromato forrado de zinc, tirado por los que se encargaban de enterrarlos, entrando por la puerta delantera que muestra piedras de diferente color a los antiguos, porque fue tapiada.
Previamente, los presos de Corbán habían cavado las zanjas para los compañeros que luego serían asesinados. Llegaban en grupo, sobre las siete de la tarde, hambrientos, demacrados, sucios, para cavar las fosas donde caerían de madrugada el contingente de asesinados que eran tirados sin respeto ni pudor en el hoyo añadiendo una capa de cal viva por encima, sin cerrar la zanja para que al día siguiente se tirara una nueva remesa de cadáveres, hasta que la fosa cavada por los presos se llenara. Solo entonces se echaba tierra encima. Había días que llovía, los presos de Corbán, al llegar por la tarde, encontraban el terrible espectáculo de un enorme charco de cal mezclada con la sangre de los mártires formando una piscina rosada. Imaginamos el impacto de esa pobre gente que pensaría si al día siguiente sería cualquiera de ellos quien llenara la zanja.
Apilados, sin respeto…y sin nombre. Así los dejó la dictadura.
La iglesia fue coartada y apoyo infame para los golpistas. Les leo un discurso que realizó Pio XII el 23 de abril de 1939, recién acabada la guerra:
“España, baluarte inexpugnable de la fe católica, ha demostrado en la reciente y sanguinaria guerra, como los valores eternos del espíritu y de la religión, acaban por triunfar sobre cualquier concesión atea y materialista”
Verán lo que se hizo con los asesinados de Ciriego. El sacerdote Tomás Soto Pidal, era en ese tiempo capellán de cementerio y a la vez el encargado del registro por lo que se ocupaba personalmente de inscribir a todos los difuntos del Ciriego. A los asesinados, les borró su nombre que traían apuntado los piquetes. Todos fueron inscritos por Tomás Soto Pidal como “desconocidos” borrando sus nombres con el consiguiente descalabro para las familias y los investigadores posteriores. No solo los asesinaban sino que el cura infame los borraba de la historia, deseando, quizá, olvidar la barbarie que con ellos se cometía. Este pio sacerdote le tienen ustedes enterrado en la ermita de la Virgen del Mar, patrona de Santander, cerca del altar mayor. Pueden ver, que además de tener Once Rosas, también tenemos un Queipo de Llano en nuestra ciudad. Dudoso honor, ya les digo.
La cifra de republicanos enterrados identificados en el cementerio de Ciriego es de 1.207, entre ellos 809 fusilados, 21 muertos a garrote vil, 90 ‘paseados’, 3 ahorcados, y 284 muertos procedentes del penal santoñés de El Dueso y de otras cárceles santanderinas.
Hemos de decir que, tanto en las cárceles de la región como fusilados, hay un contingente de personas que no eran de Cantabria, puesto que aquí recalaron muchos prisioneros procedentes de las zonas conquistadas, como dijimos al principio. También hacemos notrar que bastantes cántabros perecieron fuera, entre ellos mi tío Anastasio Cañedo, asesinado en Vistalegre, Derio, Vizcaya.
Entre los identificados como enterrados en la gran fosa de Ciriego figuran un niño de 10 años, 7 chicos de entre 11 y 20 años y 77 jóvenes de menos de 30. También hay tres ancianos de entre 71 y 80 años. Según Ontañón hay otros 355 ejecutados más repartidos en distintas fosas comunes por toda Cantabria: Solares, Castro Urdiales.
A la izquierda del camposanto, pueden ustedes buscar el nicho donde está enterrado Paco Bedoya, con el terrible agravante que su familia le hace compartir espacio con el personaje que le delató, que a la vez era su cuñado, y confidente de la policía y guardia civil. Este personaje, conoció, sedujo y casó con la hermana del guerrillero, que jamás asumió que toda su historia fue un cambalache bien pagado para cazar a su hermano. Tuvieron dos hijos, y San Miguel, fue asesinado a la vez que Bedoya. A las fuerzas represoras no las gusta dejar huellas de sus crímenes.
Tenemos también entre los ilustres enterrados a Rafael Rodríguez Rapún, el que fuera ayudante de Lorca en la Barraca y su último compañero sentimental.
Por último, contamos con un Panteón Personas Ilustres.
En el Panteón de Personas Ilustres del cementerio municipal de Ciriego, se mantienen los restos del Capitán Palacios: participa en la guerra como alférez provisional, se reengancha, con grado de capitán como participante de la División Azul, que fue el contingente de tropas españolas que Franco envió a luchar con los nazis al frente ruso. Participa en la batalla de Krasny Bor, donde fue hecho prisionero pasando 11 años en el gulag. Luego escribió un libro que le hizo famoso además de serle ofrecido honores variados al ser liberado considerado héroe por su participación en la II Guerra Mundial al lado de los nazis. El Capitán Palacios, está en terrorífica vecindad con los de, por ejemplo, José Hierro que además de gran poeta, estuvo preso en cárceles franquistas durante cuatro años, cosa que fue definitivo en su poesía ya que marcó la vida del poeta
En septiembre de 1939 ingresa en prisión, acusado de pertenecer a una red clandestina de ayuda y socorro a los presos, y recorre las cárceles de Santander, Comendadoras (Madrid), Palencia, de nuevo Santander, Porlier y Torrijos (Toledo), Segovia y Alcalá de Henares. Es procesado dos veces y, finalmente, se le condena a doce años y un día de reclusión, aunque, finalmente, abandonará la cárcel en enero de 1944. Se asegura que medió un pacto con un gobernador civil que al enterarse que era poeta le ofreció la libertad a cambio de que le escribiera los discursos, ya que él (gobernador) no sabía ni conjugar los verbos.
Un insulto para nuestro poeta que se encuentre debajo de un fascista que luchó con los nazis.
También Ciriego cuenta con una fosa y monumento a los caídos de la Legión Condor, muertos en combate o en accidente de aviación. Esta tumba, fue sufragada por el estado franquista. En estos momentos está vacía de los cuerpos que fueron trasladados al camposanto, de Cuacos de Yuste (Cáceres), que alberga los cuerpos de 180 soldados germanos; los vecinos recuerdan un homenaje a Rudolf Hess, secretario de Hitler. También suelen reunirse concentraciones de nazis llegados de Alemania que rinden homenajes a sus muertos.
. El monumento funerario de Ciriego, con simbología nazi, sigue en pie muy cercano a al fosa común de los fusilados republicanos.
María Toca Cañedo©
https://www.lapajareramagazine.com/ciriego-fosa-comun-republicana
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