—Tengo que irme a planchar.
—¿Cuándo?, ¿ahora?
—Sí, se me ha acumulado y tengo una montaña.
—Seguro que ropa de los niños y de tu maridín.
—Pues sí, la mayoría.
—Es que todavía no entiendo por qué le planchas la ropa.
—Porque, si no lo hago, se la lleva a mi suegra y me muero de la vergüenza.
—Que se muera él, que la ropa es suya.
—Ya sabes cómo son en mi pueblo…
—Sí, claro que lo sé.
—Piensan que lavar y planchar son cosas de mujeres.
—Ya. Y comprar y cocinar y limpiar y cuidar de los hijos…
—Vale, vale. No empieces.
—Es que me cabreo de verte siempre estresada, sin tiempo para ti.
—Bueno, tenemos los jueves por la noche. Los jueves cómo éste así que, ¿por qué no nos relajamos un poquito y no nos separamos de mal humor?
—Porque no, Ana, porque no. Porque no comprendo por qué aguantas con él, por qué toleras su actitud egoísta. Es un machista y tú se lo permites.
—Oh, vamos… Ya lo hemos hablado. Trabaja mucho y llega muy tarde…
—Tú también trabajas y te has reducido la jornada para poder servirle a él.
—A mis hijos. Lo he hecho por mis hijos.
—Ya… Claro.
—No lo digas, por favor. No empieces.
—Déjale, coge a tus hijos y vente conmigo.
—No.
—¿Por la gente del pueblo? ¿Por el qué dirán?
—Por mis padres, por mis tíos, por mis suegros. Por mis hijos. No quiero que mis hijos sean los raritos y les señalen con el dedo.
—Al cuerno con todos. No viviremos en tu pueblo. En cuanto salgas de allí serás tan feliz que te importará una mierda tu pueblo.
—¡Que no, Carmen, que no! ¡No voy a ser la lesbiana del pueblo y punto! ¡Si no te conformas con lo que tenemos lo dejamos y ya está! Eres libre de estar conmigo así o dejarlo, yo no quiero amargarte la vida…
—Vale, vale, pero no llores, amor mío, no llores…
Copyright © 2017 Teresa Guirado.
Todos los derechos reservados.
Deja un comentario