Ayer antes de los aplausos salí a mi balcón, empezaba a caer la tarde, y abrí mis sentidos a los sonidos.
Empezaban a irse a dormir todos los seres alados, las gaviotas se sucedían unas a otras con mucha rapidez; volaban alto, iban seguro a algún lugar para refugiarse.
En la palmera de enfrente de mi casa, un pájaro piaba, y un poco más lejos, en un árbol del parque, otro pájaro le contestaba. Estuvieron hablando por un rato, cada vez un poco más bajo hasta que dejaron de hablar.
Se movían algunas hojas en los árboles, seguro que los pájaros estaban inflando sus plumas, recolocándolas y escondiendo su cabeza dentro de ellas, buscando el mejor espacio de su refugio, y pensé, si los pájaros pensaran ¿que estarían mascullando? ¿Qué oirían? ¿Qué sentirían? tal vez se preguntarían ¿dónde han ido a parar esos, los que andaban con dos piernas por las calles invadiéndolas? ¿Dónde, dónde, se han escondido? ¿Por qué no salen de sus nidos? – seguro que se lo están planteando.
Quizá nos lo agradezcan, porque sus cielos están más azules, pero algunos, algunos, seguro que nos están echando en falta.
Todas esas palomas que revoloteaban al lado de ancianos y niños esperando el pan de cada día estarán diciéndose unas a otras ¿dónde estarán? ¿Dónde están? ¿Dónde está mi pan de cada día?
Después, dejé de pensar y seguí escuchando.
Una sirena con luces azules inundó de color el espacio, la policía había parado, hablaba con una mujer que andaba sola por la calle. Más tarde, esa mujer siguió caminando muy rápidamente, y la policía, apagó sus luces, y enseguida….se oyeron los aplausos.
Ángeles Sánchez Porro.
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