Matilde Cantos

 

Hay un sesgo común en muchas de las mujeres que están en estas páginas, sobre manera las que pertenecen en su madurez por generación a la Segunda República, incluso en épocas inmediatamente anteriores, como Carmen de Burgos. Biografías coincidentes que no dejan de sorprender y provocar una admiración profunda. Esta Matilde conoció, fue compañera de muchas vicisitudes e imagino que amiga, de Matilde de la Torre. Quizá no conociera a la tercera de ”mis” amadas Matildes, Matilde Zapata pero puedo imaginar una tertulia entre ellas relamiéndome de gusto. Verán como habiendo nacido en zonas tan dispares, la de la Torre y la Cantos, caminaron por caminos paralelos.

 

Matilde Cantos, nace en un año famoso con tintes negativos. 1898, es nombrado como el año del descalabrado imperialismo español. Perdimos Cuba y Filipinas,  con ellas se fue ese orgullo patrio un tanto zarrapastroso y hambriento de ser imperio. Me gustaría que ese año -conocido también por la generación del 98- a mi modo de ver, junto a las del 27, gloriosa con portentos literarios, cambiara el sesgo negativo por varias cosas. Justo en ese año, nace un veinte de septiembre en la ciudad embrujo de Granada una pequeña sietemesina que debía de tener ganas de ver el mundo por lo que se apresuró  a salir. Primera y única hija de una pareja de burgueses con posibles. El padre regentaba un comercio de orfebrería, donde se hacían también todo tipo de velas y cualquier material que necesitaran las iglesias. Ese mismo año ve la luz un niño, que no fue sietemesino porque no le dio la gana quizá porque se encontraba cómodo en ese útero materno que siempre adoraría, Federico García Lorca. También en Granada. La historia les habría de juntar en muchas ocasiones, ya que años después forjaron ideas y amistad.

Ya les digo que yo bien podría cambiar un imperio por estas dos personas. Que se queden las Indias en manos de sus dueños/as mientras  me recreo con Matilde Cantos y Federico García Lorca.

Los padres de Matilde eran progresistas y republicanos.  Juan Cantos Medina, cuando nació su niña contaba veintiséis años era bajito, no como Josefa Fernández Monleón, la madre, que calzaba altura y poderío sobrante. Quizá fuera por eso que Matilde nació antes de tiempo, sabía que podía aferrarse al seno materno para medrar y convertirse en poco tiempo en buena moza.  Aunque adinerados burgueses la familia Cantos Fernández eran  conscientes de la problemática  del país, por lo que educaron a la niña en valores sociales…Claro que teniendo pocos años, Matilde se fijaba en todo. “¿Por qué esos niños duermen en la calle? ¿por qué no llevan bufanda como yo? ¿por qué no tienen casa? ¿por qué los niños vienen de París y no de Londres?” Preguntas constantes que trastornaban a la familia y que Matilde realizaba sin parar y  sin acomodarse a respuestas de compromiso. Pronto se dio cuenta que había algo que respondía siempre a sus dudas: los libros, que devoraba con placer intentando compensar las dudas que le asaltaban. Conforme crecía se daba cuenta de que el mundo andaba mal repartido. En su casa había de  todo lo que se necesitaba para una vida cómoda, pero  observaba que mucha gente carecía de lo más necesario. Veía con dolor a los aparceros alimentarse con una cebolla y pan sin parar su tarea y no entendía el porqué de las distancias sociales. Se paraba e indagaba curiosa cuando en sus paseos o caminatas por la ciudad, contemplaba a mendigos pedir o mujeres cuya pañoleta escondía a un bebé escuálido. Matilde seguía sin entender qué pasaba  para que  el mundo estando  lleno de riquezas no se repartían mejor.

Cuenta su biógrafo, Antonio Lara Ramos, en el magnífico libro Matilde Cantos Fernández, biografía, que les aconsejo leer si el personaje les intriga, que convenció a su abuelo, pequeño terrateniente, que pagara más a sus aparceros y les ofreciera una comida decente. El abuelo complació a la joven, aunque ésta observó desolada que el resto de los terratenientes no eran como el abuelo y los mantenían a niveles de subsistencia.

¿En qué momento le brotó a Matilde la conciencia social y de clase? Lo ignoramos porque quizá la llevara desde siempre. O la bonhomía que es lo que  se tiene para que molesten las injusticias. Lo cierto es que comenzó a rebotarse, y como suele pasar, volcó en la escritura sus percepciones.

Con una inteligencia  despierta y receptiva,  la tienda de su padre le ofrece oportunidad para conocer a  gente, para escuchar y aprender lo que la sociedad decimonónica, aunque ya entrados en el XX, ofrecía a esa pequeña burguesía embarrada en conceptos sociales que no casaban bien con el ansia de libertad de Matilde. La Granada de entonces salía con fuerza de una época difícil. Una epidemia de cólera en años anteriores había propiciado  una regresión poblacional. El cultivo de la remolacha azucarera y su elaboración industrial propiciaban el lento progreso de una ciudad hermosa como pocas. La mejoría no andaba repartida entre toda la sociedad, constató de nuevo Matilde, mientras seguía con las preguntas. Con los años se dio cuenta de los grandes lastres que acunaban a la sociedad andaluza, entre ellos,  la mala situación de los trabajadores inmersos en una labor cercana a la esclavitud, y cuando se perdía por el Albaicín o el Sacromonte, confraternizaba y aprendía con la gente precaria intentando entender los problemas que les acuciaban.

Hemos dicho que su padre y sus tíos eran republicanos, por lo que Matilde  tenía conciencia ya que escuchaba en casa que los males  procedían en gran parte de una monarquía en deterioro constante que usurpaba, junto al resto de la parasitaria aristocracia, las riquezas patrias. Escuchaba contar la corrupción que enfangaba al gobierno dictatoria de Primo de Rivera y ya sus preguntas comenzaron a responderse solas.

Durante esa primera juventud conoce a Lorca, a Manuel Angel Ortiz, Antonio Gallego Turín, mientras callejea por las intrincadas calles albaicineras donde se siente libre, mientras el embrujo de la ciudad la envuelve. Comprueba como la fisonomía de la urbe  cambia, abriéndose poco a poco, la Gran Vía del Azúcar que es flanqueada por la belleza de las nuevas construcciones. Ama a esa ciudad que es la que retrata  Brenan en sus escritos, la que supura arte por cada esquina y la luz moruna que la ilumina embrujando a los habitantes. En su rebeldía y modernidad, Matilde aprende a conducir siendo la primera mujer en Granada en trasladarse en vehículo propio.

Matilde Cantos escribe una pequeña obra de teatro, La suerte de Dolorcillas, que es representada, además comienza a colaborar con El Noticiero Granadino. Conoce a Enrique López Puente, con el que entabla una relación romántica. Él, conforme pasa el tiempo, le pide matrimonio una y otra vez. Matilde se niega, no porque no le ame sino porque siente que su libertad se verá menoscabada por las cadenas de la unión. Propone al novio, escapar de la pacatería social de Granada, irse a Madrid para convivir sin más lazos que el mutuo amor que se profesan. Le argumenta que  ambos tienen suficiente talento para comerse la capital. Enrique no accede: “el disgusto que damos a la familia” “nuestros hijos serán ilegítimos” “la sociedad…” Total que Matilde cede y  se casan  el nueve de febrero de 1922 en la Virgen de las Angustias.

A partir de entonces, la vida le cambia de forma absoluta. No es que Enrique López Puente, imponga malas condiciones en el matrimonio, simplemente  es que la sociedad se torna hostil para una mujer casada. Matilde toma nota de que carece de derechos porque ha pasado a tener un dueño legal, que si comente adulterio será encarcelada, que no puede decidir nada concerniente a su vida sin la autorización del esposo. Se siente encadenada, ¿dónde quedan sus callejeos por el Albaicín con sus amigos? Sus risas, sus charlas eternas. Sus francachelas han acabado.

La fatalidad hace que su primer hijo nazca muerto y el segundo muera al poco de nacer. El desgarro de Matilde Cantos es total, y tal como le ocurrió a Carmen de Burgos, siente que su función de esposa encadenada acaba al ver a su bebé muerto. No tiene sentido vivir unida a un estado que le hace feliz porque no es madre y no lo será. La pareja antes de la boda había pactado que en el momento que el matrimonio pesara a cualquiera de los dos se rompería sin mayores dramas.

Matilde sale de ese matrimonio recuperando las fuerzas y la libertad perdida, decidiendo  que es momento de cambiar de vida. Marcha a París en busca de su futuro, y al poco tiempo decide regresar, pero no a Granada donde sería señalada sin piedad como mujer malvada que abandonó al marido, sino que se instala en Madrid.

Los padres tienen buena posición social, pueden mantenerla y lo hacen con gusto, solo que ella, anticipándose a las teorías de Virginia Woolf, piensa que la emancipación verdadera se deriva de una independencia económica, Busca trabajo en Madrid, mientras la monarquía da sus últimos coletazos. La llegada a la capital se realiza en 1928. Ha estudiado y leído a Marx, Hegels y todas las teorías que explican las injusticias del mundo. Entiende que el socialismo dará respuesta a las preguntas que desde la infancia lleva haciéndose y decide militar en el PSOE, además de UGT.

El partido, mantiene aún con vigor el aliento del viejo Pablo Iglesias que ha muerto hace pocos años y se le escucha la voz  resonando en las Casas del Pueblo. Matilde, cuenta su biógrafo, constata la reverencia que la militancia siente por el Abuelo, las reminiscencias de lucha obrera y acción social que se mantienen en la época en que ella llega al partido.

Ha escuchado las teorías sobre los nuevos conceptos que explica Concepción Arenal y poco después Victoria Kent, y decide opositar al Cuerpo Femenino de Prisiones donde comenzara su andadura profesional e ideológica poniendo en práctica lo aprendido y vivido.

La República llega y con ella el estallido de libertad y cultura popular que ella y muchas soñaron. Su posición feminista la lleva a implicarse en la formación y lucha por los derechos de la mujer, con la consiguiente amplia tarea que eso implica. Ahí la imagino o supone mi fantasía, conectando con Matilde de la Torre, en charlas en las Casas del Pueblo o en cafetines madrileños. Conforman un grupo de mujeres combativas como Dolores Ibarruri y otras similares que se encuentran en el Madrid republicano con el entusiasmo propagandístico que las inflama.

Matilde realiza estudios sobre penales con Luis Jiménez de Asua al que siempre consideró profesor, se entrega a su profesión, trabajadora social,  con la intensidad con que vive. Amplia estudios de índole psicológico, pone en practica las nuevas teorías de reinserción de la población penal. Poco después  se hace miembro del Secretariado Femenino, conoce a Largo Caballero, a Indalecio Prieto, a Julián Besteiro. Estrecha lazos con Victoria Kent, Clara Campoamor…y más tarde con Juan Negrín, el hombre defenestrado y maltratado por la historia, al que ella, tanto como Matilde de la Torre unirán su destino. Más coincidencias. Matilde Cantos, confiesa debilidad por Largo Caballero, al que admira profundamente, quizá también define su línea ideológica lejana a despachos y cátedras y más cerca del pueblo trabajador  que era representado por Largo Caballero.

Describe a los grandes hombres que protagonizaron ese tiempo con la precisión de su cariño y una clara  percepción. También la deslumbra la inteligencia y capacidad de trabajo de Indalecio Prieto, es testigo de las grandes desavenencia de los dos gigantes socialistas que se disputan (constaten que es norma del socialismo) los fines ideológicos del partido superponiendo la conciencia de que son compañeros y navegan en la misma barca…No siempre, pero casi. La elocuencia de Azaña hace que disculpe los condicionantes menos positivos del presidente.

Con el golpe de estado acaban los sueños de todas las personas implicadas en la República y se impone la lucha urgente por la supervivencia del gobierno democrático. Marcha a Valencia, cuando el gobierno abandona Madrid pensando que el pueblo no será capaz de defender a la capital. Comienza entonces a participar en las milicias culturales en las que participa con Alberti, María Teresa León, Miguel Hernández, entre otros. Hay que levantar el ánimo a la tropa para salvar a la República. En 1937 encabeza la delegación del PSOE en el Congreso Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, celebrado en París. Más tarde, cuando las tropas golpistas avanzan se traslada a Barcelona, en 1938, donde es nombrada Inspectora General de Prisiones y Directora de Estudios Penales.

La guerra se alarga en una agonía infinita. Juan Negrín confía en la resistencia intuyendo con su gran percepción que el conflicto europeo es seguro. Piensa que resistir unos meses más los llevará a ser tomados en cuenta por un Occidente que ha optado por la cobarde inhibición con un Pacto de No Intervención que condena a la democracia española al abismo. Hay unas amargas  explicaciones que Juan Negrín da en el Parlamento español y que Matilde de la Torre recoge , en su genial obra Las Cortes Republicanas, que denotan la tristeza de una derrota infringida por la cobardía de unas democracias que se amilanaron frente a Hitler. Juan Negrín y una parte  del PSOE, entre ellas ambas Matildes, se dan cuenta de que la guerra mundial es inminente y si la España democrática resiste podrá unirse al combate contra el fascismo con los países democráticos. Ese criterio no gana en el partido que gobierna. Negrín es derrotado por un golpe interno que pacta con las fuerzas golpistas en espera de una paz mínimamente justa, cuando se conocían los métodos violentos de los golpistas.

Madrid, cae. La España democrática, moderna y libre es derrotada y con ella, más de medio millón de personas marchan al exilio. Entre ellas, Matilde Cantos, Matilde de la Torre…y también Matilde Zapata, que es la que menos suerte tuvo de la triada.

Primero se refugia en Limoges,  Marsella  para recalar en París, de donde tiene que volver a marchar cuando la bota nazi se apropia de Europa y avanza hacia la capital. Llega a Casablanca  y por fin consigue embarcar en el buque Quanza, Neruda la invita a Chile, pero ella prefiere México. Cuenta en la biografía que alejarse de la patria la desgajó por dentro casi tanto como perder a sus hijos. Que dolor llevaban los perdedores, y que insulto llamarlos poco patriotas a los que llevaron a España debajo de su piel, a pesar de lo mal que les trató. Su madre ha muerto meses antes, el cuerpo queda en Barcelona, el padre, ya con una edad avanzada, marcha a Granada roto por la despedida de su hija, que augura no será larga. El futuro será cruel con ambos. La distancia, la penuria de Matilde, la desolada soledad del padre, y una dictadura oprobiosa hacen que las comunicaciones no sean siempre perfectas.

Llega a México sin nada. Solicita al partido una ayuda para adquirir una máquina de escribir y poder enviar a la prensa crónicas con las que ganarse la vida, una simple subvención como exiliada. Las disputas entre Negrín y Prieto trascienden al exilio, el partido devuelve silencio a las peticiones de ayuda de Matilde, que debieron costarle, orgullosa como era. Nadie responde a su petición, es ella quien adquiere la máquina, otras mujeres que ha solicitado dinero para una máquina de coser lo han conseguido al momento…Se supone que coser estaba mejor visto que escribir, debió de pensar Matilde. Pasa un tiempo de penuria, como ocurrió con de la Torre, que murió en la pobreza viviendo en una habitación con su hermano. A la nostalgia de la patria perdida se une la escasez de medios. Más tarde, las autoridades mexicanas aprovecharían su preparación siendo nombrada Embajadora Social en la Secretaría de Gobernación. Se vuelca en la ayuda a los exiliados y presos políticos españoles, siendo miembro de la Unión de Mujeres Españolas. Funda un Centro Andaluz y el Club Mariana Pineda. Colabora con la prensa, como Población y Confidencias donde mantiene columnas de opinión y sociedad.

En 1946, la mezquindad de un PSOE en el exilio expulsa de sus filas a  treinta y seis negrinistas. Matilde de la Torre no vivió lo suficiente para ver la infamia, Matilde Cantos, sí, pensamos que inmersa como estaba en buscarse la vida y en ayudar al resto de exiliados no debió de hacer mella en su resolutivo carácter, ya que siempre se sintió parte integrante de la familia socialista.

No fue hasta 2006 en que el presidente Zapatero firmó la devolución de militancia a los que la perdieron.

Matilde Cantos, tiene la tristeza de no poder volver a España para estar con su padre en los últimos momentos de su vida. No la permiten volver por mucho que lo intente año tras año. El padre muere y ella en la distancia se vuelve a desgarrar. En 1968 intentan entrar pero es detenida en Barajas. La mantienen bajo vigilancia en Madrid, luego tras gestiones de compañeros y parientes consigue la libertad volviendo a Granada para al cabo de unos meses regresar a México para preparar la vuelta definitiva. Deja su vida cómoda porque el tiempo ha pasado, se ha hecho mayor y quiere volver a pisar los empedrados granadinos antes de irse definitivamente.

Aunque pasaban los años y los achaques , Matilde Cantos no cejó su lucha por restituir los derechos al pueblo español. Siguió trabajando en la clandestinidad, también por recuperar los derechos laborales que la pertenecían por haber trabajado en las instituciones republicanas. Se integró en la vida social y cultural de Granada, haciéndose notar enseguida por su capacidad dialéctica y una simpatía que la hacía de querer. Tuvo fuerza para realizar un libro en forma epistolar, donde se autonombraba, Doña Nadie. Explicó a su biógrafo, Antonio Lara Ramos, que no se sentía importante, solo hizo lo que tenía que hacer en el momento necesario.

Cuando entendió que no la quedaba mucho quiso marchar a la Vega, al pueblo de su amigo Federico, en Fuente Vaqueros, donde se ingresó en una residencia ya que no quiso nunca depender de familiares hasta que el un veinticuatro de noviembre de 1987 murió. Está enterrada en Granada y su vida nos ilumina para seguir la lucha sin cansarnos ni aburrirnos.

María Toca Cañedo©

 

-Con mi total agradecimiento a Israel Gallego, y miembros de la familia  Cantos, que se volcaron en ayudarme a que esta pequeña biografía saliera relativamente bien. Conocer la vida de Matilde Cantos ha sido tan grato y enriquecedor que no puedo menos que daros las gracias por la confianza.

-Con el cariño que  conoce de sobra, a mi hijo Carlos que me acercó este personaje y las innumerables charlas que nos enriquecen.

Bibliografía

Cartas de Doña Nadie a Don Nadie, Matilde Cantos Martínez

Matilde Cantos Fernández, su Biografía, Antonio Lara Ramos.

https://www.lapajareramagazine.com/matilde-de-la-torre-parte-primera

https://www.lapajareramagazine.com/matilde-de-la-torre-parte-segunda

Sobre Maria Toca 1741 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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