Imagínense ustedes por un momento que tres, sólo tres, jugadores de la selección de fútbol, de los que se consideran titularísimos les diera por escribir una nota a la Federación española diciendo que, por diferencias con el entrenador, prefieren no ser seleccionados. Intuyo dos consecuencias: el revuelo mediático descomunal y, tarde o temprano, la liquidación del entrenador. La selección es lo primero.
Y es que el nacionalismo éste barato y cateto que venimos padeciendo desde tiempos oscuros y dictatoriales, cuando se trata del fútbol patrio, del rey de los espectáculos de masas, ese proceso visceral multiplica exponencialmente la desmesura o la barbarie, como ustedes gusten.
Quince jugadoras de fútbol que han venido jugando en la selección española, lo han hecho y, sin dar demasiados detalles, han expuesto que la actuación del equipo técnico, con el entrenador a la cabeza, atentan contra su salud mental y que la Federación es conocedora de los hechos.
La respuesta por parte del organismo federativo no se ha hecho esperar: apoyo público y total al entrenador y amenaza a las jugadoras de inhabilitación de por vida. Con la selección no se juega.
Y uno, como ciudadano común y corriente, se pregunta si la respuesta del organismo federativo no debería haber sido otra, es decir, indagar en la calidad y cantidad de la denuncia, o lo que es lo mismo, abrir un expediente informativo que concluya y valore la veracidad de la denuncia y el nivel de responsabilidad ante la misma, tanto del equipo técnico denunciado, como de las jugadoras denunciantes.
No sé si, al final de este desaguisado, triunfara la cordura, pero. de entrada, el tufo a «macho» del mismo es evidente. Fútbol y nacionalismo, en este país, suman y huelen que apestan. Así que, en esto como en tantas cosas, me alegro de que Mesi, se alce en rebelión, por su puesto me estoy refiriendo a Silvia Meseguer, jugadora de fútbol.
Juan Jurado
Así como algunos árbitros actúan de manera extraña intentando esquivar la nevera (en base a no sé qué directrices…) este entrenador en particular ha actuado muy raramente en base, se supone, a otras directrices conocidas por quien las imparten.
Así que el tufo está servido.