L@s repartidores de amor:
Hay jornadas en que el trabajo ofrece regalos que estrujan el pecho y aportan una molécula de oxígeno limpio en medio de la mediocridad de los días políticos y enfrentados.
Trabajé hace tres años con una pareja joven, con ímpetu y dificultades a partes iguales.
Ella sufrió un derrame cerebral con 28 años y quedó en situación de dependencia. Andaba regular, hablaba con dificultad y tenía medio lado del cuerpo paralizado; se bamboleaba y perdía el equilibrio a menudo.
Cuando ocurrió el hecho que le trastocó la existencia acababa de comenzar su vida laboral, profesional y amorosa.
Su pareja la había estado acompañando en esos años tan complicados de esfuerzos por mejorar físicamente y por asumir emocionalmente su estado y la había cuidado con tesón, haciendo equipo, según él mismo denominaba a su relación.
En su momento me contaron que no podían tener hijos biológicos de ninguna de las formas exploradas y lloraron ambos al comentar su dificultad con dolor y algo de vergüenza.
Me los vuelvo a encontrar por azares laborales y me muestran el libro de familia.
Me miran pillos y cómplices. Observo con sorpresa que aparece, junto a ellos, el nombre de un tal Xxx Hanmsa.
Les digo sorprendida que cuándo han tenido un hijo y me contestan que llevaban diez años en lista de espera para adoptar un bebé y que les habían informado que por la diversidad física de ella no podrían optar a tal situación de idoneidad, que era algo casi insalvable.
Después de todo este tiempo y contra todo pronóstico tienen a su bebé, un hermoso niño del otro lado del mundo al que fueron a buscar con todas las complicaciones propias de la situación y de los problemas físicos de ella.
Nos hemos emocionado los tres y me han dicho:
-Nos queremos mucho, pero todavía tenemos más amor para dar, así que seguramente intentaremos acoger algún pequeño con problemas aquí en nuestro país.
Tenemos mucho que ofrecer, han repetido.
Y hay muchos niños y niñas faltos de afecto y cuidados.
Y yo he pensado que existen seres humanos tan generosos como para ir al otro lado del mundo, apenas pudiendo andar y con dolores físicos constantes, sumando energías en vez de restar, para compartir su amor con quien está deseando recibirlo.
Nos hace mucha falta gente así.
Más gente espléndida y dispuesta a aportar, por favor.
María Sabroso
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