Desde hace semanas nos han llegado las noticias de unos supuestos abusos en la zona de recolección de la fresa, en Andalucía. Los sucesos candentes del país han hecho que esta noticia pasara desapercibida para la mayoría. Durante días nos ha moscardoneado la noticia pero otras más “urgentes” nos ocuparon. Fue la revista alemana Correctiv quien dio la voz de alarma sobre el tema. Durante un año han investigado la denuncia solitaria de una mujer , Kalima, la primera que presentó requerimiento. La excepción a una ley de silencio impuesta por el régimen de esclavitud que emerge de los campos de plástico de la agricultura intensiva andaluza. Hace poco un grupo de nueve mujeres han secundado la denuncia de Kalima. Me confirman personas cercanas, españolas, que era un secreto a voces los malos tratos y los abusos en ese sector. Solo el Sindicato Andaluz de Trabajo (SAT) ha prestado oídos a las reclamaciones de las nuevas denuncias; el resto de los sindicatos jamás se dieron por aludidos. Son mujeres, extranjeras y pobres, poco o nada en el escalafón social de esta sociedad. Diego Cañamero en persona visitó a las víctimas para interesarse por la situación; tuvieron que sacar a las mujeres denunciantes de las fincas y refugiarlas en una vivienda debido a las presiones y amenazas que reciben de los patronos.
Son mujeres que llegan de Marruecos en masa, silenciosas trabajadoras en total precariedad, sin conocer el idioma, con una problemática detrás que las hace carne de cañón de la más desalmada organización criminal de explotación. Repetimos: pobres. Mujeres; sin hablar español, desconociendo los derechos que las asisten. Sobra decir que un manto de silencio se extiende sobre ellas, pura supervivencia, pura explotación.
Al denunciarlo Correctiv, algún medio español ha vuelto los ojos hacia una problemática que parecen no importar a nadie. Incluso las feministas debiéramos hacer autocrítica porque entretenidas con batallas semánticas, a veces, nos dejamos los problemas vitales que afectan a víctimas cercanas sin ofrecer amparo y visibilidad. Poco o nada hemos hecho hasta ahora, como colectivo y creo que debiéramos movilizarnos con la furia de otras causas.
Huelva tiene más de 7000 hectáreas dedicadas a la agricultura intensiva que proporciona el 95% de la fresa española. Cultivos que han sido muy cuestionados por movimientos ecologistas ya que diezman las reservas acuíferas de las zonas donde se asientan. Los grandes mares de plástico de Almeria y Huelva se han hecho famosos por la producción y la riqueza que han supuesto para unos cuantos empresarios avispados, incluso han sido escenario de series de televisión. Lo que no se cuenta es la dureza del trabajo y la explotación que suponen esas empresas que contratan temporeras siendo tratadas como si fueran ganado.
Al principio fueron trabajadoras españolas y portuguesas los que se ocupaban de la recolección, con los años de mejora económica española, los empresarios tuvieron que contratar mano de obra de países del Este de Europa, hasta llegar a centrarse en las mujeres marroquíes, para lo cual han creado una normativa legal que los protege hasta límites increíbles. Las mujeres llegan como mano de obra barata, desesperadas por situaciones de pobreza en su país, trabajan de sol a sol en la recogida de la fresa, sin quejas, sin protesta y sin derechos, a merced de los explotadores. Si se quejan de dolor de espalda son expulsadas, si muestran la más mínima crítica a la situación sufren represalias en el trabajo. El silencio es el salvoconducto del trabajo y el trabajo es vital para las familias que esperan en Marruecos.
Viven hacinadas en barracones, el trabajo se desarrolla a más de 40º de temperatura media con jornadas extenuantes que se exceden de lo prometido. No les dejan ducharse más de una vez a la semana, pagan la luz y el agua que consumen … Las denuncias dicen que reciben por la tarde, al llegar del trabajo, la visita del encargado que escoge mujer entre todas. Cada día una es violada en silencio, porque hablar las supone perder los 30€ diarios que cobran por su trabajo de espaldas dobladas al sol andaluz.
La tasa de abortos de Palos de la Frontera y Moguer sube en las fechas del trabajo de recolección a cifras muy altas, del orden de 185, un 90% de ellos son de las trabajadoras temporales…Se dice y se sabe que la mayoría son fruto de las violaciones.
No obstante , antes de la publicación de Colectiv, el único caso denunciado fue sentenciado en Abril del 2014. Tres hombres fueron condenados por violación y abuso de una mujer. Desde entonces silencio. La omertá que impone la necesidad y una familia que espera el dinero que ganan como esclavas .
Se ha llegado a utilizar a un grupo de temporeras para que denuncien ante la Guardia Civil, presiones de un “sindicato” y una persona (sin nombrar, apuntan al SAT y a Diego Cañamero que se personó en Almonte, al poco de las denuncias) Dicen las mujeres de esta última denuncia que han prometido papeles a las que acusan de abuso a los patrones, que todo es mentira, que ellas están “contentas y felices con el trato recibido por parte de los jefes españoles” No hay queja de los barracones, se sienten satisfechas con todo … y comen perdices en los campos de plástico. Dicen, estas mujeres, que les traerá muchos problemas en su país las denuncias de violaciones y abusos, argumento que nos hace pensar en las presiones recibidas por parte de los empresarios interesados en que todo se silencie.
Recordemos que vienen de Marruecos. Los requisitos para ser temporera son: estar casada, tener el permiso del marido, ser divorciada o viuda y poderlo demostrar. También es exigible tener al menos un hijo pequeño a cargo. Estas normas son inexcusables para demostrar que tienen lazos en el país de origen que las impele a volver y no quedarse como ilegales en España. Son criterios más que discutibles según normas internacionales de trabajo que impone la Agence Nationale de Promotion de l’Emploi et des Compétences (ANAPEC) en su selección de trabajadoras. Es más, existe el Programa de Gestión Ética de la Inmigración Temporera entre Marruecos y la provincia de Huelva y se firma el convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Cartaya y la ANAPEC (Agencia Nacional para la Promoción del Empleo y de las Competencias de Marruecos).
El gobierno español calla, pero se constata que todas las temporeras cumplen ese perfil. Los empresarios de la fruta, prefieren a mujeres para la recogida de los frutos rojos, debido, dicen, a que son más aptas para ese trabajo… quizá habría que traducir aptas por más dóciles, manejables y sobornables debido al arraigo y la necesidad que las lleva a salir de su casa.
Los insultos, las vejaciones están a la orden del día . Las llaman: “perras, putas inútiles, os vamos a mandar de vuelta a Marruecos…”si se niegan a servir como desahogo sexual para desalmados o ante la más mínima protesta al estado de sus viviendas o relaciones laborales. Estas mujeres, recogen más de 300.000 toneladas de fresas que nos comemos en Europa sin saber las lágrimas que cuesta recolectarlas. Baratas, como la vida de esas mujeres que arrastran su penuria por nuestras tierras.
Las presiones que han recibido y reciben ante la denuncia son graves, tanto que velan su rostro por temor a ser reconocidas. Tienen miedo y solo unas pocas de ellas se atreven a denunciar. Nos imaginamos el recibimiento que les hará su familia al conocerse las vejaciones. En la memoria de cualquiera está el trato que se da a las mujeres violadas en determinados países, por tanto no es de extrañar la manipulación de las empresas a las que se han atrevido a denunciar los abusos con el fin de desacreditar tanto al SAT como a las denunciantes.
Pretenden convencernos que todo es un invento de los sindicalistas andaluces. Recordemos que la revista alemana, antes de publicarlo en su país lo estuvo investigando durante un año. Las empresas se han rasgado las vestiduras justificando que solo se dedican a trabajar y que las denuncias son infundios maquinados por los chicos de Cañamero. Todo muy lógico dentro de los comportamientos mafiosos que suenan a película de cine negro.
Ocurre en España, en Andalucía, en pleno siglo XXI, con el silencio cómplice de sindicatos estatales y autoridades que hacen la vista gorda. No ven, no oyen, no observan nada. Son mujeres. Son pobres. Son extranjeras…que más se puede pedir para ser candidatas a ser esclavas vejadas por todos, sin que importen a nadie.
María Toca
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