Peor que atracar un banco,
es fundarlo.
En Proverbios de Bertolt Brecht
1
Dicen que murió de un infarto,
si ustedes lo pueden creer,
y otros de un alzamiento tozudo
en la ciudad de Madrid,
al poco de pregonar
“mientras yo viva, Catalunya nunca será independiente”,
el que fuera hijo ilustre de Cantabria
y la familia Botín,
el último presidente del Banco de Santander.
Hombre diestro
en endosar a la gente
acciones preferentes
con sutil habilidad,
y ambidiestro
en manejar “parné” ajeno,
al que siempre le sacaba
un substancial beneficio
para engordar la caja fuerte
de la que por siempre fue
su única patria terrena ,
las arcas del Banco de Santander.
Y que así fue enterrado,
con infarto y alzamiento juntos
encarados hacia el cielo,
como buscando la eterna complicidad
del banquero universal,
en el rico panteón
que los Botines poseen
en su lujosa mansión
del Puente de San Miguel,
capital del municipio de Reocín
muy cercana a la que en otros tiempos fuera
industrial ciudad de Torrelavega.
En una caja de pino
con agujero en la tapa
por no poderla cerrar
y no a causa del infarto
sino del glorioso alzamiento,
que ningún cantor de gesta a sueldo
fue capaz de explicar
de convincente manera,
ni la Fundación Botín
ni el Banco de Santander.
Por ello buen viaje tengas,
hijo ilustre de Cantabria
y la familia Botín,
aunque accedieses al cielo,
de esa guisa tocado
para mostrar al supremo hacedor
tus egos sin gongorismos
ni doble contabilidad,
y sin que pudieses ver
el bubón arquitectónico
que gracias a tu inmodestia,
sin olvidar la de Piano,
gestasteis entre los dos
en uno de los tan toqueteados muslos
de esa musa, alma mater de Cantabria,
la que fuera hermosa bahía
del puerto de Santander,
y sin tampoco olvidar
la muy servicial ayuda
del lacayo ayuntamiento de turno,
que experto en ver volar las gaviotas
sirviéndose de burladeros,
le regalo los terrenos,
en tan deshonrada entrepierna,
a la Fundación Botín,
para poder edificar ese Farallón Botín,
tipo rampa Sotileza,
que ha enceguecido la vista panorámica
que tenía la ciudad de su Bahía.
Y si como el proverbio dice,
”el fin no justifica los medios”,
cuando se entremezclan
egos y “guevos”, si además son de Cantabria,
que más podemos decir de la fachendosa facha
de este botín de los “Botines”
que es el Centro Cultural Botín,
pues en esto de los egos
montó tanto Renzo Piano
como el Señor Botín.
II
Y yo ni quito ni pongo,
tampoco defiendo o acuso,
ni espero favor alguno,
ni hablo de la “Viagra”,
esa pastillita azul,
que toman algunos varones
para disfrutar de un buen “holgar”
cuando el glande no tiene vitalidad
por falta de vitaminas.
Y si no quiero hablar de eso ahora,
compatriotas de mi tierra,
es porque soy un humilde escribidor
aficionado a los verso
sin ínfulas de poeta,
por ello como si fuera un Quijote
en busca de Galeotes,
solo repito, en deslavazadas líneas,
lo que escucho a la gente decir
y no lo que con cerebro desbocado
y complacencia voraz
poetizan con muy fina verborrea
y no menos corrección política
los historiadores cultos,
poetas y redactores de artículos literarios
a la mayor gloria
de esa empalizada escamada,
y farallón de dos egos
que es el Centro Cultural Botín.
III
Y lo que la gente dice,
cuando se niega a aceptar
los ataques que piden no hagan diana
para a nadie molestar,
es que ha muerto de un no confirmado
alzamiento asesino,
en la ciudad de Madrid,
el que fuera hijo ilustre de Cantabria
y la familia Botín
el último presidente del Banco de Santander,
y que así fue enterrado
en una caja de pino,
con agujero en la tapa
por no poderla cerrar
a causa del alzamiento.
Y concluyen siempre a coro
¿Sí el alzamiento no es claro
y lo del infarto tampoco,
cómo lo ha de ser el fin,
si para oler bien a podrido
ya no hay necesidad alguna
de viajar a Dinamarca?
pues como en una telaraña
de ilusión arquitectónica,
casi tan antigua como el ser humano,
se ha entremezclado algo más
que ego y huevos
para armar el trampantojo acerado
de ese doloroso bubón culero,
junto a la Grúa de Piedra,
al que dulcifican bajo el nombre
de Centro Cultural Botín.
Enrique Ibáñez Villegas
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