Primero escribí un tuit en estado de máxima indignación, como se escriben los tuits que más éxito tienen. Cuando iba por 12.000 retuits, y vistas algunas de las respuestas, me puse a pensar. Siempre hay que pensar antes de escribir nada, nunca lo hacemos.
Las declaraciones de Carlos Santiso se produjeron en privado y hace años. En general no soy partidaria de que las declaraciones privadas salgan de ese ámbito y te persigan para siempre. No lo he sido nunca. Todo el mundo es susceptible de decir una burrada y aunque las burradas te califican (esto es así), obviamente no es lo mismo decir una cosa que hacerla; se puede cambiar de opinión, se puede aprender, se puede reconocer el error, se puede estar haciendo una broma de mal gusto, se puede estar haciendo el machito, se puede estar mintiendo. Uno puede ser un machista irredento y si no contraviene la ley, tendrá derecho a tener una vida.
Una cosa es que no se te persiga legalmente, ni se te encarcele, ni se te multe como pienso que no se debe encarcelar, ni multar, ni perseguir al cómico que hizo aquel espantoso chiste de las personas con discapacidad ni a ningún cómico. Un chiste o un comentario sobre violaciones -aunque sea asqueroso- no debe conllevar sanción penal. Otra cosa distinta es la sanción social, que esa es incontrolable. Si tienes una opinión que está duramente deslegitimada socialmente, en general para bien, y aun así quieres expresarla te arriesgas a que salga a la luz, se conozca y recibas una dura sanción social. Eso es normal, inevitable y, por lo general, es un avance ético. La sociedad va construyendo sus barreras éticas a base de, entre otras cosas, ir deslegitimando opiniones que cada vez más nos parecen repugnantes. Si no te gusta que te critiquen, no hagas ese chiste, no lo dejes por escrito, no lo cuentes. Lo mejor sería que no lo pensaras, pero eso es cosa tuya. Si te gusta provocar, hazlo y aguanta. La sanción social y la legal son cosas distintas. Si los chistes de violación ya no hacen gracia, no los hagas. Si ves que lo que dices hiere a gente, no lo digas. La pugna por la legitimidad de la opinión es algo que se va construyendo día a día y es fruto de batallas sociales en una y otra dirección, y tiene avances y retrocesos.
En muchos aspectos las declaraciones de Carlos Santiso son como un puñetazo. Nos muestran un pensamiento patriarcal en estado puro, nada contaminado por el miedo o por la prudencia, son en privado y a un círculo que se supone que las comparte. Son declaraciones que no se escuchan públicamente a menudo, aunque sepamos que hay personas que piensan así. En cierto sentido son “perfectas” para demostrar algunas cosas que a veces se quedan en la teoría. Aquí se bajan a tierra. Son como un puñetazo por varias cosas: la primera, la falta de empatía con una menor violada por varios hombres. Pura cultura de la violación. Alguien que banaliza una violación de esta manera, cualquier violación, pero parece que una menor tiene aun menos recursos para soportarlo, parece un ser humano sustentado por una armadura patriarcal férrea y muy antigua que a veces pensamos que ha desaparecido. Pero no, está ahí. Esa niña, para Santiso, es una cosa.
En segundo lugar porque muestra fría y tranquilamente, sin pasión, algo a lo que es complicado asistir antes de que se produzca; a lo que es complicado acceder cuando aún es teoría y no ya como delito cometido, cuando la rabia, la barbarie o la indignación, lo manchan. Santiso dice, fríamente, que violar entre varios a una mujer contribuye “a hacer equipo». Toda la teoría feminista de lo que significa para los hombres la violación o el sexo en grupo condensada en una frase. La cultura de la violación en su máxima expresión. Es que es así, es que así ha sido siempre. Es que violar juntos “hace equipo”, contribuye a sostener la masculinidad unos de otros, a reforzarla; contribuye a, mediante la exhibición del sexo sobre un cuerpo convertido en cosa crear ese sentimiento de hermandad que se busca. Soy un hombre porque me habéis visto serlo; y yo te he visto a ti y doy fe de ello. La masculinidad tradicional necesita ser validada por otros hombres, espectacularizada para que tenga el efecto deseado; y así, validándose unos a otros con el cuerpo de una mujer como intermediario, serán hermanos, se sabrán hombres; la fratria a pleno rendimiento. Si el deporte de equipo tradicionalmente ha estado vinculado a ser muy hombre, nada mejor que forjar lazos entre ellos con la mediación del cuerpo femenino. Los lazos que debe crear violar en grupo producen seguridad, autoestima, fuerza, solidaridad masculina. La frase de Santiso servirá durante años para explicar el papel de la violación (o del sexo) grupal en la construcción de la masculinidad fuerte con la que el deporte está muy relacionado. Habremos ganado mucho cuando los hombres heterosexuales dejen de pensar el sexo como algo que se hace con los que miran, con aquellos a quienes se cuenta, como una hazaña bélica, para pasar a vivirlo como un gozo compartido con la otra.
Por último y esto es importante, una periodista me hace esta pregunta: ¿este señor merece ser despedido por unas frases dichas hace años y en privado? Ha pedido perdón de manera convincente, reconocido su machismo y pide “no ser destruido como ser humano”. Y me quedo pensando en eso. Lo primero que me sale es explicarle que la niña de quince años violada por tres jugadores es también un ser humano, cosa que suele olvidarse cuando se banaliza una violación. Después, en general, siempre pienso que todo el mundo puede cambiar y que igual que un tipo que hace chistes sobre violaciones no tiene que ser juzgado ni multado, (la crítica social es algo con lo que tendrá que lidiar, cosa suya) yo no me metería en si es o no despedido. Pero es aquí donde creo que el contexto es fundamental. Si fuera jardinero me daría igual que fuese despedido o no, pero es entrenador de un equipo de futbol femenino.
Poner a un machista al frente de unas jóvenes deportistas que soportan cada día una cantidad ingente de machismo, sólo por ser intrusas en un mundo masculino, es una perversión. Las mujeres deportistas necesitan y merecen técnicos que crean en la igualdad, que las animen, que empaticen con sus problemas, que las valoren como deportistas y que defiendan su papel en el deporte. Un tipo que piensa que violar a una mujer contribuye a hacer equipo (masculino) no está capacitado para estar al frente de un equipo femenino. Y por último, parte de la responsabilidad de que esto haya pasado la tiene la directiva que contrató a este señor conociendo ya estas declaraciones. Y si indagamos un poco, veremos que la directiva que contrato a este hombre es la misma que niega a sus jugadoras derechos laborales y deportivos que si ofrece, en cambio, a sus jugadores. Todos los machistas se conocen, se reconocen y se gustan.
Beatriz Gimeno
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