Hambre y fortunas, cara y cruz de la misma moneda.

 

En muchas ocasiones, las personas que tenemos dedicación a la Memoria, o en nuestra propia familia, hemos escuchado la queja generalizada de  quienes  vivieron la guerra y el franquismo. Nos repiten que la guerra fue dura, los bombardeos terribles, la represión y la venganza que se tomaron los vencedores, feroz en su crueldad,  pero el peor recuerdo lo guardan para el periodo del hambre que fue desde 1939 hasta 1952, teniendo en el año 1946 su más alta cota de devastación.

Un hambre cotidiano, arrasador, que duró desde  el fin de la contienda (contando que durante la guerra  se pasaron infinitas privaciones y también hambre) hasta el final del periodo del racionamiento.

Las mujeres son las que  recuerdan con mayor espanto el grito del hijo pidiendo pan…Tengo bien presente las palabras desesperadas de mi abuela que  contaba las veces que en su  impotencia se golpeaba la cabeza  contra la pared cuando sus tres hijos de corta edad repetían como una terrible cantinela: “mama, pan

El hambre que pide pan con la desesperada repetición y machacona insistencia duró en nuestro país demasiados años, y no fue (o no fue exclusivamente) consecuencia de la guerra, como quiso hacer creer el régimen franquista sino, sobre todo, por efecto de las medidas políticas tomadas en la primera parte del régimen asesino. Lo que se llamó autarquía.

Las infraestructuras del país no fueron destruidas durante la guerra. O no del todo. Cierto es que el abandono de los campos y de la industria por las personas que participaban en la lucha, propició escasez de productos alimenticios, pero en las batallas de la guerra civil, era frecuente que los soldados combinaran la lucha con la siembra o el cuidado del ganado o les sustituyeran  las mujeres y los hijos aunque fueran de corta edad. La hambruna tampoco fue ocasionada por la “pertinaz sequía” frase que el dictador repetía machaconamente (era muy de repetir latiguillos hasta clavarlos en la memoria popular) para que calara en el pueblo. Pudo haber sequía, pero las estadísticas demuestran que la pluviosidad fue similar durante los años del hambre a los de antes de la guerra.

 

Descartando los motivos citados ¿qué hizo posible el drama terrible de la hambruna española? Una de las causas era que  Franco estaba endeudado, sobre manera con Alemania, por la ayuda prestada durante la guerra. Las potencias del Eje fueron muy generosas con los golpistas pero no regalaron nada. Así como ha llegado hasta ahora, el famoso “oro de Moscú” que no fueron  más que los pagos en oro que el gobierno legítimo republicano realizó a los soviéticos por su ayuda, el zorro dictador y sus acólitos, callaron los pagos que tuvieron que realizar a Alemania,  haciéndose  efectivos durante el periodo  la II Guerra Mundial. La División Azul que marchó hacia la URSS  con el fin de apoyar  a las tropas nazis en su invasión, fueron una minucia en comparación a la exportación de alimentos y bienes de consumo, así como minerales españoles que enriquecieron la industria bélica nazi. Los alimentos que producía el agro español salían hacia el país en guerra como pago a los servicios prestados durante la guerra,  en vez de alimentar al pueblo que moría de hambre. Literal.

Hay estudios que cuantifican en 200.000…llegando hasta los 400.000 muertes producidas por el hambre y las enfermedades derivadas de la escasa alimentación y de los alimentos no  aptos para consumo humano que se consumían durante el periodo de trece años que duró la hambruna.  La gente salía al campo a comer yerba, hinojo, espárragos crudos, setas, aceitunas pasadas. Durante años no se veían gatos por las calles hispanas ya que se convirtieron  en manjar preciado, como los perros, lagartos, ratas de río, bellotas, remolacha, mazorcas crudas…El hambre era tal que se cocinaban tortillas sin huevo ni patata. Se recortaba la parte blanca de la monda de naranja, se freía o tostaba ligeramente y se ligaba con harina y agua…esa era la tortilla que las abuelas hacían para calmar el hambre de la prole. Se cocían mondas de patata, tronchos de repollo o de brécol, que cuando apretaba el hambre, incluso se devoraban crudos. El pan blanco se consideraba pan de ricos, puesto que durante años no se vio más que en las mesas de los privilegiados. El pan consumido por la gente normal era un amasijo de centeno, o maíz, que llevaba hasta trozos de cuerda o cascaras diversas. Hace años recuerdo que contaba un compañero dietista como en la consulta al prescribir pan integral en la dieta de un anciano, este le espetó enfadado: “he comido demasiado pan negro durante el hambre para que ahora me venga usted a decir que es más sano. Nadie, nunca me va a hacer comer a mí pan negro” Indignado por el terrible recuerdo de ese pan que engañaba los estómagos españoles. Los estómagos pobres, porque frente a las carencias terribles del pueblo, había un escaso grupo privilegiado que disfrutaba de carne en abundancia, pescados frescos, mariscos, pan blanco, café y alcohol. Incluso ciertos medicamentos como la penicilina que entraba de forma ilegal y estaba accesible para los prebostes del régimen.

Se ha comprobado que hay casos de personas muriendo en las calles de hambre. Esta descripción sombría proviene de Sir Samuel Hoare, embajador británico en España, y está incluida en un informe que envió a Londres en febrero de 1941.

El hambre propició enfermedades terribles, como la difteria, paludismo exantemático y el tifus. Además de las carencias alimentarias, las de higiene eran destacables y causantes de no pocas muertes. No había jabón y la ropa escaseaba, por lo que la suciedad propiciaba un cultivo de bacterias y de virus en personas, que si no podía comer menos lavarse o lavar la ropa, por no hablar de la insalubridad de las casas y de los servicios de alcantarillado de la mayoría de la población.

El pago de la ayuda de la guerra fue un motivo de peso, pero no el principal. Las medidas política tomadas durante el primer franquismo, lo que se ha dado en llamar: autarquía fue causa del descalabro económico que propició la hambruna española. Franco,  tomó prestado el ideario nazi fascista de sus amigos e impuso un fuerte control económico sobre el país. Pretendía hacer una patria  autosuficiente por lo que impidió las importaciones, imponiendo una producción de materias primas desde la cúspide del poder guiando la producción de alimentos, controlando los precios -pagaba a los productores precios irrisorios, lo que produjo que se ocultara parte de la producción alimenticia para ser desviada hacia el estraperlo- y gestionando la economía de forma férrea…Es decir, aplicando las medidas que los sistemas comunistas a ultranza realizaban en sus países y con parecidos resultados. Inacción y desvío de la producción hacia el mercado negro, indolencia y ocultación de los productos controlados por el Estado y desvío al mercado negro del excedente que producía pingües ganancias en vez de suplir las necesidades de la población. Estas fueron las causas del hambre endémico que durante doce años abatieron a la población española.

La falaz promesa que durante la guerra proclamó el dictador: “ ni un hogar sin lumbre ni una persona sin pan” fue una de las grandes mentiras de las que el régimen se valió para convencer a la población de la benéfica dictadura impuesta. Se encarcelaba, se torturaba y mataba, se cortaron los derechos y libertades, pero Franco daba pan y lumbre… Algo similar a lo que  se ha escuchado recientemente: “somos fascistas pero sabemos gobernar”

Fue mucho más sincero el cuñado del régimen, el todopoderoso, Ramón Serrano Suñer, que en 1940 repetía con fervor patriótico: “ Si fuera preciso, diríamos contentos, no tenemos pan, pero tenemos patria, que es algo que vale mucho más que cualquier otra cosa” Es evidente que en la casa del cuñadísimo no faltaban pan, jamón, carnes y mariscos de todas las clases que además adornaban las mesas de las fiestas organizadas por el régimen para sus afines…Si lo dudan, recuerden una serie de televisión que muchas criticamos, “Lo que escondían sus ojos donde la sublime condesa de Llanzol, paseaba, vestida con maravillosos Balenciagas,  sus amores con el falangista tan arrobadoramente atractivo Serrano Suñer,  por fiestas y saraos varios de la corte franquista mientras el pueblo se moría de asco y hambre.

Francisco Franco, al comienzo de la guerra, cobraba una nómina de 50.000 pesetas como Jefe del Estado. En solo cuatro años el Caudillo de las Españas tenía una cuenta corriente de 388 millones de euros de entonces. Cierto es que su mujer, la  catoliquisíma y tacaña doña Carmen Polo -arrasaba por las joyerías, tiendas de ropa, peleterías y cuanto pudiera ansiar, en las ciudades que visitaba, sin pasar por caja, por supuesto, tanto que los propietarios, avisados de la visita, corrían a guardar bajo siete llaves las piezas más codiciadas- como decíamos, doña Carmen, era una de las más ricas herederas del Principado de Asturias. Hizo buena boda Franquito. Aún con todo, la fortuna del Caudillo tenía una procedencia más oscura. Nos lo confirman el dato de que a la muerte de su única hija, Carmen Franco, en 2018, se estimó que había dejado en herencia a sus hijos  de 500 o 600 millones de euros que provenían de lo heredado, a su vez, por ella de su padre: el Generalísimo.

En plena guerra civil, mientras España se desangraba, se realizaron suscripciones populares en las ciudades “liberadas” por los nacionales. Las fortunas del lugar, apoquinaban “voluntariamente” el diezmo. El economista Ángel Viñas, afirma que de no hacerlo, la posibilidad de que una bala perdida se cebase con el tacaño y yaciera en cuneta por no aportar para la nueva España, era más que factible. Parte de esas dádivas “generosas” fueron desviadas por Franco hacia su cuenta particular del Banco de España de Salamanca. El citado economista, Viñas, refiere una anécdota que describe bien el carácter de rapiña del general. El gobierno de Brasil, encabezado por Getúlio Vargas envió un cargamento enorme de café para la zona nacional. Franco lo interceptó confiscándolo para “vendérselo” al Estado (a fin de  repartirlo a los hambrientos españoles en el escaso racionamiento) consiguiendo una ganancia magra magnifica. Recordemos que esta dádiva se ofrece en plena guerra civil cuando el hambre y la miseria campaban por el territorio español. Puro patriotismo el del Caudillo

Con la penuria rampante que acuciaba al país,  nació el popular estraperlo, cuya palabra es un acrónimo de  curiosa procedencia. En 1934, dos timadores de nombre Strauss y  Perlowitz, crearon y patentaron una ruleta que adivinaba el numero ganador, según decían. Se formó un enorme escándalo por el sistema fraudulento que implicó al Partido Radical, de Alejandro Lerroux. Del acrónimo de los nombres de los pícaro surgió lo de estraperlo…

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-05-17/aqui-empieza-todo-el-estraperlo-una-estafa-colosal_130601/

Si algo caracterizó al franquismo fue la enorme complacencia con la corrupción que fue generalizada desde las altas esferas hasta las más mínimas  posiciones del pueblo. Con la enorme diferencia de que los prebostes franquistas (falangistas, amigos y familia de Franco, financiadores del golpe y la guerra, familiares de franquistas y capitalistas en general) tuvieron bula y ayuda por parte del poder para delinquir y labrar considerables fortunas, mientras el pueblo hambriento que estraperleaba como forma de supervivencia fue vigilado y castigado con dureza.

El estraperlo de base surgía en muchos casos  de la desesperación de mujeres con el marido en la cárcel y el estigma de “roja” que la impedía trabajar, además de gente común que vivían en miseria absoluta y se hacían   kilómetros a pie o con un burro hasta localidades limítrofes con las ciudades o pueblos grandes con el fin de adquirir o cambiar cualquier cosa por alimentos y volver a la ciudad para venderlos a precios, las más de las veces, abusivos. Como ejemplo sirva lo que realizaba una familia que adquiría neumáticos usados, manufacturando  alpargatas entre los miembros de la familia para ser canjeadas por huevos, leche y alimentos primarios en pueblos cercanos, para propio consumo y  del sobrante obtener algún dinero con la venta. Plata de las casas de alcurnia, sábanas de dotes matrimoniales, cuadros, muebles, ropa lujosa, alhajas…todo servía para adquirir alimentos con los que matar el hambre.

En la intimidad del hogar he escuchado muchas veces  historias de estraperlo que contaba mi abuela. Desesperada por el hambre de sus hijos, en una ocasión se acercó al domicilio de unos vecinos afines al régimen, con casas poderosas y bienes importantes, que vendían repollos en el patio de una de las casas donde habitaban. Al preguntar mi abuela el precio, la señora enjoyada y bien vestida ,  le respondió que cinco duros ¡25 pesetas del año 39! a lo que mi abuela, con mala boca y harta de paciencia, le soltó un grave exabrupto  volteando el cesto donde descansaban los repollos que no estaban accesibles para la gente modesta. Durante años la familia realizó todo tipo de estraperlo, conformó una popular empresa de transportes y mereció el respeto de las autoridades y parte del pueblo. No de mi abuela que me trasmitió su  inolvidable ira, así como la anécdota que he usado en una novela sobre la época y ahora con ustedes. He escuchado de alguna voz añeja, que el kilo de café o el litro de aceite se vendía por mil pesetas.

El régimen, en su ansiedad organizativa,   creó el racionamiento realizando una pura fantasía propagandista,  puesto que describió las necesidades de la población de la siguiente manera:

Para el hombre adulto: 400 gramos de pan, 250 de patatas, 100 de legumbres secas, 10 de café, 30 de azúcar, 125 de carne magra, 25 de tocino, 75 de bacalao, 200 de pescado fresco y 5 decilitros de aceite…Las mujeres y las personas mayores de 61 años debían recibir solo el 80% de dichas porciones y los niños/as menores de 14 años, el 60%

Ni en sueños la población recibía ese racionamiento, que en realidad  se ceñía a un minúsculo chusco de pan negro, una pequeña porción de lentejas agusanadas -se hacían ironías con el tema, los/as hambrientas españolas,  decían que la gusanada de las lentejas era la porción de proteína que recibía la población-  un pequeño trocito de chocolate y nada más. Eso era todo… cuando lo había, porque las filas que se formaban,  aun estando prohibidas por la ley, en espera de recibir el racionamiento duraban horas, hasta que, en ocasiones, llegado el turno, no quedaba nada y se tornaba al hogar con las manos vacías.

Para hacernos una idea de la situación vale la cifra de las 27 millones de cartillas de racionamiento durante la época. También surgió una picaresca en torno a las cartillas que intentado paliar la necesidad,  se intentaban falsificar o duplicar, o también se  borraba el sello que se ponía al  recibir  los alimentos para poder repetir. Lógicamente a las personas descubiertas se las castigaba duramente, como a las estraperlistas de menudencias. Contrariamente, como hemos dicho,  los grandes negociadores del hambre, eran respetados y encumbrados por el sistema.

Se dio la circunstancia  que hasta los participantes del régimen, de forma tímida y conciliadora, denunciaban el estado de hambruna de la población española.  Tal que denunció en 1941 un falangista de la provincia de Córdoba   que informó de que “en las últimas semanas habían muerto de hambre 32 personas en Pueblonuevo, 23 en Peñarroya y 17 en Bélmez. En Belalcázar fallecían de inanición 8 al día. (…).”

Con efectos cosméticos intentando poner  fin al estraperlo y el mercado negro de altura, el régimen creó primero, la Fiscalía de Tasas y en vista de su nula efectividad, en 1941 la Junta Superior de Precios, que pretendía regular  con mano dura el desbarajuste producido por la cantidad de alimentos y bienes de consumo que se desviaban hacia el mercado negro. Con nulos  resultados, porque, si algo  caracterizaba a la dictadura, además de la falta de derechos y la crueldad en el trato al adversario, era la corrupción y la permisividad con delincuentes de su cuerda.

La corrupción era generalizada y sistémica. El tráfico de influencias estaba generalizado así como la obtención de licencias de importación y de bienes protegidos. El golpe de estado se fraguó de forma interna con dos grandes apoyos, la iglesia y el capital. Con el clero, que le fue afecto al régimen fascista (menos el clero vasco por las connotaciones nacionalistas que tenía) Franco fue generoso en extremo, concediéndole el jugoso negocio de la enseñanza. Con el capital, no lo fue menos. Es de sobra conocido que sin el pirata mediterráneo Juan March, no hubiera sido posible el golpe de estado y los dispendios del inicio de  la guerra, así que  le pagó largamente. «En la actualidad, la fortuna de los March se sitúa en 5.000 millones de euros, participan en el accionariado de 150 empresas y comandan un grupo empresarial que ha sido vanguardia en España en cuanto a bancos de negocios y que goza de una gran liquidez. Los nietos del hombre más rico de España supieron navegar por el proceloso mar del cambio político y salieron fortalecidos, como si el pasado no tuviera nada que ver con ellos», escribe el historiador Sánchez Soler.

Las grandes fortunas anteriores al franquismo se posicionaron en contra de la República, mostrando mucha hostilidad desde el inicio del periodo republicano. El miedo a una revolución de cariz bolchevique -la revolución rusa calentaba la retina del capitalismo patrio- o la Reforma Agraria emprendida por el primer gobierno republicano,  fueron  fantasmas recurrentes para la oligarquía agraria española acostumbrada a un régimen casi medieval de aparcería que mantenía a la mayor parte del pueblo en semi esclavitud y a los trabajadores sumidos en una  sumisión absoluta. Se comían las migajas del señor, se vivía en la choza que cedía el patrón que la podía recuperar en cualquier momento cuando el obrero no fuera productivo o levantara los ojos del suelo más de lo tolerable. Hasta se votaba a quien decía el señor, porque los capataces solían acompañar y vigilar de cerca lo que los subalternos depositaban en la urna. El analfabetismo y el miedo al infierno, impulsado desde los pulpitos, mantenía a la España rural sumida en el absoluto desamparo. Gran parte del anticlericalismo, de fanatismo antirreligioso, de los ataques a iglesias y al clero provienen de esa ira desarrollada por siglos de sumisión y humillación del agro español. La tímida y mal desarrollada Reforma Agraria,  no les supuso a los trabajadores del campo apenas ventajas, o muy tímidas, pero al amo de la tierra le servía de amenaza  sintiéndose atacado en sus derechos que eran considerados eternos e intangibles. Por todo ello, los propietarios de tierras latifundistas se sumaron con entusiasmo a la facción ganadora de la guerra, sufragaron con gusto parte de los costos de la contienda y a su término presentaron credenciales para recoger las prebendas que el dictador les debía.

La mano de obra esclava que proporcionaba la población penal del estado fue uno de los pagos más jugosos que Franco ofreció al capital. El sistema carcelario ordinario de enero de 1940, tenía capacidad para 20.000 reclusos cuando en España había 280.000 según el autor, Manuel ORTIZ HERAS* .

Para administrar los campos de concentración convertidos en “empresas de trabajo temporal”, el régimen creó –el 11 de octubre de 1938– el Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo (PCRPT).

Todas las empresas del IBEX aprovecharon el trabajo esclavo, tanto privadas como públicas. Carreteras, pantanos, reconstrucciones de la guerra, y en general las grandes obras que eran contratas privadas, se nutrieron de mano de obra de los presos políticos que veían mínimamente reducida la pena por día de trabajo además de recibir una miseria de emolumento, de la que se deducía una cantidad por la estancia y la comida del trabajador. Era la misérrima  recompensa a la que su alto nivel de desesperación se prestaba. Muchos murieron de hambre, de agotamiento o de accidente laboral puesto que no se mantenían las mínimas precauciones hacia lo que era considerado “basura roja”.

La historia de España durante el siglo XX es también la historia de un enriquecimiento perpetrado en condiciones excepcionales«. Así de contundente arranca la obra Los ricos de Franco del investigador y periodista Mariano Sánchez Soler que nos relata con detalle como fue el trato al trabajo esclavo de los presos republicanos y el enriquecimiento que se debió a los mismos.

Según  nos cuenta un informe del  Financial Times Magazine en el año 2003.   “En el caso de Alemania las empresas pagaron, pusieron la mitad del fondo de indemnizaciones y la otra la puso el Estado”, compara el coordinador de RMHSA, Cecilio Gordillo, que declaró por videoconferencia en febrero ante la justicia argentina y sugiere “candidatos a ser convocados por la juez Servini”. Caso de “Florentino Pérez, de Dragados y Construcciones (ACS), José Manuel Entrecanales, de Entrecanales y Távora (Acciona), Gonzalo Ferre, de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), Julio Gómez-Pomar, de Renfe y Juan Miguel Villar Mir, de Huarte (OHL)”. Actuales responsables de empresas, “o sus antecesoras”, señala, que nunca reconocieron el “abuso”.

El poder y el dinero hicieron santa alianza atravesando juntos el periodo de autarquía. Establecido el Plan de Estabilización en 1959, la dictadura abandonó los conceptos fascistas de la economía para echarse en brazos de un capitalismo liberal, aunque sin ninguno de los atributos que este mantenía en los países democráticos, como sindicatos libres, derecho a la huelga y sueldos dignos. Llegaron los tecnócratas del Opus Dei, que postergaron a los ministros y gerifaltes falangistas al baúl de la naftalina y surgió el “milagro económico” español que no fue más que un mero brillo en la historia de una dictadura cruel, sanguinaria y corrupta hasta la medula. Ese “milagro” fue obtenido por el pueblo español, trabajando sin descanso, cobrando poco y marchando al exilio económico que supuso que durante los años sesenta y parte de los setenta, las remesas de la emigración engordaran los recursos económicos del país.

La Transición y el traspaso de poder a una monarquía que siguió la norma lampedusiana de cambiar algo para que todo siguiera igual, mantuvo el poder económico y político en las mismas manos que la dictadura. Como ejemplo sirva decir que  43 ministros de la dictadura se convirtieron en destacados ejecutivos del sector bancario.

 

«La Empresa Nacional Bazán, la Refinería de Petróleos de Escombreras (Repesa) y la Empresa Nacional de Electricidad estaban presididas por banqueros privados. La empresa Nacional de Hidroeléctrica del Ribagorzana (Enher) tuvo su presidencia hasta finales de 1968 nada menos que a José María Aguirre Gonzalo, entonces vicepresidente del Banesto y consejero de 38 empresas más«, escribe el investigador y periodista Mariano Sánchez Soler.

Muchos de los ministros del Gobierno de UCD, salido de las elecciones de junio de 1977, llegaban de las estructuras franquistas, pero también de los consejos de administración de las empresas más importantes del país. Como consecuencia, tras los comicios de 197752 diputados de las derechas estaban directamente relacionados con la banca y con las compañías financieras  y han sido 57 exministros de PP y PSOE que participan o han participado en consejos de administración de empresas vinculadas al sector ministerial del que ellos fueron responsables, o con el que tuvieron una relación como altos cargos. Las famosas “puertas giratorias” no han dejado de funcionar desde los primeros momentos del franquismo que luego heredó la ¿democracia” y el bipartidismo.

Entre los ministros de la derecha española en democracia han brillado apellidos vinculados al poder franquista como Pio García-Escudero, cuyo padre era procurador en las Cortes franquistas; Jesús Posada, hijo de gobernador civil; Federico Trillo-Figueroa, cuyo padre también fue gobernador civil en diferentes provincias españolas, alcalde de Cartagena y procurador en Cortes; Rafael Arias-Salgado, hijo del exministro franquista Gabriel Arias-Salgado; o la exministra de Justicia Margarita Mariscal de Gante, hija de Jaime Mariscal de Gante Moreno, juez especial del Tribunal de Orden Público. 

Concluimos, asegurando que el hambre de los trece años iniciales de la dictadura fue el efecto de malas políticas, de corrupción y del pago que Franco debía a las potencias del Eje. El progreso económico, en cambio, se debe al sacrificio y al silencio de un pueblo en el que el miedo sirvió  de mordaza durante decenios.

María Toca Cañedo©

 

 

*: La violencia política en la dictadura franquista 1939-1977. La insoportable banalidad del mal, Albacete,Editorial Bomarzo, 2013, p. 80.

httpsachorros-del-franquismo-poder-y-dinero://www.lapajareramagazine.com/los-ricos-c

https://www.lasexta.com/noticias/nacional/franquismo-espana-viii-hambre-racionamiento-estraperlo-ruinas-posguerra_201906025cf3b9700cf235dd1071a1da.html

https://www.publico.es/politica/ricos-poderosos-gracia-franco-bendicion-democracia.html

https://rebelion.org/que-empresas-usaron-a-esclavos-del-franquismo/

https://www.eulixe.com/articulo/foto-del-dia/renfe-hace-80-anos-usaba-mano-obra-esclava/20210316211934022855.html

https://www.elsaltodiario.com/crimenes-franquismo/los-esclavos-de-franco

Sobre Maria Toca 1684 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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