Javi, pensativo, sujetaba el cuento que había dado a leer a su padre. “Si mi papá, que es quien más me quiere del mundo, se durmió leyéndolo, será porque es pesado”. Comenzó a borrar algunas palabras y tiró las hojas que “pesaban”; eso se lo había explicado el abuelo cuando fue incapaz de leer un libro larguísimo, le dijo que era pesado, y Javi, presumía de entender lo que decían los mayores. Tiró todos los folios, excepto uno que guardó en el cajón de “las tareas empezadas y no terminadas”.
Recogió del suelo las hojas que se salieron de la papelera. Parecía un otoño. Sabía lo que sucedía en esa estación; su abuelo se lo enseñó el año pasado. Pensó en cambiar el título, en lugar de CUENTO, se titularía OTOÑO. Abrió su carpesano de páginas en blanco y comenzó a escribir.
OTOÑO
Una señora llamada “Ventolera”, deshojó los árboles; sus ramas desnudas se parecen a la radiografía de los huesos de mi abuelo. En otoño no hay nada que contar, todos los parques están tristes, vacíos y llenos de silencio… Y del silencio no se puede escribir. El viento me lo prohibió, diciéndome, shissss.
Fin.
JAVI
Ángeles Sánchez Gandarillas©
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