Coincidiendo con el 101 aniversario del fallecimiento del autor de los Episodios Nacionales, Ediciones Tantín ha publicado mi libro Galdós en San Quintín. La frustrada Casa-Museo santanderina y otros escritos que, cronológicamente, viene a ser la clausura del denominado Año Galdosiano, mediatizado por la pandemia que tantas actividades ha trastocado.
Puesto que los centenarios solamente se celebran una vez en la vida de las personas, este hecho nos puede servir entre otras razones para reflexionar acerca de no dejar para tales eventos la oportunidad de festejar, a la vez que reivindicar, la obra a menudo postergada, cuando no olvidada o desconocida, de figuras que merecen estar presentes en el catálogo de nuestra cultura más popular.
Este año se ha frustrado en gran parte el proyectado homenaje a Galdós y, también, el de Eulalio Ferrer (1920-2009). Y no es que no se hayan convocado actividades, pero éstas y su asistencia han estado supeditadas a las restricciones sanitarias, al margen de que también hayan evidenciado la escasa sintonía que las instituciones, organismos y entidades locales y regionales, tienen para abordar proyectos que a todos nos benefician.
Porque, digámoslo de una vez: no están preparadas para trabajar en común, sino más bien funcionan unas contra las otras, dispuestas solamente cuando pueden arrogarse el protagonismo de la foto correspondiente.
¿De todos estos actos, insuficientes, dispersos e intermitentes, qué es lo que queda en la memoria?: una mesa redonda anticipada, algunas conferencias, un ciclo de proyecciones cinematográficas, una exposición y varias publicaciones. Todo esto hubiera podido ser poco o mucho, según el medio ambiente en el cual se hubieran desarrollado, con la adecuada eficacia y dignidad de un evento que se ha denominado algo pomposamente Año Galdosiano.
Ha faltado no solamente coordinación, sino también nervio que demostrara autenticidad. Y no hay que echarle la culpa solo a la pandemia, como el franquismo recurría a la pertinaz sequía para justificar sus fallos y limitaciones. Con ella o sin ella, todo nos induce a pensar que el programa hubiera sido el mismo, aunque los resultados lo fueran mejores.
Así que a la hora de efectuar un balance hemos de destacar necesariamente a lo que queda para el futuro,aquello que por ir negro sobre blanco no tiene ineludiblemente que verse amparado por los organismos oficiales: los libros.
El año ha dado lugar, además del título inicialmente mencionado, que viene a ser una denuncia dilatada en el tiempo de una situación de abulia institucional similar a la que constantemente padecemos en materia cultural y, más concretamente en lo que se refiere a Pérez Galdós y su beneficiosa influencia en el Santander de su época; además de esta publicación, digo, hemos de constatar la contribución de dos figuras galdosistas de alcance nacional y de relevancia internacional en el amplio universo de las gentes estudiosas de la obra y la figura de don Benito.
Tanto la investigadora canaria Yolanda Arencibia como el profesor santanderino Germán Gullón han dado a conocer sendos trabajos que vienen a enriquecer la bibliografía existente sobre el autor de más de cien volúmenes publicados, entre los cuales sobresalen siempre la ya clásica Vida de Galdós(1996) del añorado historiador PedroOrtiz-Armengol(1922-2009) y la más reciente Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso (2019), de Francisco Cánovas Sánchez.
Durante su última estancia en el Ateneo de Santander la propia Arencibia ya nos había hablado de la inmediata publicación de su Galdós. Una biografía (Editorial Tusquets), una voluminosa obra con la cual había conseguido el XXXII Premio Comillas de Historia, Biografías y Memorias. Pocos meses después, en la misma sociedad se presentaba el libro del profesor Germán Gullón Galdós. Maestro de las letras modernas (Ediciones Valnera).
Pero con ello, no se cerraba el ciclo de publicaciones galdosistas, sino que ya a punto de finalizar el año se programó la presentación en Santander de un breve ensayo titulado Incursión norteafricana de Pérez Galdós. Descifrando Aita Tettauen(Edit. DiwanMayrit), investigación sobre un aspecto poco conocido en la vida y la obra de Galdós debida al profesor canario Víctor Morales Lezcano, un acto postergado debido a las medidas sanitarias.
Hasta aquí un resumen de cuanto se ha hecho en los últimos meses relacionado con Galdós, cuya prolongación bien podría ser otro resumen con aquello que no se ha hecho y que bien podría hacerse, salvo que se considere agotado el tema Galdós.
Bien es verdad que el tiempo transcurre de forma inexorable y cuando se ha dado por finiquitado un objetivo ya están llamando a las puertas del nuevo año otras dos figuras literarias vinculadas de alguna manera con Galdós y Cantabria. Me refiero a los centenarios del fallecimiento de Enrique Menéndez Pelayo (1861-1921) y Emilia Pardo Bazán (1851-1921). Sobre el primero ya se ocuparon en su momento Benito Madariaga de la Campa y Mario Crespo López.
Acerca del “dulce don Enrique” debemos recordar que la presencia avasalladora de la personalidad de su hermano contribuyó a dejar en el ostracismo la suya propia. Ahora se nos anuncia la puesta en funcionamiento de la casa familiar de los Menéndez Pelayo y bien pudiera ser el momento adecuado para que la figura del menor recobrara el papel que su modestia nunca quiso asumir.
En cuanto a la escritora gallega que tanto supuso en la vida sentimental de don Benito y también en algunas de sus obras, se da la circunstancia de que esta celebración coincide con la recuperación del pazo de Meirásque le fue esquilmado por los Franco a Galicia y la anunciada puesta al servicio público de sus contenidos, algo que en su día se perdió para Galdós con la casa de San Quintín. La última edición de su libro de viajes Desde la Montaña(1997) hace ya mucho tiempo que se encuentra agotada.
¿Se está haciendo algo en vísperas de ambas conmemoraciones o nos cogerán desprevenidos, como si de la tercera ola se tratara? Pregunto.
José Ramón Saiz Viadero.
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