Hace unos días, en la víspera del 23 de abril, Antón Castro nos preguntó a algunos autores y autoras por aquellos personajes literarios que se nos hubieran quedado clavados en el alma. No dudé ni un segundo. Hay pocos tan conmovedores y sencillos como Stoner, el chico de granja que descubre la literatura y se enamora de ella para siempre.
Stoner es el hijo único de unos granjeros que llega a la universidad con el honorable y muy aburrido propósito de convertirse en perito agrónomo. Pero allí se cuela casi por azar en una clase de literatura y descubre la belleza de las palabras, de las obras que otros escribieron antes para dialogar en ausencia con los hombres y mujeres que vendrán después de ellos. John Williams solo nos habla en su libro de un hombre bueno que quiso ser profesor de literatura, de un amor conmovedor y triste, de los grandes egos que atraviesan los pasillos de cada facultad, disfrazados de catedráticos, de eruditos en temas que no le interesan a nadie. Pero es absolutamente imposible olvidar esta novela.
Patricia Esteban Erlés.
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