Cada día nos despertamos con una nueva noticia relacionada, directa o indirectamente, con la Manada. Que si en Gran Canaria un grupo de cuatro adultos y un menor se hacen llamar “La nueva manada”; que si al Prenda se le infla el pecho de orgullo y se pone a criticar la libertad de expresión porque se ha cerrado un grupo en Facebook que les apoyaba; que si en Alemania un grupo de cinco jóvenes planeaba violar a adolescentes; que si el Guardia Civil, después de haber intentado renovar su pasaporte, se reincorpora a sus servicios… Que si, que si, que si… El efecto manada, como le llamaron algunos, ya está surgiendo: la tenebrosa cultura de la violación está más manifiesta que nunca. Para ellos impunidad; para ellas, silenciamiento. Muchos se suben al carro, a la fiesta del no es sí, animados tanto por su educación como por las leyes de su país, pero, principalmente, por la cultura que palpan: es el pan de cada día el piropo que nadie pidió, las miradas lascivas, el tocamiento de culo en una discoteca… Es el pan de cada día cosificar a una mujer, deshumanizarla, objetivizarla.
El poder mediático que ha generado el caso es de sobra conocido, su permisividad y excesiva publicidad nos afecta. Pero démosle la vuelta a la situación: agarremos a ese poder mediático de la Manada para enfrentarnos a los acosadores. Ese grupo de cinco hombres que decide violar a una mujer en un portal, no piensa, en primera instancia, que su acto va a trascender a nivel nacional. Lo ha hecho, se han beneficiado y ahora comen tranquilamente con sus familias. Pero al pueblo también le ha servido toda esta pantomima: la Manada ya no es simplemente un concepto que aglutina a cinco violadores. No. La Manada ha alcanzado un grado de poder simbólico del que ya no puede escapar. La lucha contra la Manada se ha transformado en una lucha simbólica, es decir: la batalla feminista va más allá del ataque a cinco hombres o a un sistema judicial, sino que la lucha aglutina a la Manada como concepto simbólico: la Manada es la representación del patriarcado en todas sus vertientes más discriminatorias, injustas y asesinas. El concepto ya es presa de toda su carga simbólica: el juicio contra la Manada no fue solo un juicio para decidir si cinco hombres entraban en prisión; el juicio y todo lo que acarreó simboliza la derrota ante la injusticia, la violación, el acoso, el abuso, el poder, la invisibilidad, la discriminación, la opresión, la falta de consciencia… Simboliza la perpetración de una tradición que vulnera los derechos de las mujeres.
Por lo tanto, sigamos en esta lucha. Que el poder judicial se haya pronunciado no significa que esté dicha la última palabra. Si aceptamos que esos cinco están en libertad y ya no podemos hacer más, perdemos. Posiblemente jamás vuelvan a prisión, pero abandonar la lucha no sería abandonar el caso, sería abandonar la causa. La lucha simbólica contra la Manada es una lucha que no puede perderse, pues sería aceptar metafóricamente que el patriarcado personificado ha ganado.
Ya no es cuestión de legalidad: es cuestión de Justicia: pero en mayúscula, refiriéndome a una Justicia eterna, no a la del sistema judicial: porque, esa, de poco nos sirve. Esa que ha tolerado que toda la carga simbólica que llevan a sus espaldas esos cinco individuos salga a la calle. Esa que ha autorizado que lacarga ande a sus anchas, libre, orgullosa, duradera. Esa que ha permitido que esté permitido violar en España.
Por eso mismo, que el Prenda critique el cierre de su página de fans en Facebook o que el Guardia Civil vuelva a sus servicios, no son meramente hechos individuales que demuestran una injusticia ciudadana. Es mucho más que eso. Que se defiendan grupos de la Manada, siendo consciente de toda la carga simbólica que ese concepto conlleva, es enaltecimiento del odio, de la cultura de la violación y de la discriminación de la mujer. Que un violador retome sus servicios públicos en menos de un mes tampoco es un hecho aislado: es la confirmación de que, en el patriarcado, el hombre siempre podrá hacer vida normal: porque en el patriarcado dan igual las quejas, las protestas, los vapuleos: porque en el patriarcado la carga simbólica de los conceptos dan igual, porque, por encima de todo eso, manda la falocracia.
Así que, reprendamos el debate y miremos al concepto cara a cara: deconstruyámoslo; veamos con claridad que esconde, cuáles son sus preferencias, sus creadores, sus impulsores y sus perpetuadores. Agarremos al concepto y destripémoslo hasta que descubramos todo lo que oculta. Porque solo asípodremos acabar, poco a poco, con el patriarcado más imperecedero. Solo así podremos elevar la lucha contra cinco individuos hasta la lucha contra todo un sistema. Pero, me temo, que para eso aún nos queda mucho camino.
Eder Santana Rodríguez
Muy bueno tú articulo Eder. Muy lúcido. Como mujer , persona e individua te lo agradezco.
Gracias en su nombre y en el @LaPajareraMgzn
Gracias a ti por leerme, Amanda. Me alegra saber que te ha gustado. Un placer.
Gracias a ti por leerme, Amanda. Me alegra saber que te ha gustado: es un placer.