La Muerte: análisis desapasionado.

Si algo hay que inspira miedo, es la muerte, por tanto pasamos la vida eludiendo su presencia, que terca llega una y otra vez sin haberla llamado. Bien sea a título personal,  familiar o de amistad, a todos nos ha llegado el momento de enfrentarnos a ella, de ver su sombra como se dibuja sobre el suelo dejándonos heridos y deformados con su presencia. Eludimos su realidad.  Siendo, como es  la única cosa segura que tenemos desde el nacimiento. Vamos a morir. Ustedes disculpen el disgusto, pero es así: vamos a morir todos. Hasta el genuino Casado, porque aunque diga que no le preocupa, aunque considere el  chico del PP que no es prioritario, algunas sí consideramos que la muerte y la forma de morir es preocupante. Esquinar esta verdad nos produce desasosiego y bastante dolor, perfectamente eludible.

 

Quizá no nos asuste tanto el hecho de morir como  la forma de hacerlo. Al menos a mí me ocurre así. Acepto perfectamente la idea de mi desaparición, pero me asusta la forma de hacerlo, el camino hasta llegar a la muerte es el mayor factor de miedo. Me enfrento a la desasosegante idea de perder mi voz, mi integridad, confabulando alguna espiritualidad con el más perfecto agnosticismo, según el día y el ánimo. Reconozco que mis lectura de Elisabeth Kumble- Ross, me produjeron una justa calma cuando me azotó el dolor ante la muerte de mi hijo Luis. Produce  consuelo, cuando la herida tirana del duelo está en su paroxismo, lo que nos explica la doctora Kumble-Ross; consoladora idea de un reencuentro dichoso entre almas que se separan durante un tiempo para unirse en un Multiverso profundo. Sea lo que sea, la espiritualidad pertenece al ámbito privado y más intrínseco de la persona, no al político ni al sanitario.

 

Desgraciadamente, de tales miedos e inseguridades se han apropiado los nigromantes o los aprendices de dioses. Se ha basculado de un desprecio absoluto hacia la vida de los no precisos, de los imperfectos, de los enfermos, desheredados del mundo, a un aprecio como valor supremo de la vida, cuya llave final está en manos de la divinidad sin dar ningún poder al individuo sobre ella. Y se divide la sociedad entre los que defendemos la libertad suprema del derecho a morir dignamente, asistidos de la ciencia para no sufrir, para realizar un tránsito de forma pausada, tranquila, o los que obligan a apurar la vida como si no nos perteneciera.

Hoy es posible alargar de forma casi infinita la vida. Por otro lado la ciencia biomédica ha alcanzado tal grado de supremacía que puede alargar años a la vida pero no vida a esos años. Es entonces cuando la regulación por medio de leyes del derecho a disponer de la propia vida se hace necesario.

 

Tecnologías, medicaciones permiten mantener un cuerpo ensartado durante tiempo, sin atender a que la forma humana pierde su característica principal, cuando se convierte en un cuerpo inane, sin vida, manteniendo de forma artificial las constantes vitales, sin el soplo divino (permítanme la licencia poética) de la inteligencia despierta.

Deberíamos preguntarnos qué es la vida, qué tipo de vida queremos llevar, qué es la muerte y qué tipo de muerte queremos para nosotros. Una vez enfrentados a estas preguntas, decidamos en la libertad individual bien meditada de nuestra conformidad. Luego, una vez despejadas las  premisas, podremos decidir sobre qué hacer, sin dejar pesados lastres a los familiares que se ven abocados, en muchos casos, a tomar decisiones terribles sobre algo que no les pertenece: nuestra vida.

 

Una persona con un afán vital hercúleo, el astrofísico Stefen Hawking,  empeñado en mantener la llama candente de su vida contra viento y marea de una enfermedad degenaritiva (ELA)  cuyo amigo,  el filántropo estadounidense Dennis Avery,  ha donado de 4,39 millones de euros para fundar y sostener una cátedra de Cosmología que se abría oficialmente el 1 de marzo de 2014.Como decía, Hawking,  se  manifestó tajante por el derecho a morir dignamente. Y es que no es un contrasentido. Precisamente los que amamos la vida con desesperada actitud, somos los/as que sentimos que el no tener la posibilidad de acceder a nuestro fin cuando sea decidido en libertad y en pleno uso de facultades, pasar al otro lado, es algo terrible. Porque la vida, para nosotros, no es un valor en si misma. La vida es poder moverse, reír, hablar, amar, escribir, caminar…La vida es un cúmulo de sentimientos y acciones que se ven coartadas al llegar un punto de no retorno de la enfermedad. Lo que llega después de esa pérdida de estímulos, calidad o discernimiento, no es vida. O al menos, no es la vida que concebimos. Pasa a ser una supervivencia marginal de nuestro yo profundo. Y no queremos. Nos rebelamos ante la idea de perdernos, de cambiarnos por un amasijo de vísceras sufrientes que no generan nada más que dolor. Ante el hecho inexpugnable de una enfermedad sin retorno, decidimos irnos: Pasar al otro lado. Sea el que sea, que no es la discusión. Para unos  será un nirvana maravilloso, para otros un cielo nebuloso, o una fiesta perpetua llena de huríes, o la nada. Pero decidimos salir con el bagaje de lo que somos y desintegrar nuestra esencia cuando es, cuando estamos aún. Todo menos degradarnos hasta el infinito en una fría cama de hospital.

Holanda, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, y Quebec  y algunos estados de EEUU, son los países que han legislado sobre el derecho a morir dignamente. Países que ven como cada año llegan peregrinos de todo el mundo en busca del momento final, lejos de los suyos, lejos de sus paisajes de origen. Asidos por el deseo de salir del sufrimiento en un ejercicio absoluto de libertad  y de amor a la vida. Hora es ya de legislar para que nuestro país se deje de atavismos religiosos absurdos y regule con valentía el derecho supremo del ser humano: abandonar la vida, cuando deja de sentir la vida como un valor.

 

Texto: #MariaToca

Elisabeth Kumble-Ross

http://www.eutanasia.ws/

http://www.arderas.org/

http://www.secpal.com/

http://www.dignitas.ch/

http://www.pepe-rodriguez.com/Morir/Morir_menu.htm

https://www.youtube.com/watch?v=WEk2PwZuk3w

http://www.alaia-duelo.com/

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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