Hoy las he visto, como muchos días, de vuelta tras dejar a sus hijas e hijos en el colegio. Tres mujeres marroquíes que viven, junto a sus respectivas familias, en mi barrio. Hoy, sin embargo, esa imagen cotidiana y agradable a mis ojos y mis ideas ha adquirido un protagonismo indeseado, tras la tragedia del atentado de Algeciras.
Y les confesaré que mi miedo, siendo mucho el que tengo a fanáticos desalmados como el que ha provocado el atentado, no es menor que el que me producen los que aprovecharán esta locura para incendiar, para esparramar el odio contra el otro, contra el distinto, contra el que no piensa ni cree en lo que ellos creen, miedo al que intentará convertir eso en la razón que justifique su violencia, haciendo del atentado, generalización y de la generalización, cruzada. Todo aquello que nos separa de una convivencia pacífica y enriquecedora.
El acto terrorista perpetrado por un presunto yihadista, no puede convertir a todos los marroquíes, a todos los musulmanes en asesinos. Sobre todo, en una tierra cuya historia está escrita con la tinta de tres culturas milenarias, tres culturas, cuya convivencia la hizo rica. Una tierra que, en sus raíces lingüísticas y culturales se encuentra el sedimento de una de ellas. Vivo durante muchos meses del año al lado del Guadalquivir, sintiendo su latido infinito y eterno, cada noche dejaré descansar mis pensamientos, pero, sobre todo, mis sueños, los de un mundo en paz, sobre una almohada.
Siempre me he sentido y me sentiré más rico, más afortunado por compartir la vida en plural, con todos los matices posibles, sin colores dominantes. Me siento orgulloso de compartir barrio con esas mujeres que hoy, seguramente, compartían mis miedos y mi preocupación, por ellas y por sus hijos e hijas, a las que acababan de dejar en un centro, la SAFA, que tiene un ideario católico, un centro en que, yo, un agnóstico, he trabajado durante cuatro décadas, un centro en el que siempre se respetó la pluralidad y la convivencia. De eso se trata ¿no?
Esta es mi «religión», la del mestizaje, la del respeto, la de la convivencia, una «religión» a la que sólo se llega desde la educación en valores y la cultura.
Juan Jurado
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