Leerlo estimadas amistades…
Nunca imaginé que a esta edad liminar entre la juventud y la vejez habría de abandonar tantas cosas y comenzar el desaprendizaje de la ley del agrado.
Ya no más estar donde no quiero, con quien no quiero.
Ya no más zapatos que ahoguen o hagan daño, por mucho que el príncipe propositivo sea de belleza canónica.
Ya no más ropa que apriete mi cuerpo, abrazos incómodos y opresivos, ya no más tallas mínimas para marcar los supuestos dones de la carne colocada.
Ya no más comer de menos. Y amar de más.
Ya no más lo untuoso en mi boca impidiendo besar con deleite, decir las palabras necesarias.
Ya no más perdone usted por existir y respirar y, sobre todo, pensar.
Ya no más vivir pendiente del parecer ajeno sobre lo más profundo de una, sobre lo propio.
Ya no más silencio por no incomodar o por promover responsabilidades ajenas.
Ya no más poner el acelerador al ritmo erótico e íntimo que mi piel necesita. Ya no más actriz en performance.
Ya no más ingesta de la pócima del consumo romántico tradicional y de la belleza normativa.
Ya no más juegos relacionales propios o ajenos en la amistad. Ya no más como sí.
Ya no más ser en función de los hombres. De sus deseos.
Porque si aprendemos a observarnos desde arriba y no en subordinación, somos muy altas y no hacen falta alzas para estar a la par de ninguna medida impuesta por los demás.
Y comienzan los años del alivio.
Buen día, otro día.
De: María Sabroso
Collage de autoría desconocida.
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