Capítulo 1:
Esa mañana no fue simpática con todo aquel con quien se encontró, porque «suniñainterior» estaba cansada de ser agradable siempre y no dijo ni buenos días al entrar en el autobús camino del trabajo, insolente ella.
No ejerció a pleno rendimiento su labor profesional y no se sintió culpable, porque «suniñainterior» estaba cansada de tener que rendir al máximo todos los días y de hacer tareas tediosas e inútiles demasiadas veces.
Comió fuera de casa sola, dándose un gusto y no tuvo en cuenta que en la nevera había un guiso hecho el día anterior, porque «suniñainterior» tenía ganas de estar al sol y no hablar con nadie mientras hincaba el diente al revuelto de patatas, con pan, con mahonesa, con coca cola.
No, no era cola light.
Paseó por las calles como si la vida fuera una película perfecta de esas en las que hay cafeterías eco friendly en cada esquina y se compró unas zapatillas de deporte que creyó necesitar porque «suniñainterior» le dijo que eran preciosas y la animó al consumo, con gran peligro monetario.
Llegó a casa y se dio un largo baño, con agua muy caliente y lo disfrutó sin sentirse responsable por el cambio climático, porque «suniñainterior» tenía frío y la piel temblona.
Y, para acabar, se metió entre pecho y espalda, un perfecto «cenayuno» de cola-cao, tostadas de pan de centeno con miel y aceite.
Eructó flojito, porque «suniñainterior» seguía estando bastante adiestrada, se tumbó en el sofá y miró al techo escuchando atentamente a una neurona acomodada que le susurraba:
¿Y si nos acostamos a las diez de la noche a leer revistas intrascendentes, pasa algo?
Miedito me da la enana ésta.
Urge autocontención terapéutica.
María Sabroso.
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