No juzgues a una persona enferma.
No tienes ni idea de los desafíos por los que está pasando.
No juzgues si tiene «buen aspecto«, si ha decidido seguir un protocolo de salud poco ortodoxo bajo tus criterios o si se queja mucho.
Si no «hace» lo que tú harías ni lo enfrenta con tus estrategias.
Si pasa el tiempo y no mejora.
Si a veces llora sin motivo médicamente justificado.
Si un día te comenta un síntoma y a la semana otros, erráticos y sin dirección.
No juzgues lo que no sabes.
No estás en ese cuerpo cada día, cada momento de ir a dormir y no poder, cada mañana tratando de enfrentar las exigencias laborales o luchando contra el sistema de bajas sanitarias que penaliza la enfermedad.
Luchando contra la idea establecida como tatuaje indeleble de que quien enferma es responsable de su enfermedad.
Luchando contra los pareceres absurdos, enfrentando a quien empieza las frases con una aseveración y no una interrogación curiosa.
No juzgues.
Pregunta.
Apoya.
Y si no te nace o no quieres estar cerca de quien lo está pasando mal, es respetable.
No tienes ni por qué reforzar o dar ánimos constantes.
No es necesario. Tan sólo no juzgues y sigue tu camino.
Las personas enfermas quieren estar sanas y poder vivir una vida digna.
No tener que justificarse o pedir perdón por no encontrarse bien.
El juicio y las opiniones vacías no ayudan a poder transformar el padecer estancado en agua transparente.
Buen día, otro día de salud emocional feminista y buen trato.
María Sabroso.
Demasiada razón en este comentario.