Me levanto cualquier día. Desayuno y abro ordenador y teléfono. El sistema de alerta me dice que algún medio habla del Instituto de las Mujeres que dirijo o del Ministerio de Igualdad. En los panfletos que todos conocemos, el Ministerio y/o el Instituto y sus titulares estamos en la portada un día sí y al siguiente también; ya sea porque saquemos un contrato para arreglar los ascensores o porque aprobemos medidas contra la violencia de género. En todo caso, visto que hablan de nosotras sé lo que me espera hoy, que es muy parecido a lo que me encontré ayer. Abro las redes y mi blog. Tengo más de 100 mensajes hoy.
Leo los primeros: Tú solo puedes estar con los cerdos, subnormal perdida, además de ladrona y barriobajera. Puta verbenera, podrías tener un mínimo de honradez personal, pero ya está claro que eso es mucho para ti, te queda muy grande. ¡Directora ni de tu coño, deberías estar muerta, Gimeputa, Gime,puta, Gimenoche, Gimeanaza! Puta esquizofrénica, te buscas los enemigos en tu propia casa, ¿quién te va a querer a ti basura, manzana podrida, chocho recocido? Y tu familia es también mierda. Tu hijo es mierda. Mierda de la misma mierda. Nada tienes que enseñar al mundo ni maldita la falta que hace, y por tu culpa joden a las demás en serio, putizorra, ramera, madre y puta de lujo de un cabrón mal parido en medio del campo; hija de una puta de lujo y de un chapero de la misma calaña. No pasa nada: lo importante, más que ser buena persona, es tener renombre, larva de liendre, puta rastrera, perra salvaje, indeseable en cualquier sentido, indigente en cualquier sentido, vieja chocha y demente que sólo merece estar con los cerdos, demente y parida en medio del campo, como el resto de tus antepasados;, como eres tú; meona, cagona, babosa, culpable de todos los problemas de la gente, y que después haces pagar caramente, cuando tú solo necesitas comer, y no mereces comer más que mierda. Sólo mereces que te violen con el palo de una escoba que yo mismo voy a meterte hasta el fondo, hasta que se te salga por la garganta.
Este tipo de mensajes que todas las mujeres públicas recibimos pretenden atemorizarnos, marcarnos, controlarnos, demostrarnos quien manda. Los hombres no reciben este tipo de menajes ni tantos, ni tan a menudo. Seguro que recibes mensajes agresivos o amenazantes o insultantes, pero no esto que leo yo cada mañana; todas las mañanas. Ya no pueden gritarnos por la calle con tanta facilidad y ver cómo nos aterrorizamos y por eso usan las redes. Es el castigo que el sistema nos reserva a las que ocupamos lugares que se supone que no son nuestros, con los que se pretende que nos sintamos siempre incómodas, siempre en vilo, que sintamos que estamos en un lugar que no nos pertenece. En realidad, es el miedo de algunos hombres a las mujeres libres. Es el miedo de los cobardes, de los que tienen pánico a que se vea que, en realidad, están aterrados.
Pero más que a este tipo de mensajes, lo que más odiaría es que alguno de los que se molestan en escribir estas cosas pudiera pensar que con esto nos atemorizan. Hemos hecho un largo camino hasta llegar aquí, hasta estar en lugares de poder, hablando públicamente, haciendo política, dirigiendo nuestras propias vidas. Hemos pagado un precio muy alto y muchas lo siguen pagando, incluso con sus vidas. Pero aquí estamos; nosotras no escribimos mensajes como esos, no matamos pero tampoco tenemos miedo. Sois vosotros los que nos tenéis miedo. No vamos a callarnos. Estáis perdiendo. Cobardes.
Beatriz Gimeno.
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