Pasó galopando el viento encabritado
triturando tejados y ánimas en pena.
Ahora que se fue quedamos torpes,
con retazos de temblor entre los dedos.
Nadie se quejó, ni siquiera el roble,
aterido y desnudo como quedó.
Sólo el miedo y la música de las suelas sobre los guijarros
nos acompañaron al abrigo de las casas.
Y qué más…
Texto: Mario Yudicello.
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