Cuando la soledad llama a la puerta
la recibo como buena compañía;
la invito a pasar, cena conmigo,
porque a base de caminar con ella,
se convirtió en amiga de confianza,
casi, guía.
Andando con pasos tan cercanos,
caminando, en leve simetría,
ofreciendo consuelo
y haciendo el rastro del sendero,
conocido, labrado a golpe de consuelo.
Nunca marchó lejos. Cerca estuvo,
a veces fue dulce compañía,
otras, en cambio, atenazó como soga prieta,
mas siempre, anduvo cerca
como fiel y esperada compañera.
En ocasiones ahoga,
las más, fue mera rutina,
porque de puro conocida,
ya ni extraña.
Soledad, amiga, no te apartes,
porque a base de llevarte a mi lado
y conocerte, como se conoce
a los viejos amigos, casi hermanos,
la carga se me hizo bien liviana.
El paso ligero
y la costumbre de mirarte,
la convirtió en amistada añeja,
costumbre cotidiana.
María Toca
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