Cuesta reconciliarse con la que me mira desde el espejo
con ojos expectantes, esperando que la reconozca
al primer golpe de vista.
¿Quién es esa extraña que me contempla compungida?
¿De quién son esos ojos verdosos, cristalinos
a los que le falta la luz y la alegría?
¿De quién es el pelo blanquecino?
¿y esa mueca agria, alimonada, de unos labios
surcados de caminos?
La piel, manchada, envejecida…
¿de quién son esos colgajos?
Se trata de una mujer con gesto adusto,
fría, ajada por el desencanto y la memoria,
quizá fijándose mucho, aún guarda algo de esperanza
en una alacena, oculta,
bajo nubes de la amarga memoria concentrada.
Mas, me fijo y no la reconozco.
No sé quien es, la que mira desde mi espejo.
Es una extraña, desconocida, espuria, antipática
con suficiencia y extrañeza,
mientras me intenta convencer de que soy yo…
o la miasma amarga y caduca
en que el tiempo, sin querer, me ha convertido.
No la creo, cuando dice que es mi imagen…
creo que es solo un fantasma,
irreal, metafísico y maligno
que viene a mi casa con el único fin
de arrastrarme a un abismo
inabarcable de desasosiego y enojo conocido.
Me resisto, me niego
-No te conozco- le grito
Ella sonríe muy ladina
y me responde con sarcasmo
-más vale que acostumbres a tus ojos
a esta imagen. Eres tú, aunque te pese,
aunque no quieras, esta que ves eres tú.
No la de antes
que se diluyó en el espeso mar
labrado entre la desesperanza y el olvido.
María Toca
Santander-14-02-2020. 11,00.
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