La narrativa de la excelencia, la que se nos muestra por doquier en las redes o subrepticiamente a través de mensajes de perfección, de vidas idílicas como un set de publicidad impecable.
La narrativa de la excelencia, la de las personas muy top, que tienen pareja top (de esas que suman, claro), criaturas muy top con mucha inteligencia y las dosis justas y divertidas de rebeldía, un empleo escogido y top con dosis de emprendimiento, una casa actual mejor que la anterior, muy top también, una red de amistades pocas pero elegidas porque son las únicas top que entienden a las personas top, unas maternidades top y en definitiva una vida en la que el mejoramiento personal es el camino, el horizonte y la meta, es propia de un sistema narcisista, que propicia la auto explotación y la culposidad.
La omnipotencia de pensar que todo depende de uno/a y de las supuestas cualidades que tenemos individualmente puestas a nuestro servicio es falaz y supone un delirio.
Con un sistema capitalista explotador, con un modelo de vida extractivista en el que solamente mantener el día a día, pagar lo que cuesta existir y sostener la salud mental y física ya es agotador y heroico:
Haz lo que puedas, lo mejor que puedas, hermana.
Haz lo que puedas, lo mejor que puedas y descansa en eso.
Con la maternidad, la sexualidad, el crecimiento personal, el empleo, la casa en la que vives, la vida en pareja, la crianza.
Descansar en eso no es auto indulgencia ni pereza.
A quien quiera vivir autoexplotándose, puente de plata.
Quien se considere excelso/a, tenga espíritu de número uno y el afán demostrativo de sus cualidades inigualables le pueda, puente de plata.
El resto de las mortales hacemos todo lo mejor que podemos y nos bajamos de la fantasía de perfección.
La jerarquía de la excelencia para quien la compre.
Ser top es carísimo.
No me salen las cuentas.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
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