Crónica de un 8 de Marzo

Ayer comencé el día pronto, según acostumbro. Una larga caminata por la costa intentando predecir el día que me esperaba, intenso y emocionante como pocos,  templó el ánimo.  Durante el camino recordé otro ocho de Marzo muy lejano en el tiempo. Ni tan siquiera era día ocho, no podría precisar la fecha, quizá pudiera ser Febrero. Tomaba un avión en Bilbao camino a Santiago; había pasado la noche en la ciudad vasca porque entonces llegar desde Santander era una aventura de riesgo con un Saltacaballos surcado de camiones y  trechos escarpados. Desayunaba en la cafetería del aeropuerto haciendo tiempo para tomar el avión  con mi bebé de meses y embarazada de otro. A mi lado se ocupó una mesa con varias mujeres que tendrían la edad que yo tengo ahora. No suelo  prestar atención a conversaciones ajenas, pero estaban las mesas tan juntas que fue inevitable  oírlas. Hablaban de organizar un día de la mujer trabajadora.  Escuché palabras que no me sonaban: feminismo, reformas legales, dignidad femenina, organización, movilización, derechos, vindicación… Conforme hablaban, mi croissant languidecía en el plato amustiándose por momentos. Las escuchaba sin poner recato ni disimulo a esas alturas ¿De qué hablaban? ¿Qué significaban sus palabras? A mis oídos aquello sonaba extraño, pero la música que envolvía la conversación me gustaba, acariciaba mi oído como beso tierno. Ahí se quedó lo escuchado.

Tomé aquél avión y comencé a vivir una larga etapa de vida que sería triste, gris y encadenada pero la simiente de aquellas palabras estaba guardada en un anaquel escondido de mi cabeza.  Quizá prenderían.

 

Conforme caminaba por una vida opaca, un matrimonio frustrado y frustrante llegaron los libros impulsados por la curiosidad surgida aquel día lejano en que esperaban un avión: El segundo sexo, La habitación propia, La pequeña diferencia y sus grandes consecuencias (inolvidable, Alice Schwazer) Casa de muñecas…y muchos más que me empaparon en el convencimiento de mi identidad como mujer. Aquella semilla plantada por el pequeño grupo de mujeres que organizaban el primer ocho de Marzo que se celebró en España, prendió, creció y lo demás es historia.

Caminando en la marcha feminista de  ayer volví a recordar aquél lejano día  de Sondika cuando ver mujeres solas hablando de derechos me era aún extraño. Me envolví en la alegría que me produjo comprobar la cantidad  de personas que habían caminando conmigo y supe que estábamos haciendo historia.

Hemos sido cientos de miles las que marchamos bajo la misma voz. He visto mujeres mayores,  viejas feministas con reminiscencias de los años ochenta y mucha lucha a la espalda, pero también  jóvenes portando pancartas. He visto niñas con el símbolo feminista pintado en la cara y los ojos llenos de luz. De poder. He visto compañeros acompañando, sin protagonismo, encargándose de la intendencia. He visto alegría, he escuchado pitidos, risas (muchas) canciones, eslóganes alegres, combativos.  He percibido  a mucha gente que sabe que sin nosotras no se puede.  No paramos el mundo porque no queremos,  pero queremos hacerlo avanzar. En todas las ciudades españolas se ha sentido la fuerza feminista  inundando las calles con el ímpetu que da la razón y querer dar carpetazo a una vieja historia: la del patriarcado. A  última hora de la noche, cuando escribo este artículo,  un amigo residente en Canadá nos enviaba la noticia que salía en la prensa del país, decía:  multitudinarias manifestaciones feministas en España ¡En Canadá!

 

He pasado una jornada memorable, de esas que se recordarán y que una guarda en esa dulce repisa de los buenos recuerdos.  Hicimos un programa de radio hablando de mujeres importantes, de feminismo, recordando a tantas que labraron la historia, luego he comido con dos grandes (grandiosas) mujeres. Hemos hablado de memoria, del pasado, del presente; nos hemos emocionado como lo hacemos nosotras, con nuestras cosas. Más tarde caminamos  hacia el futuro, que ya sabemos que es nuestro, no de las mujeres en solitario, sino del ideario feminista que hace un mundo mejor. Y me he convencido de lo que intuía: ningún gesto es banal, ninguna palabra se pierde; un grano tras otro hace granero. El mío comenzó en Sondika, hace muchos años escuchando a mujeres libres hablando de libertad. Y cundió el ejemplo, por eso quiero dar las gracias a las que nos han precedido, a las que se llevaron golpes, fueron criticadas,  se mataron en el esfuerzo de allanarnos el camino. Hoy seguimos imparables. El futuro es mujer.

María Toca

Con todo mi afecto para Marisol y Azucena.

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

5 comentarios

  1. Gracias, Maria, por poner letra, que a fin de cuentas es voz, a mis pensamientos y muchas de mis vivencía.
    Ayer en Bilbao, a mis 72 años, y del brazo de mi esposo, siguiendo la manifestación nocturna, me sentí orgullosa de ser mujer como nunca.

    • ¡Que grande Rosa Mari! y que sepáis las veteranas que estamos aquí por vuestro empuje, por vuestro valor en unos tiempos muy duros. Nunca agradecermos bastante el esfuerzo. Gracias por tu comentario y felicidades.

  2. Hola María. Hay dos momentos en la vida, aparte de los personales, que me emocionan mucho, uno es cuando escucho la Marsellesa (No soy francesa, ni nada que ver), y cuando veo al PUEBLO unido para conseguir un fín que sea bueno para los más débiles en contra del poderoso.
    Me entran muchas ganas de llorrar.
    Ayer un dia glorioso.
    Muchas gracias Rosa Mari, esto es orgullo de ser española, no viendo desfilar a los militares de turno.

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