Acudo al Valle-Inclán de Madrid para asistir a la nueva puesta en escena de Las brujas de Salem de Arthur Miller, dirigida por Andrés Lima. Un texto que siempre me ha provocado desazón desde que lo vi por primera vez en la vieja televisión de Estudio Uno, un testimonio de un intelectual perseguido en la caza de brujas de McCarthy a través de la recreación de uno de esos horrores históricos al parecer condenados a repetirse: acusaciones falsas contra víctimas a las que no se permite defensa alguna, que solo pueden salvar sus vidas si admiten su culpabilidad y, sobre todo, delatan a sus compañeros de vergüenza, brujas o comunistas, qué más da.
A medida que transcurre la representación me empiezan a bullir las preguntas. ¿Alguna vez dejó de haber brujas en Salem? No lo creo, pero el tiempo presente está abriendo demasiadas puertas a la calumnia impune, al descrédito gratuito, el insulto anónimo, la acusación pública, grandilocuente e irresponsable, el graznido implacable. Las nuevas tecnologías han ayudado a través del milagro angélico e infernal de las redes sociales; la demagogia populista que acuchilla la paz social en simplonas divisiones de buenos y malos, alzando muros y cuestionando formas elementales; la desazón de una ciudadanía que ha perdido sus referencias y en la que crecen los miedos y cabreos inducidos, tres ejes esenciales en la construcción de un nuevo imaginario en el que de nuevo volvemos a sentir que no estamos a salvo.
Vayan afilando cuchillos y guadañas, insultos y cuchillos, linchamientos y uñas: hay brujas en Salem. ¡Musulmán! ¡Casta! ¡Ladrón! ¡Antisistema! ¡Tejedora! ¡Corrupto! ¡Fascista! ¡Maricón! ¡Terrorista! ¡Pobre! ¡Traidor! ¡Calientahogares! ¡Espía! ¡Trepa! ¡Comunista! ¡Bruja! ¡Feminazi!
Hay brujas en Salem. elijan a su hechicera favorita y disparen antes de que se revuelva, de que hable o de que expanda su malévola influencia. No son necesarios los argumentos ni las pruebas, una acusación falsa repetida miles, millones de veces, un veredicto popular de culpabilidad sobre cualquier infundio es más que suficiente, digan lo que digan las pruebas en un tiempo en el que la verdad ha perdido la batalla. Comienza la cacería.
Texto: Regino Mateo
Fotografía: Regino Mateo
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