Aquella tarde sevillana de cielo velazqueño y sol abrasador, nos encontró a casi 2.000 personas en el Muelle de la Sal, a orillas del Guadalquivir, muy cerca del famoso puente de Triana. En Sevilla el sol de justicia es compañero habitual, y en política, las dificultades para la izquierda nunca lo han sido menos.
El fin de fiesta que todos esperábamos era la intervención de Julio Anguita. Se puso tras el atril con el logo moderno de IU; gesto serio y mirada serena, americana beige sobre una camisa blanca con el cuello desabrochado y comenzó a hablar.
Aquel líder de enorme carácter, que siempre se esforzaba en las distancias cortas por tener una palabra amable con todo el mundo, comenzó a desgranar junto al río, la teoría que ya empezaba a sonar de las dos orillas. Explicó como el PSOE junto al PP ocupaban la orilla derecha trufados de neoliberalismo. Contó también que en la orilla izquierda, estaba IU al lado de los trabajadores e invitó a que en esa orilla atracasen sin ambages las centrales sindicales. Nos invitó a considerar que la política no era una tarea de líderes, sino una labor colectiva de todas y todos, desde abajo y para el pueblo. Los aplausos eran atronadores. El sol picaba menos y las dificultades para la izquierda parecían alcanzables en su resolución. Dio la bienvenida a la creación dentro de IU a ALEAS, primer grupo LGTB del Estado español, y nuevamente los aplausos llenaron el Muelle de la Sal de emociones contenidas, de esa parte de la sociedad que había tenido que vivir de espaldas, y haberse dejado durante el franquismo y hasta ese momento, muchos pelos en la gatera.
Salimos de allí sintiéndonos capaces, creyendo en el sorpasso posible y por la izquierda y convencidos de que lo íbamos a lograr.
Anguita siempre dijo que teníamos enfrente a un enemigo muy poderoso, a un enemigo que lo controlaba y manipulaba todo y, también en ese análisis fue certero. Ese enemigo que temía mucho al Califa Rojo, comenzó a desacreditar sus capacidades, a decir que era un lunático, un poseído. La prensa obedeció y dio pábulo a todo aquello. Luego le tribuyeron la famosa pinza con el PP, aunque jamás nadie mencionó que el PSOE había votado muchas más veces junto al PP que las que lo hizo IU.
Luego mataron a su hijo Julio, periodista en la invasión de Iraq por parte de los Estados Unidos, y tal vez, lo peor que a un padre o a una madre puede ocurrirles, acabó de magullar su ya maltrecho corazón. Suya es la frase que pronunció en la conferencia que impartía la tarde en la que le dieron la noticia. “Malditas sean las guerras y quienes las hacen”.
Julio Anguita ha sido capaz de defender de manera contundente sus postulados, pero siempre con la pedagogía propia de un maestro. Nos ha dejado multitud de enseñanzas, y su insistente reivindicación del debido cumplimiento y respeto a todos los contenidos de la Constitución española que reconocen los derechos sociales de los españoles y españolas, y la imprescindible soberanía económica de nuestro país.
Cuando nuestros mayores nos dejan, es a la siguiente generación a la que le toca recoger el testigo de sus luchas más justas. Se abre ahora para la izquierda esa maravillosa oportunidad, a sabiendas ya, de que el enemigo es muy poderoso, y hoy, incluso con las muestras de respeto de buena parte de ese enemigo.
La izquierda te llora Julio, pero la izquierda levanta su cara y su puño en tu honor.
Víctor Gonzalez Izquierdo
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