Hasta luego. Y luego, ¿qué?
-Soy de izquierdas pero viste con tacones y minifalda, que me ponen.
-No me gustan las mujeres que se maquillan.
– Tienes demasiados amigos tú ¿no?
-Eres tan diferente al resto; no hay muchas mujeres así, te lo digo yo.
-Edúcame tú, estoy abierto a ello.
-Tú sí que eres una feminista sensata y no como esas radicales histéricas.
-No, si yo no soy machista pero es que limpiar el baño o quitar cacas de pañal…
-¿Te cuento qué mote le hemos puesto mis amigos y yo a mi ex? Es broma, eh.
-Antes de conocerte a ti sólo tenía sexo casual y todas querían después algo más, pero es que tú eres diferente. Tú sí eres para conocerte.
-Si tienes paciencia conmigo poco a poco podré abrir mi corazón.
-Tengo millones de problemas pero yo te los cuento desde el principio para ser sincero. Ya sabes dónde te metes y que podré darte poco.
-Es que yo ya no me enamoro como antes.
-Una novia que tuve hace quince años se fue con otro y desde entonces no puedo comprometerme.
– Siempre estoy con mujeres despampanantes, solo que contigo estoy valorando otras cosas. Puedo aprender de ti.
La vida es un soplido, compañeras.
Y de devaluaciones directas, indirectas y torcidas, de imposición de deseo ajeno, de la obtención de validación por extensión por la cual Antonio te adula y te dice que eres genial y por extensión al estar cerca de ti también lo es.
De la objetivación de las mujeres y el control.
Del dime que no y yo leeré un sí disfrazado y un sigue adelante.
De los componentes más insanos de la heteronormatividad.
De los roles de género en su mayor esplendor y brillo.
De TODO esto tenemos los cuerpos llenos y muchas ganas y energía de un «Hasta luego Mari Carmen» que sea verdaderamente transformador de estructuras de opresión.
Toleramos muchos abusos e iniquidades en nombre del holograma de la felicidad parejil y familiar.
Y ahora, a ver qué hacemos con las fantasías para poder sostener nuestras decisiones de un así no.
No llevamos mucho tiempo creando una narrativa diferente para las mujeres y basculamos entre el deseo de tener pareja y mantenerla y la de ser un ser humano para una y no para los demás o para El.
Estamos buscando o esperando el Oasis del amor tal y como lo compramos. Y no llega, no aparece.
Decir hasta luego, así no.
Poner la energía ahí.
Pero después ¿qué?
Ese es el verdadero asunto.
Ahí está el miedo al desierto acechando.
Ese miedo que nos ata al sofá heteronormativo construido con toda una cartografía de pequeños o muy grandes abusos y violencias en nombre del AMOR.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
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