Hoy quiero escribirte, amiga, para expresar, no la rabia, que la digerí a cucharones, mientras sorbía lágrimas y aun pesaban los hechos. Contaré solo los sentimientos que en esta parte de la historia, anidan escondidos, como pequeños osos en un invierno inerme. Amiga, te contaré los hechos y de paso algún recuerdo que persiguió el tiempo que rozamos una confianza franca.
Aunque quisiera, amiga, no puedo ni tan siquiera odiarte. Ni ese bálsamo tengo. No me queda el consuelo de desbravar el alma con las palabras crueles que la rabia sabría pronunciar. Ni tan siquiera me dejaste eso. En tu marcha, quedé sumida en el desespero de una traición latente. Muda, sin rabia, sin palabras agrestes que me llenen la boca y me dejen el pecho vacío de dolor.
¡Nos une tanto! Nos unen los recuerdos. El candor de una niñez vivida al unísono. El desafío de aquel duelo de silencios, cuando solo hablaban las miradas, chocándose los ojos con sorna, con rabia, con risa, o con preguntas que solo el viento respondía. La huella grácil de una vida compartida y sentida en cada momento que nos labró la historia. Por eso, no puedo odiarte. Odiaría mi historia. Porque contigo la viví en los simples pasos que nos guió la vida compartida.
Con vivencias robadas, porque, amiga, hasta los pensamientos compartimos entonces. ¿Recuerdas cuando el tiempo paraba displicente, mientras nosotras contemplábamos el discurrir de las olas al pie de aquella playa? Cuando los susurros comentaban silentes las cosas que ocurrían. Porque nada pasaba si no te lo contaba. Los hechos apenas existían, hasta que tú no lo oías. Fíjate, querida, que a la zozobra de la acción seguía la ansiada espera de contarte hasta el nimio detalle. Por eso ahora siento más la orfandad que la traición. Es lo que más cuesta perdonar, que me dejes sola en este tramo angosto de la vida.
El dolor sería menor, si pudiera contarte que él se fue. Que se marchó con una mujer que supo entenderlo mejor. Posiblemente, amiga, ella, deletreara su cuerpo como antaño lo hiciera yo y ya se me olvidó, o en la costumbre se quedaron enterradas las ganas. Porque en el entramado cotidiano, amiga, los mil recovecos del día nos absuelven de sentir la pasión de encuentro de los primeros tiempos. A veces, amiga, el cansancio y el tedio, nos envuelven en un leve velo de distancia.
Se diluye el tiempo y nos desazona como a azúcar en agua. Quizá ahora, esté desvelando en tu cuerpo, amiga, los secretos que guardaba su mirada cuando en la opacidad de sus ojos se pintaba la duda. Cuando a mí se me escaparon las certezas, tú estabas ahí, cubriendo el hueco que dejaba mi sombra.
Por eso, amiga, ahora me siento en un camino donde no hay nada. No están ni tus palabras, el dulce gesto de tus brazos abiertos, ni el pecho cauteloso y cómodo de él, arropando mis miedos. Ahora, amiga, arropa los tuyos.
Quisiera decirte que anidaste en mi hueco y como víbora solapada te llevaste mi vida, como presa. Pero no te lo digo. Porque cuando abrí mi casa, entraste en ella, como siempre, arrasándolo todo. Consciente, yo, de tu encanto, de que en tu cuerpo se enroscaban pasiones y se quedaban los hombres prendidos, como de un precipicio. Como tus senos, levantados, enhiestos, atrapaban los ojos de todos. Y los de él, porque es humano y se prendió ¡cómo no hacerlo! de tus encantos.
Porque cuando susurras palabras, envuelves al oyente en la suave cadencia de tu voz, y se queda prendido de unos labios que son y serán, presa de un beso. Todo eso lo sabía, amiga, aun así, abrí el nido. A sabiendas de que cercaba el peligro. Yo sé que tú eres veneno, que prende el alma y no se va. Acongoja el desgarro de desearte, pero nunca se pierde. Amiga, quizá, porque yo antes sentí lo que él siente ahora. El embrujo de entrelazar su vida en tus palabras, el hechizo de tus sortilegios, mágicos, el suave contoneo de unas caderas fuertes que muestran poderosas la mujer que tú eres.
Por eso no puedo odiarte, amiga. Quizá puedo compadecerle a él, porque cuando se prueba el veneno de unos labios repujados de sonrisa y de miel ya no se olvidan nunca.
MariaToca
Relato finalista del IV Concurso de Relato Breve de Cornellá. 2017.
Qué bien contado María.
gracias…