Matilde de la Torre
Agradecimiento infinito a Ramón Viadero quien me ha descubierto, como tantas otras y tantas cosas, a esta gran mujer que es Matilde de la Torre. Ramón Viadero, ha editado, estudiado hasta la obcecación que produce la admiración a la de Cabezón, trasmitiéndome el entusiasmo, solventando mis dudas y confirmándome su grandeza.
Agradecimiento también a Antonio Martínez Cerezo de quien he aprendido a través de sus ediciones y críticas a valorar en toda su entidad a Matilde de la Torre.
María Toca Cañedo
Poco imaginaba la niña que correteaba por las callejas de Cabezón de la Sal o que saltaba salvajemente con su caballo por los pueblos colindantes que el futuro la deparara las vicisitudes con que jalonó su vida.
Matilde de la Torre es una mujer poliédrica, diversa, de una talla intelectual enorme, con una erudición fuera de lo común entre la intelectualidad de la época. Aunque no se formó de forma académica, nos consta los conocimientos amplios de la cultura y la literatura clásica, de filosofía, seguidora confesa de Ramiro de Maeztu y de Ortega, conocía ampliamente a los alemanes, sobre manera a Martin Heidegger del que era seguidora así como de los anteriores.
Matilde nace en Cabezón de la Sal un catorce de marzo de 1884. Su familia tiene posibles, el padre, Eduardo de la Torre, era el notario del pueblo. Su madre, Ana Gutiérrez Cueto pertenecía a una familia hidalga, liberal y relacionada con el periodismo. El abuelo, Castor Gutiérrez Cueto, de gran influencia en la juventud de Matilde, fundó La Abeja Montañesa y su tío, el Atlántico, periódicos de difusión regional, ambos, con talante conservador y de marcado carácter regional. En el primero publicó Pereda algunos de sus relatos. Era prima de María Blanchard y de Consuelo Bergés, además de estar emparentada también con Concha Espina, que la retrata en uno de los personajes de la novela Agua de Nieve, como una mujer salvaje, decidida, resolutiva y muy leída.
La madre de Matilde adoraba la música y tocaba el piano. Quizá nuestra Matilde, se llevara en su triste final, las bellas imágenes que de niña viviera en la casa familiar. La madre tocando el piano, cantando canciones populares montañesas mientras el brioso nordeste del Cantábrico agitaba las ventanas del amplio salón empapelado de libros. Libros que la niña Matilde devoraba. Libros que tuvieron un triste final. Pero no adelantemos.
Aprendió latín, griego, inglés y francés de forma, posiblemente, autodidacta manejándose perfectamente en estos idiomas. Entonces las niñas no iban a la escuela. Las pobres porque desde bien pequeñas trabajaban y las ricas o alta burguesía, como podría calificarse a Matilde, porque tenían preceptores en casa. Se las enseñaba a tocar un instrumento, prácticas sociales, coser, y hablar con recato. Todo en función de la búsqueda de marido.
La madre de Matilde murió siendo ésta muy joven. La muerte parecía tener querencia por la familia de la Torre, porque se llevó a todos los hermanos, menos a Carlos, con el que la unirían lazos inquebrantables y al que siempre cuidó con esmero debido a su salud quebrada. El padre, emperezado por la pena y la gestión de su notaría, además de la hacienda, la dejó campar libremente forjándose un carácter libre, indómito y rebelde sin más cortapisas que el decoro y la lectura de los innumerables libros de su biblioteca.
Tampoco vivió mucho el patriarca, y al fin quedaron ambos hermanos solos, o no tanto, porque su amplia familia cuidaba y protegía a ambos jóvenes. Matilde, desde niña no encajaba dentro de los cánones patriarcales que en la época eran tan estrechos que ahogaban. Siempre mostró gran inteligencia, carácter independiente e indómito y sobre todo, un amor por la cultura que la llevaba a leer y estudiar durante horas.
Se educa a si misma entre los libros de la biblioteca familiar además de aprender a amar a la tierra correteando libremente por ella sin obviar que el abuelo debió influir en sus lecturas y en el amor a la literatura. Eran famosas sus correrías a caballo por los pueblos limítrofes con Cabezón, que, a la muy recatada Concha Espina, alteraban por no ser típicas de una señorita bien. Como si a Matilde le importara ser señorita bien.
El ansia literario se manifiesta pronto. Coinciden todos los testimonios de los que la conocieron y disfrutaron, en decir de ella que su conversación y más tarde sus conferencias y mítines eran excelsos. Matilde poseía un bello timbre de voz, un verbo fácil y una forma de decir que convencía hasta los escépticos.
Su faceta más conocida y menos molesta es el amor al folklore, por lo que me perdonarán pero lo citare de forma somera. Descubrió, por ejemplo, la danza de Ibio (les hago el inciso, de que poco sabían los que organizaban los Coros y Danzas de la Sección Femenina, durante la dictadura y nos hacían bailar a las nenas que entonces estudiábamos, que esa danza procedía de la investigación de mano tan izquierdosa y revoltosa. A veces la ignorancia salva)
Creó en Cabezón, el coro de Voces Cántabras con el que actuó por diversos sitios, incluido Londres, tal como quedó reflejado en uno de sus libros. Descubría y sacaba a la luz nuestras raíces cántabras estudiando con pasión la etnografía de una tierra a la que amaba profundamente no sin constatar una triste realidad que reflejó en sus escritos. No era un amor ciego ni folklórico el que Matilde de la Torre sentía por Cantabria, al contrario, se trataba de un aprecio crítico, para mejorarla, limar su pereza social y avanzar en derechos y en progreso. Su implicación la llevó a buscar, incluso, inversiones que paliaran la precariedad que se padecía en su zona. Para ello realizó gestiones para que la empresa de Hilaturas se instalara en Cabezón de la Sal, saliendo en una ocasión al encuentro del rey junto a gente que la acompañaba en solicitud de servicios, Sobra decir que Alfonso XIII ni reparó en sus demandas.
Amante de la cultura como era, tuvo la idea de formar a los/as jóvenes según sus conocimientos. Inspirada en la Institución Libre de Enseñanza crea una escuela en su pueblo, La Escuela Torre. Al no tener la titulación que la capacitase para impartir enseñanza fue necesaria la colaboración de su amada prima, Consuelo Bergés, que había estudiado Magisterio, en la Escuela Normal de Santander. Cómplices de ideas y de caracteres como eran, cedió el título para que, Matilde, pudiera poner a rodar la escuela. En las clases que impartía se aprendía a vivir, a pensar, a ser libres, además de literatura, lenguas clásicas, historia… La docencia, cuando el tiempo lo permitía, se realizaba en el amplio huerto de la casa familiar de los Torre. Imagino que quedará alguien que aun recuerde como se aprendía a vivir con ella. Formó en su hogar un ágora a ejemplo de los formados en la Grecia clásica, donde los/as jóvenes aprendían con la experiencia y la sabiduría de la profesora.
Matilde de la Torre, en su juventud, como consecuencia de su procedencia burguesa, tenía ideas conservadoras. Nos encontramos con escritos de ella de los que luego abjuraría que exponen un cierto conservadurismo. Dicen que con la edad la gente se modera, pero no siempre. El caso de Matilde fue inverso, claro que tuvo mucho que ver su clara inteligencia y la constatación del mundo real en el que vivían millones de personas, en la más absoluta precariedad.
Su honesta opción fue tomar partido por los más débiles, no tanto por cuestión ideológica como de bonhomía. Hija de su época, en su juventud se mostró reacia al sufragio universal por parecerle injusto que valiera lo mismo el voto del iletrado que el del sabio. También reconocemos, en sus primeros escritos, cierto tufo etnocentrista que luego matizaría conforme los conocimientos y la experiencia subyugaran las creencias primigenias.
Cuando le llega la hora de matrimoniar, creo (apreciación personal que les ruego no tengan muy en cuenta) que no debía de tener muchas ganas de ello. Se escoge a un primo por parte de madre que vive en Perú, Sixto Gutiérrez Cueto, que nos confirman familiares, tenía una relación anterior manteniéndola en paralelo, incluso un hijo natural. Se casan por poderes y marcha la buena de Matilde de camino al tálamo nupcial, como se hacía en la época.
Llega al país andino y en pocos días, la viveza de la de Cabezón, se da cuenta que el tipo con el que se ha casado ni está por ella ni se espera mayor decoro matrimonial. Como hemos dicho, no era la de Cabezón partidaria de componendas, y ver que además de la suya, existía otra familia paralela no debió de complacerla. Le planta sin mayores retahílas. Justo a los quince días de haber llegado marcha dejando atrás ese falso matrimonio. En alguna triste ocasión he leído por ahí que el matrimonio no fue tan malo…incluso se ha publicado algún artículo blanqueando esa unión nefasta y desgraciada. Falsedad que queda ampliamente demostrada leyendo el testamento que dejó Matilde, donde desacredita con contundencia al interfecto, negándole cualquier atisbo de perdón por el abandono y la desatención mostrada durante todos los años siguientes al matrimonio, máxime los duros momentos que vivió en sus últimos tiempos. No debemos falsear la historia dulcificando hechos que se empecinan en llevar la contraria a los intereses espurios. Además de ser una grave falta de respeto a la persona que fue Matilde de la Torre.
Desecho el matrimonio de Perú marcha a Chile donde sigue publicando artículos en prensa que envía también en España. La dictadura de Primo de Rivera campa en su país por lo que es aconsejable seguir allende los mares hasta momentos más propicios que llegarán con el advenimiento de la II República.
Y es precisamente durante la II República cuando abre sus pulmones a los cambios políticos y sociales. Ya había escrito bastante, sobre manera, destaco el magnífico ensayo de Don Quijote, rey de España, donde hace un repaso a la historia de nuestro país concluyendo ideas que tienen una validez sorprendente contando la época en que fue escrito. No obstante, fue durante el tiempo republicano cuando el ingenio de Matilde, se dispara tomando conciencia de clase ya que sus ojos y su percepción se mantienen abiertos al mundo. Comprueba qua hay niños trabajando, que la miseria abrasa a grandes masas de población y descubre que las mujeres tienen muchas y variadas cortapisas.
Escucha y entiende a Clara Campoamor, que en sus discursos y escritos insiste en que solo se aprende a andar andando. Que la libertad y la democracia se asientan con la práctica y comienza la militancia política de forma consistente. Matilde de la Torre se empapa de lo que la rodea, del conocimiento ajeno metabolizando y sacando sus propias conclusiones.
En 1931 se da de alta en la Agrupación Socialista de Cabezón. A la vez que ocurre su despertar feminista (aun con las limitaciones de la época) haciéndose evidente en su obra literaria aunque ya en 1917 escribió el premonitorio e ilustrativo libro El jardín de las damas curiosas, del que luego ampliaremos información ya que se ha reeditado.
Matilde de la Torre, tiene un estilo literario casi forense. Es escritora política, militante. No quiero decir con esto que su prosa no sea hermosa, que lo es, pero afina las palabras con la precisión de cirujana para decir lo que quiere de forma hermosa. Les aseguro que, me ocurre lo mismo que con otra grandiosa mujer cántabra, Matilde Zapata, me hace lamentar mucho su perdida y la triste situación histórica a la que se enfrentaron porque de no ser así, de haber tenido tiempo y lugar, hubieran sido grandes literatas y grandes periodistas. Matilde de la Torre, lo fue, porque vivió más que Zapata, pero creo que hubiera desarrollado mucho más talento de no haber tenido que prestar atención a las urgentes condiciones sociales que nuestro país vivía.
Como hemos citado, su primera obra, homónima sobre una pintura de María Blanchard, Jardín de damas curiosas: epistolario sobre feminismo, se edita a muy temprana edad. A partir de entonces, comenzó a escribir diversos ensayos, entre los que destacan el citado, Don Quijote, rey de España (1928) o El Ágora (1930), en los que elogiaba el régimen político de la Restauración, la corriente del regeneracionismo, y autores como Ortega y Gasset, aunque se considera subsidaria de Angel Ganivet y nos muestra la extraordinaria erudición citada más arriba.
Tal como hemos dicho, con el advenimiento de la República a Matilde le va hirviendo el gusto por la política. Entabla una amistad fraterna con Indalecio Prieto y con su hija María, que la visitarán y pasarán jornadas en su casa de Cabezón. Le marca también profundamente la amistad con el doctor Madrazo, el anciano que ha pretendido modernizar la medicina y la higiene con sus amplios conocimientos y bonhomía. Ambos se hacen inseparables comentando detalles de salud, alimentación, higiene. Ya les digo que si algo destaca en la de Cabezón es el espíritu renacentista. A Matilde de la Torre le interesa todo, se empapa de todo y nada le es ajeno en su concepto regeneracionista de la vida. Nos imaginamos las charlas interminables que bajo las arboledas cántabras degustarían esos amigos.
Su casa se convierte en refugio y descanso de importantes intelectuales y políticos. Y su amigable personalidad le hace acoger a todos con amor. Con la otra Matilde, la Zapata, también entabla amistad, nombrándola, ésta, en algunos de sus artículos con rendida admiración. Convierte su finca de Cabezón también (como antes con los jóvenes alumnos/as) en ágora en donde recibe visitas de gente de la política y la cultura. Al igual que antes había sido San Quintín, la casa de Pérez Galdós, que triste coincidencia tuvieron el parecido final de una dolorosa desaparición de esos hermosos núcleos históricos y culturales. Esta Cantabria nuestra, tan conservadora y que no sabe conservar…
María Toca Cañedo
Continuará…
Hay dos fotos que no corresponden a Matilde de la Torre. La tercera y la octava. Por favor revise. Gracias
En cuanto a la octava si ve el pie de foto, comprobará que es Matilde y Maria. En cuanto a la tercera… comprobaré porque figura en archivos como Matilde de joven. Gracias.