Maritere se levantó ese día con una decisión tomada de firme. Consultaría con un psicólogo/a. No es que necesitara terapia, que quizá también, es que era imprescindible que le aclarara ciertas cosas.
Antes de seguir, les aclaro quién es Maritere, para que no anden perdidos. Maritere es una moza no joven, pero negándose en redondo a que la consideren vieja, porque ella en su cabeza se sigue viendo la quinceañera buenorra que fue en el milenio pasado. Que vamos a ver -se dice ella misma a veces porque Maritere es muy de hablarse- que estás pasadica, hija, pero de buen ver. Y sobre todo, a Maritere lo que le molesta mucho es pensar en retrogrado. Vamos, que no se lo permite. Si queréis ver a Maritere mordiendo tierra, digan eso de que “la juventud de ahora…” Ahí se enerva y regurgita que ella prefiere mil veces a lo de ahora que al prójimo oxidado y un tanto resentido de su generación y de la siguiente. Porque Maritere es moderna de vocación.
Lo que también es Maritere es mujer de acción. Para ella no existe el “tengo que” “voy a” Sino, el “se tiene que hacer y se hace” Y para más inri se erige en alma proactiva con cada cosa que se le ocurre. Para Maritere no hay acción imposible, todo se puede hacer con empeño, y si se tuerce se intenta con más y mejor fuerza. Cuando el empecine no la sale, Maritere, no pierde tiempo y se dice “no estaba de ser” Y sigue con otro empeño. Así es de complejita Maritere, que no se piensen que es miel sobre hojuela se así de intensa.
Por eso lo de que hoy se levantara con idea de consultar a un psicólogo no es banal. Después de un frugal desayuno, porque a Maritere la gusta comer pero más le gusta cuidar su salud …y su línea, todo hay que contarlo porque hemos quedado en que les refería quién es Maritere de verdad; y añosa es, pero coqueta también. Como digo, después de desayunar, Maritere, se pone cascos, conecta algún podcast instructivo (comprueben lo dicho antes, Maritere, es moderna, aunque tenga que tapar canas con L`oreal) conecta vaporeta y aspiradora esgrimiendo la ecológica tal que si blandiera la bandera (republicana of course, porque Maritere es zurda a tope) y comienza el arrebato de limpieza general. Confirmamos que Maritere, además de añosa, moderna y resolutiva, es limpia como la patena, le gustan las cosas en su sitio y tiene su casa como los chorros del oro. Además, Maritere, mientras limpia o cocina, medita. Realiza un midfulnes de aquí te espero blandiendo mocho y bayeta. Pasa revista a sus días y noches, revisa su oculta conciencia y repasa errores y acicates futuros. Para mejorar, dice ella.
En ese rato de meditación, Maritere -que les recuerdo, se levantó con la decisión explicada- se aclara los porqués de la necesidad de consulta a psicólogo/a experimentada. Y es que Maritere lleva una época difusa y confusa. No, perdón, no es una época, es de siempre. Desde la tierna infancia observó (Maritere es muy de observar) que produce una animadversión en sus semejantes que no entiende.
Recuerda, por ejemplo, que tributó a la sádica diversión de algún compañero que le tiraba de las trenzas hasta llegar al arranque de no mediar sus gritos de socorro. O como algún profesor/a la tomaba con ella sin mayor motivo porque fue alumna modélica y estudiosa por demás. Luego creció y siguió la racha. Conocía a gente, mostraba sus ganas de amigarse hasta que alguien o alguienes le mostraba una ferocidad en ataques sin motivo ni mayor razón.
Hoy, Maritere, pasando la aspiradora por debajo del colchón revisa sus acciones y no encuentra motivo para dicho enconamiento. Hacía los favores que podía, en tiempos, dejaba la casa a amigos, ropa a estrenar a quien le pidiera, y hasta dinero, que más de una vez lamentó la falta de entendimiento a la hora de la devuelta. Intentaba facilitar la vida a quien se le acercara, porque “si se puede hacer, se hace” Daba igual. Por más que se esforzara, a Maritere le brotaban enemigos/as del bancal sin venir a cuento.
Por no extendernos con la historia de Maritere, en el lapso de no más de diez días, tuvo que despedirse de un trabajo por un ninguneo y desprecio por parte de sus jefes, con la complicidad de alguien a quién Maritere estimaba mucho. Y se marchó. Porque eso sí, Maritere era de irse de los sitios cuando observaba que se desataba el infierno.
Fueron dos horas amargas en las que decidió que no merecía la pena. Otro día, en la misma semana, a Maritere, la invitaron a un grupo para hablar. Hablar de cosas que a Maritere la interesan y al grupo también. Maritere, observó que la otra gente iba muy preparada, con apuntitos, con citas de gente importante, con discursos elaborados…y, a criterio de Maritere, aburridos hasta el bostezo. Ella no llevó más que su espontaneidad porque la charla era general y pensó que mejor mostrar los pensares que elaborar discursos con dialécticas un tanto tediosas y vacías de contenido. Para eruditos ya estaban los otros. Se dijo, ufana.
Se formó una buena tangana, recordaba Maritere, dando chupinazos de vaporeta en los armarios y refrotando con la ecológica las puertas hasta la eliminación de cualquier mota de polvo, tanto que casi se levanta el barniz dejando las puertas en los mismos cueros. Por detrás, como se suelen hacer estas cosas, a Maritere le pusieron de chupa de domine. Que Maritere era una retrograda, poco fiable y enemiga de los íntegros grupos que poseen la verdad absoluta, que Maritere no tenía discurso, que Maritere…
Y, según ella recuerda, dos o tres personas (masculinas, claro) que estaban con ella, dijeron más y mejores insensateces que ella sobre el mismo tema. Es más, Maritere por mucho que se estruja el cerebro no encuentra motivo ni argumento para la critica acerva del dueño de las esencias ideológicas (antes llamados comisarios políticos, o hijos de Beria o de la KGB) apuntaba con cierta confusión mientras refrotaba el baño lustrando azulejos a golpe de vapor y a bayetazo limpio.
En este ultimo años, Maritere, abre su memoria mientras la vaporeta bufa por falta de agua, le ha pasado mucho. La han acusado de ser mala con los/as anarquistas (Maritere se considera casi una libertaria de las de Emma Goldman por lo de ácrata y bailona) de no respetar la verdad histórica (Maritere mete muchas horas de estudio) que puede ser cierto, pero los/as acusantes jamás la justifican los errores, cosa que se debería de hacer, porque más parecen un Aldama, o un Negre de esos que escupen balas sin motivo ni causa, que formales censores jurados de cuentas. Y Maritere se sigue yendo de los sitios, pero le falta entender por qué pasan las cosas y no comprende las acusaciones sin justificar. A esta altura, Maritere cree que a lo mejor es que no gusta el perfume que usa, pero no, porque a lo largo de los años lo ha cambiado mucho. O también, se sugiere a si misma, es probable que tenga halitosis y que nadie se atreva a decírselo. O que la sobaquina suelte reflujos poco amables. Vaya usted a pensar…
Refregando el suelo, escuchando el podcast que la ayuda a reflexionar, Maritere, se vuelve a decir a si misma, que su vida social parece como si un animal (loba, por ejemplo) anduviera perdida por el monte y al acercarse a un grupo con ganas de integrarse, los gregarios de dicho grupo detectaran al momento que era ajena. Extranjera, outsider, que dicen en la Anglosajonia, y a mordiscos y cojetones le demostraran que no era bienvenida.
¡Qué va! se dice la pobre Maritere. El ser humano está más evolucionado que todo eso…O no. A lo mejor, ella pertenece a una raza de otra galaxia extratemporal que en llegando a la tierra cántabra la tomaron por ser vírico agresivo mostrando, los/as autóctonas, su agresividad con ataques poco ortodoxos.
Y por eso, Maritere, va a buscar mañana mismo un buen psicólogo/a para que le explique qué coño pasa y qué puede hacer para no sufrir ataques destemplados por parte de gente que, a priori, nada tiene ni debieran tener contra ella.
La casa reluce como patena y Maritere, se dice, que a lo mejor si lo escribe o se lo cuenta a la escribidora María Toca, vecina del portal de La Leva, lo mismo se le aclaran las causas de semejante guerra. Porque Maritere se aburre de tener cada poco guerritas inútiles y de obligarse a renunciar a sitios en que la gusta estar.
La escribidora, esta que lo es, la contempla con enigmática sonrisa y le asiente con la cabeza. Le dice que cuando encuentre al psicólogo y la de cita, que se lo avise para acompañarla, de esa forma les hacen un dos por uno y se abarata el invento.
Algo debe de tener la transcriptora de los pensamientos de Maritere, que la identifican un poco con ella, piensa ésta, mientras recoge el cable de la aspiradora, desenchufa la vaporeta, contemplando su hogar para, seguidamente, sentarse a comer reconfortada por la decisión.
A ver si Maritere encuentra respuestas en la consulta. O se entiende a si misma, que también.
María Toca Cañedo©.
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