¡Qué tiempos éstos en que hablar sobre árboles
es casi un crimen porque supone callar sobre
tantas alevosías!
En Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos
de Bertolt Brecht
Nos hemos acostumbrado a vivir
con los hambrientos y los causantes del hambre.
Con genocidas que culpan
de genocidios a otros.
Con villanos inductores de homicidios
que acusan de lo mismo.
A movernos por la cuerda floja
de las pandemias, generadas por aquellos
que para que no se molesten,
no nos atrevemos a nombrar por su nombre.
Al picor de las guerras instigadas
y a su curación mediante la venta
de armas como medicación .
A que nos vayan hackeando la mente
el cuerpo y los sueños,
convirtiéndonos sin darnos cuenta
en ordenadores esclavos de “ la voz de su amo”.
Y últimamente a hacer oídos sordos a los gritos angustiosos de la tierra,
producidos por la tortura de un capitalismo salvaje y antidemocrático,
al que se adora y rinde eclesial pleitesía
por el fervor humano al áureo resplandor.
Y es que no existe resistencia alguna
que pueda vencer
a los ultrajes del tiempo.
Y yo, ahora en mi pleno otoño,
y como si quisiera
que no me vuelva a coger desprevenido
la pronta llegada del invierno,
trato de acostumbrarme
a ser contagiado de la primaveral presencia, de quien sin saberlo,
me ayudó a dejar de pensar
en tomar la senda de saltar al vacío
de las oscuras aguas de la noche.
Ese pajarillo pequeñito llamado Maryuma,
al que yo llamo Cu-cú,
que cada mañana saltando sola
y sin miedo
fuera de su nido-cuna en busca de la libertad,
me sorprende con una nueva hazaña .
Es tan inteligente,
que para ella no existe todavía la engañosa ficción adulta del futuro perfecto, solo el presente,
un presente continuo feliz,
en el que trata de encontrar respuestas personales
a su estado evolutivo de año y medio.
Ya dejó de deambular con una cierta torpeza
y sin rumbo por la casa,
ahora corre y me persigue por ella,
y su lengua de trapo ha depurado
un lenguaje propio, capturando sutilezas
con las que controlar el viaje por el aire
de las palabras,
para llamarme por mi nombre completo,
cuando quiere hacerme participe de encontrar juntos
la senda donde guarda sus preciados juguetitos infantiles.
Enrique Ibáñez
Deja un comentario