Los huevos podridos de la serpiente

Por si alguno todavía no se ha enterado, a la izquierda abertzale tradicional, encarnada oficialmente en Sortu, el principal partido integrante de la coalición electoral EH Bildu junto con Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Aralar (disuelto en 2017) e independientes, le ha salido un grupúsculo de disidentes que acusan a los líderes y altos cargos de la coalición no solo de haberse rendido a los poderes del Estado Español, sino también de vender sus votos en el Congreso de Madrid a cambio de migajas, haberse aburguesado al aceptar de buen grado las normas del juego parlamentario tanto en Vitoria y Pamplona como en Madrid, y, sobre todo, de haber abandonado la que es sin duda la razón de ser de la izquierda abertzale desde su nacimiento: la independencia de Euskal Herria. Dicho grupúsculo, al menos de momento y siempre en comparación con el ascendiente que sigue teniendo Sortu entre la antigua militancia abertzale, se ha dado en llamar Gazte Koordinadora Sozialista (Coordinadora socialista de la juventud). 

Se trata, como bien da a entender el nombre, de una escisión por la parte más joven de la izquierda abertzale y que ésta creía encauzada a través de ERNAI, su organización juvenil. De hecho, y a pesar de que en el espacio, digamos que, sociocultural que ocupaba tradicionalmente la izquierda abertzale, bares, gaztetxes, locales de todo tipo a disposición de las diferentes organización en la órbita de Sortu, hacía ya tiempo que se había oído hablar de los chavales de GKS, sobre todo a raíz de las “enganchadas” que los chavales de ambas organizaciones mantenían en las redes a cuenta de la política de EB Bildu, podríamos afirmar que la presentación en sociedad, o dicho de otro modo, el salto a los titulares de la prensa en principio local, se hizo  raíz de la batalla a puñetazos y patadas en el Casco Viejo de San Sebastián que los de GKS mantuvieron con jóvenes de ERNAI por una cuestión de quítame de ahí esas pancartas y demás material subversivo vuestro de la sede que nos pertenece por decisión de los de arriba. A partir de aquel momento la atención mediática de la que hasta entonces apenas habían disfrutado los de GKS puso de manifiesto el malestar de una parte, si no muy grande, al menos sí muy ruidosa, de la militancia de la izquierda abertzale tradicional. Un malestar que en el caso de los más jóvenes se materializa en protestas estudiantiles, topagunes (encuentros con ínfulas de ser multitudinarios, como el que hicieron tras la reyerta de Donostia para demostrar que no eran cuatro gatos como habían afirmado sus adversarios, y eso aunque por la disposición de la foto pareciera que en realidad estaban todos los que eran y pocos más…), ocupaciones de edificios para convertirlos en centros “sozialistak” y que generan los titulares de rigor tras el correspondiente desalojo con bronca y detenidos incluidos, al estilo del de Legutiano en Álava de principios de verano, o la polémica por el rechazo de las comisiones de fiestas de Vitoria y San Sebastián a permitirles colocar una txozna (caseta donde se sirve bebidas y comidas al tiempo que se organizan actos festivos y cuya recaudación es uno de los principales ingresos de las organizaciones que las montan) dentro del recinto festivo que durante décadas ha sido en la práctica un coto vedado de la izquierda abertzale. Rencillas cada vez más sonadas que además coinciden con los pasos que la dirección de EH Bildu está dando para, se supone, ”normalizar” su actividad política con el fin de ganar la respetabilidad institucional que le ha sido negada, como la surgida a raíz de la asistencia de la candidata de EH Bildu a la lehendakaritza durante las últimas elecciones autonómicas, Maddalen Iriarte, a un acto institucional por el cuadragésimo aniversario de la Ertzaintza unos días después de que esta detuviera a treinta de sus militantes, o la decisión de abandonar los polémicos ongi etorri, festejos de bienvenida a presos de ETA excarcelados. Es precisamente dentro de esa tensión entre los “disidentes” de la línea oficial de la izquierda abertzale, por lo general empeñada en reconciliarse con el mayor grupo de sectores de la sociedad vasca que se había alejado de ellas como consecuencia de su apoyo a la lucha armada de ETA, donde hay que situar episodios como el de Mutriku, Gipuzkoa, cuando los miembros de la comisión de fiestas deciden vetar a una vecina de 21, “mejor que no vaya por las txoznas”, porque se ha metido a ertzaina y eso, según declararon ellos, la pone al mismo nivel que los racistas, machistas, violadores, políticos corruptos, torturadores y demás indeseables… Un acto discriminatorio al más genuino estilo de los viejos tiempos, cuando cualquier uniformado corría el peligro de ser “apalizado” en el caso de ser reconocido paseando de paisano por lo que la izquierda abertzale de entonces concebía como su “territorio liberado”; y aquí toca recordar el episodio del linchamiento a un agente de la policía autónoma vasca en el recinto festivo de las fiestas de Bilbao de 1993, el cual fue grabado y retransmitido en televisión para escándalo de todo aquel que no perteneciera a la subespecie de los de “él se lo ha buscado, si no quiere que lo hostien que no reprima al sufrido pueblo trabajador vasco…” Un hecho que, por fortuna, fue denunciado como lo que es, una discriminación intolerable, por el alcalde de la localidad guipuzcoana y miembro de EH Bildu. Pero, sobre todo, un episodio con resabios del pasado que no podemos achacar directamente a los jóvenes de GKS, como tampoco ese otro a los pocos días de lo de Mutriku, la agresión a otro ertzaina de paisano en el casco viejo de Vitoria por tres chavales de veintipocos, los cuales nos demuestran que existe una parte de la chavalada alegre y combativa que frecuenta el entorno tradicional de la izquierda abertzale, la cual está dispuesta a pasarse por el escroto los mensajes de moderación, e incluso de reconciliación, de los líderes de EH Bildu. 

 ¿Y cómo es posible esto si creíamos que la Izquierda Abertzale era un movimiento tan compacto y sumiso a las órdenes de sus líderes, de sus mayores? Pues, así a primeras, porque parece que, dejando a un lado a ciertas figuras tan carismáticas como recalcitrantes del pasado como el que fue durante décadas una de las cabezas visibles de Herri Batasuna en Álava, Guillermo Perea, el cual aseguraba en una entrevista a la revista digital Insurgente que Otegi y todo su equipo había traicionado a Euskal Herria por haber convencido a ETA de que cesara su “actividad armada” –EH Bildu está poniendo toda la lucha de liberación y social de este pueblo en entredicho. Han traicionado a Euskal Herria, no hay ninguna duda. A Arnaldo Otegi le considero traidor y también a todo su equipo. Han renunciado a la amnistía, porque es el reconocimiento de que la lucha ha sido una lucha adecuada”-, la disidencia que nos ocupa parece ser, de momento, un hecho exclusivo de chavales que además todavía eran unos niños cuando ETA decidió dejar de matar.  Curiosamente es otro veterano de la izquierda abertzale de Vitoria, el que fuera presidente de Sortu durante 2013 y 2016, Hasier Arraiz, quien mejor explica el fenómeno de GKS en unas declaraciones al medio digital La Marea: «Los de Ernai se sienten muy limitados: Sortu no me deja hacer esto, lo otro… Es comprensible que, siendo joven, teniendo sangre en las venas, te digas: ¿Qué hacemos? Parecemos las juventudes de Eusko Alkartasuna, ¿Qué puta mierda es esta? Ahí es donde GKS pilla su nicho. Un movimiento como Ernai podría optar por cuestiones tipo desobediencia civil. La gente quiere mambo, quiere otra cosa. Es que todo eso lo llevan con unas dosis de sectarismo que no había conocido ni yo. ¡Se pelean con las feministas, las llaman burguesas! Todo es una mierda menos ellos. Así no vas a llegar muy lejos. Es verdad que hay ganas de algo más que EH Bildu no cubre y no puede cubrir».

  De modo que ya no se trata solo de la impresión personal del que suscribe estas letras cuando asegura que los chavales de GKS parecen “jugar” a hacer la revolución como la hicieron sus mayores, los cuales además les niegan su derecho a aportar su granito de arena en la consecución de la liberación del pueblo vasco trabajador como hicieron ellos en su momento.  No, ni mucho menos, no solo es la opinión de un ser prejuiciado y traidor declarado a la lucha de liberación del pueblo vasco trabajador como puedo ser yo, al igual que tantos otros vascos críticos desde siempre con la Izquierda Abertzale por su complicidad criminal con ETA y su conducta totalitaria para con el resto de sus conciudadanos, sino también la de los “mayores” de estos chavales, tal y como apunta un anónimo dirigente de sindicato abertzale LAB en la misma entrevista para La Marea«Nuestros padres eran del PNV y nosotros nos hacíamos de Herri Batasuna, y ahora nuestros hijos se hacen de GKS»

    Empero, lo más curioso de todo es que, al contrario de lo que se podía esperar de acuerdo con los prejuicios al uso para referirse a la Izquierda Abertzale, y de entre los cuales destacaba el que la dividía entre “los del asfalto” y “los del caserío”, es decir, entre los de las ciudades o poblaciones de tamaño medio y por lo tanto más de izquierdas o implicados en las cuestiones sociales que en las identitarias, lo “vasco” como única prioridad, por lo general antiguos militantes de todos los ismos habidos y por haber a la izquierda de la socialdemocracia que acabaron en la Izquierda Abertzale como último recurso para seguir apostando por los viejos ideales revolucionarios y en ese plan, y los de los pueblos, e incluso del monte, para los que la prioridad siempre fue la independencia del País Vasco y Navarra como una tabla de salvación para preservar las esencias puras, auténticas, vascas a machamartillo, de un pueblo vasco acorralado por dos estados poscoloniales como España y Francia, una gente cuyo referente inmediato no era tanto el racismo de Sabino Arana como el carlismo del que provenían buena parte de ellos o sus mayores, la disidencia de la que hablamos no ha surgido precisamente de los más “montaraces”, los que bien podían haber entonado como sus bisabuelos el famoso Oriamendi,Por Dios, por la Patria y el Rey murieron nuestros padres, por Dios, por la Patria y el Rey moriremos nosotros también…”, sino de los kaletarrak, los de la calle, los urbanitas que lejos de reivindicar la continuidad de la lucha frente al enemigo español, colonial y genocida, siempre según su terminología, apuestan más por cosas tan demodé como «la construcción de una sociedad sin clases a la par que la del Estado vasco”, constituyéndose para ello como una «organización comunista del proletariado que lucha contra las diferentes dinámicas del poder burgués», la cual, por supuesto, condena la moderación impresa en los últimos años al discurso y el desempeño de la izquierda abertzale post-ETA.

   Pero, ojo, porque no se trata de demonizar a los chicos de GKS por su idealismo socialista, menos aun cuestionar las razones de fondo que los animan a la consecución de una sociedad más justa e igualitaria en una época en que ambos conceptos llevan poniéndose entredicho por la praxis de políticas neoliberales de todo tipo, y todo ello a pesar de lo anacrónico, “viejuno”, que resulte reivindicar el comunismo después de todo el horror y/o sinsentido de los países que apostaron por una sociedad comunista. A decir verdad, los chicos de GKS tienen todo el derecho del mundo a militar en el anacronismo histórico si ese es su deseo como consecuencia de una profunda reflexión acerca de los males de nuestra época. Ni mucho menos, lo que se le reprocha a la gente de GKS es que su radicalismo de izquierdas sea poco más que una coartada para poder continuar con los resabios sectarios y autoritarios de sus mayores en su momento, esos que les llevan tanto a excluir del espacio público del que se apoderan en una decisión unilateral, como el de las fiestas de ciertos pueblos, a todo aquel que no piensa como ellos, y todavía menos a, no solo justificar como antaño de nuevo sus mayores con los atentados de ETA, sino incluso a organizarse para cometerlos. Resabios que a veces llegan al ridículo cuando en un acto supremo de soberbia, tan propia de los que se creen poseedores de una verdad que los hace mirar al resto por encima del hombro, pues solo de tal se puede catalogar al que careciendo de representación alguna hace como si la tuviera, llegan a exigir a las autoridades de ciudades como Vitoria que la concejala de festejos los reciba para hablar de su derecho a colocar una txozna en fiestas contra la decisión del resto de organizaciones políticas y populares que integran la comisión que los ha vetado. Una soberbia además muy reconocible en lo que solía ser la práctica habitual de sus mayores cuando se comportaban como si el resto de la sociedad vasca estuviera en deuda con ellos por liderar esa hipotética liberación del pueblo vasco trabajador y toda la monserga al uso. 

 Pero claro, con los chicos de GKS ocurre aquello que escribió Karl Marx de que la Historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como farsa. Y qué duda cabe que ahora estamos en lo de la farsa por muchas ínfulas de vanguardia revolucionaria que se dé una parte muy residual y refractaria por principio, o acaso solo capricho, de la juventud de uno de los rincones más privilegiados en lo socioeconómico de Europa. Un rincón en el que, por supuesto, no faltan motivos por los que seguir peleando en la consecución de una sociedad más justa e igualitaria; pero, ¿acaso recurriendo una vez más a las recetas del pasado más oprobioso de la humanidad tal y como lo demuestra las toneladas de documentación histórica al respecto, y eso además con los modos más ignominiosos y absurdos de nuestro pasado más inmediato? De ahí que todo suene a farsa de niñatos privilegiados que juegan a revolucionarios de fin de semana para poder poner en práctica todo aquello que les contaron sus mayores que fue el intento fracasado de subvertir el orden establecido para construir una república vasca y socialista recurriendo a la extorsión de toda una sociedad y el asesinato de cientos de inocentes. 

  En resumen, dosis ingentes de cerrilidad ideológica heredada y mezclada con una nostalgia de lo peor de nuestra historia más reciente, la misma que hace que todavía hoy muchos simpatizantes de la Izquierda Abertzale tradicional miren con cierta simpatía a sus “retoños”, quién sabe si porque se reconocen en ellos y hasta los envidian, convencidos de que los GKS demuestran que la pedrada mental que ellos tuvieron en su momento tiene por fin reemplazo. Ni más ni manos como la que lleva a algunos a colocar una pancarta a la vista de todos en pleno recinto festivo bilbaíno donde se puede leer, siquiera para los que saben euskera, algo tan vergonzoso, ofensivo, canalla y especialmente cobarde por lo que tiene de juego de palabras para evitar la correspondiente denuncia, como “Eskerrik asko ETA aurrera bolie”, lo que traducido sería un inocente “Muchas gracias Y que ruede la pelota”, pero que para cualquier vascoparlante en realidad es un inequívoco “Muchas gracias ETA y “que ruede la pelota”, ni más ni menos que el lema preferido y archiconocido del fallecido dirigente máximo de ETA Txomin Iturbe Abasolo.

GF025RK1.jpg Producción ABC.

 Pues eso, gente educada en la intolerancia durante décadas y por lo tanto incapaz de renunciar a las inercias del pasado por mucho que la estrategia de los suyos, siquiera ya solo de los de “arriba”, vaya en otra dirección. Pero tampoco nada extraño porque acostarse filoterrorista y levantarse demócrata es un privilegio que solo se pueden permitir unos pocos como Otegi y su equipo, al resto le toca obedecer y callar, puede que hasta recapacitar como lo hizo el primero y concordar con él en que el camino tomado es el acertado; pero, siempre habrá -como lo hubo en Irlanda del Norte con el llamado IRA Auténtico, el cual después del atentado de Omagh desapareció para siempre de los grandes titulares, porque ya estaban los del IRA de toda la vida para meter en vereda a su disidencia- más de un mastuerzo que perseveré en lo peor del pasado, incluso que crea “empoderarse” apostando por ideas y modos que la Historia ya ha demostrado que no llevan a ninguna parte, al menos a ninguna buena.

 

Txema Arinas

Berrozti, 27/08/2022 

   

Sobre Txema Arinas 27 artículos
Escritor español (Vitoria-Gasteiz, 1969). Reside en Oviedo. Licenciado en historia y geografía por la Universidad del País Vasco. Ha vivido en Francia, Irlanda y Venezuela, y aprendió varios idiomas. En los últimos años ha trabajado como profesor de secundaria y además ha desempeñado diversos cargos en la empresa privada. Ha publicado las novelas Los años infames (2007), Gaitajolea (2007), Anochecer en Lisboa (2008), Euskara Galdatan (2008), Maldan Behera Doa Aguro Nire Bihotz Biluzia (2009), Zoko Berri (2009), El sitio (2009), Azoka (2011), Borreroak baditu hamaika aurpegi (2011), Muerte entre las viñas (2012), Como los asnos bajo la carga (2013), En el país de los listos (2015), Testamento de un impostor (2017), Historias de la Almendra (2018) y Los tres nudos (2019), y los ensayos Sabino Arana o la identidad pervertida (2008) y El imposible perdido (2012). Ha colaborado como articulista en el periódico Berria, las revistas Grand Place y Hegats, las revistas digitales Solo Novela Negra y Zubyah, de la asociación cultural Punica Granatum.

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