Ha vuelto a pasar. El sistema devora a los que lo combaten con la fuerza de una turbina maléfica. O con la fuerza que los propios integrantes del antisistema se adaptan en una infernal rueda que los diluye y los espesa en un magma conservador.
Grecia. La maltrecha Grecia ha tornado al redil electoral. Nueva Democracia, la causante del desastre financiero que llevó a los griegos hasta la extenuación de una crisis que depauperó a un pueblo, ha logrado la mayoría absoluta con un 80% de votos. 160 diputados de una cámara de 300. Mitsotakis , apellido de saga política vieja conocida del país heleno, ha barrido al otrora revolucionario Tsipras. Se sabía de sobra, como en las mejores tragedias clásicas, se conocía el desenlace, la única incógnita era saber la cuantía del descalabro. Y ha sido mayúsculo.
Quizá, como único consuelo, nos resta ampararnos en el resultado obtenido por el partido de Varoufakis, un tímido 4% de los votos y no más de diez diputados en la Cámara. No es desdeñable el resultado ya que Varoufakis y su partido DiEm 25 se presentan por primera vez y a pecho descubierto, en contra de todo y de todos recogiendo el voto de los rabiosos contra lo que consideran traición de Syriza.
Tsipras ha despeñado el entusiasmo no solo de su pueblo, el griego, sino de tantas que miramos con admiración y envidia sus resultados de hace cuatro años. Le creímos y soñamos con una redención política de un país en franco descalabro, atenazado por una deuda y los rescates tan duramente pagados. La nefasta gobernanza de Nueva Democracia (partido que ha ganado ahora, ironías del destino) engañando a Europa falseando los datos de la deuda, junto con la mezquina crueldad de los europeos, sumieron al país en un descalabro sin precedentes. Tsipras, convocó referéndum en 2015 solicitando el consenso del pueblo para aceptar o negar el tercer rescate y sus normas draconianas o la exclusión de la Europa que fundaron en los ancestros. Quizá no esperaba que el voto fuera negativo. Quizá pensara que la respuesta del pueblo justificaría la aceptación de su gobierno del rescate y las ataduras que eso suponían. Lo cierto es que su traición al obviar los resultados han lastrado su credibilidad, hicieron que Varoufakis , su carismático ministro de Economía, le abandonara y que el pueblo que le votó le torciera el gesto.
El resto es historia. Corrupción, prevaricación con los afines…La vieja política de clanes que tritura a los nuevos políticos. Las viejas costumbres enraizadas hasta los corazones más revolucionarios han enfangado la ilusión de un pueblo hasta la decepción de volverlos hacía los promotores del desastre. La vieja política, los viejos partidos, las viejas formas de gobierno vuelven porque nunca se han ido.
¿Qué pasa en nuestra idiosincrasia para diluir tanto entusiasmo y entrega? ¿Qué poder tiene el sistema capitalista para engullir hasta a los más díscolos? Quizá esté en los intrínsecos instintos del ser humano. En su egoísmo natural como forma de supervivencia. No lo sé, porque me debato en mil preguntas que no hallan jamás respuesta. Lo cierto es que las revoluciones se devoran con la presteza de usar y tirar.
Hoy Tsipras se ha quedado sin gobierno. Hace mucho que se quedó sin pueblo. Antes se quedó sin dignidad al traicionar la respuesta de ese pueblo que le seguía ciegamente.
Mitsotakis ha prometido bajar impuestos a la clase media. Ha realizado una ligera limpieza en su partido, Nueva Democracia, lo ha investido de un liberalismo popular que gusta a los mercados y el pueblo ha comprado el mensaje. Hasta Yorgos Papandreu, después de lavar la cara al Pasok, llamándolo Movimiento para el Cambio ha tornado con un 8,3% de votos y 23 diputados.
Rueda la noria al punto de partida, con permiso de los votantes y la complicidad de una izquierda que cuando gobierna quiere ser derecha por falta de valentía y de coraje. O por pura conveniencia. Nadie lo sabe. Grecia torna al redil del que nunca salió.
Y esa es la pena. Que jamás se atrevieron a cumplir las promesas. Pierden si haberlo intentado siquiera. Pierden por cobardes.
Triste el pueblo, se dirige a enterrar las ilusiones sin más repuesto que apretar los dientes.
María Toca.
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