La vida de esta extraordinaria mujer dio comienzo en una población cercana a Nueva York, Poughkeepsie, el veintitrés de abril de 1907. Los padres, Theodor y Florence, el padre de ascendencia alemana era amante de la fotografía y tomó instantáneas de Lee, hermanos y amigos, desde muy pequeños. Son fotografías un tanto perturbadoras porque muestran a la niña desnuda. Ella adoraba a su padre, admiraba su afición y aprendió con él no solo el arte de posar, sino de realizar fotografías.
Durante su infancia algún familiar abusó o la violó lo cual conformó una personalidad huidiza el resto de su vida, haciendo su carácter difícil para la convivencia. Personas que la conocieron confiesan en la incapacidad de Lee Miller para amar o mantener relaciones afectivas.
Con diecinueve años, paseando por una calle de Manhattan, un coche casi la atropella siendo salvada por un caballero que se quedó prendado de su belleza y elegancia. Era, ni más ni menos, que Conde Nast, el editor y propietario de las revistas Vogue y Vanity Fair. De inmediato, la contrata como modelo para sus publicaciones. Poco tiempo después se convierte en portada de Vogue de la mano del ilustrador George Lepape. Su imagen es utilizada en diversas campañas publicitarias de moda, también en un anuncio de compresas. Dada la época, fue un enorme escándalo, que a Lee al principio no la molesta pero con la difusión que obtiene, termina por crearle problemas en su ciudad de origen.
Lee Miller es una mujer activa, no soporta la rutina ni el aburrimiento. Pronto considera que su posición como modelo no la satisface y decide marchar a París, en 1929, cuando en la capital del Sena bullía la Generación Perdida y el movimiento surrealista. Conoce en el café Le Bateau Ivre a Man Ray, con el que entabla una relación. Lee tenía entonces 22 años, Man Ray 49, hasta la llegada de Miller, Ray había sido amante de otro personaje mítico, la gran Kiki de Montparnasse https://www.lapajareramagazine.com/kiki-de-montparnasse pero la sustituye por la norteamericana. Man Ray, como solía hacer con todas sus amantes, la convierte en su musa. Realiza una obra magnifica utilizando los trozos del cuerpo de Lee, realizando fotos surrealistas. Ella, como sucedió con su padre, no solo posa para él sino que aprende con rapidez las técnicas y el estilo que caracteriza a Man Ray.
Lee Miller, decide experimentar con los colores, descubre la técnica de solarización fotográfica que todo el mundo atribuye a Man Ray. Conoce a Bretón, Picasso, Joan Miró y el resto de los artistas que en los confines de los años veinte pululaban por el Paris bohemio. Fue protagonista de la película de Jean Cocteau, La sangre de un poeta, también es retratada por Picasso en seis ocasiones y mantiene su fama de mujer hermosa.
Cansada de la bohemia parisina regresó a Nueva York, estableciéndose y conforma una agencia de fotografía, donde realiza trabajos para las mejores revistas de moda del mundo. Lee Miller, saca a las modelos de los interiores, realiza fotos muy hermosas llenas de contrastes. Las modelos salen a la calle, al campo, se vitaliza la moda con la fotografía artística que ha ido aprendiendo a lo largo de su vida y de su contacto con grandes artistas como Man Ray.
De forma sorpresiva, da un cambio a su vida. En 1934, conoce a un rico empresario egipcio , Aziz Eloni Beg, casándose con él y marcha a vivir a El Cairo. Casada con el potentado egipció, Miller deja de ejercer profesionalmente la fotografía y de ser modelo, dedicándose a viajar por diversos países mientras realiza fotografías artísticas de enorme importancia, a la vez que intenta una vida familiar al uso.
Pronto, su vida burguesa le parece poco interesante y decide viajar a París sola en 1937, donde conoce al pintor surrealista Roland Penrose, se enamoran y se hacen amantes. Durante dos años mantendrá el matrimonio con Aziz hasta que marcha de forma definitiva a Londres para vivir con Penrose divorciándose de su anterior marido.
Contrae matrimonio con Penrose. Con él tiene a su hijo Anthony. Lee no siente la vocación de madre, nunca fue afectuosa con su hijo, años después Anthony Penrose Miller, confesaría que su madre fue una total desconocida para él.
Avanzan los años treinta, los amigos norteamericanos de la pareja formada por Miller y Penrose, les insisten en que abandonen Gran Bretaña y marchen a EEUU debido al avance de las tropas alemanas por Europa. Lee Miller, en otro viraje vital, no solo no busca la seguridad del continente americano sino que solicita permiso para acompañar a las tropas aliadas por los campos de batalla europeos. Confesaría que siempre pensó que era mucho más interesante estar detrás de la cámara que delante. Es como si Lee Miller necesitara la adrenalina de la aventura para sentirse viva y poner bajo su ojo los grandes acontecimientos mundiales que se desarrollan en la vieja Europa.
Con el ejercito aliado, Lee Miller, trabajando para las revistas Life, Vogue y Vanity Fair, realiza la proeza de acercar su mirada a las primeras líneas de batalla. Tal como decía Robert Capa, «nunca se está demasiado cerca del cañón para obtener una buena foto«. Con su acreditación de prensa documentó el desembarco de Normandía, cubrió el heroico trabajo de unas enfermeras de campaña en Omaha. También, fue la primera fotoperiodista en estar presente en la liberación de Saint Malo, donde fue arrestada por carecer de permiso que la acreditara. Entró en la capital de Francia con las tropas aliadas tomando maravillosas imágenes de la liberación de París.
No se contentó con fotografiar las batallas exitosas, quiso llegar más lejos, ver la cruda realidad del horror nazi. Entró y tomó imágenes en campos de concentración como Dachau que fueron publicadas por las glamourosas revistas para las que trabajaba, estimulando la conciencia social sobre la terrible realidad y difundiendo por el mundo lo que sus espantados ojos veían.
El treinta de abril de 1945, el destino quiso que Lee Miller, que llevaba un papel arrugado en su abrigo con una dirección, estuviera en el número 16 de Prinzregentenplaz, en el centro de Munich.
Era el apartamento en el que vivieron Adolf Hitler y Eva Braun. El día antes, el carnicero nazi y su amante, se habían suicidado…Lee Miller no pudo aguantar las ganas de ser fotografiada desnuda en la bañera de Hitler, en la icónica foto donde se ve un retrato del tirano, las botas llenas del barro de los campos de concentración de Lee y a ella, encogida en la bañera. La foto dio la vuelta al mundo.
Lee Miller, después de posar, contó que se dio un baño en la bañera y durmió en el lecho que compartía el tirano con Eva Braun. Con sorna, contaría años después que “mi anfitrión no estaba en casa” por lo que decidió descansar en lo que fuera residencia de Hitler y Braun.
Todo lo vivido en la guerra, el horror fotografiado, la visión de los campos, de la muerte, de niños hambrientos, bombas, destrucción dejó secuelas en Lee Miller, que a la vuelta a casa sufrió estrés postraumático, con episodios depresivos graves. Ya dijimos que, desde niña, sufría heridas imborrables, es posible que lo vivido en la guerra agravó sus dolencias psíquicas.
Junto a Penrose y su hijo, se trasladaron al condado de Sussex en Inglaterra, donde se establecieron en una granja, viviendo hasta el 21 de julio de 1977 que murió de cáncer.
Su trascendencia y la fama conseguida, se había olvidado, desde la apacible vida en Sussex se olvidaron los logros de una mujer cuya existencia tuvo una intensidad total. Áspera de carácter, poco afectiva, con un trato difícil, pero con una personalidad poliédrica y genial. A su muerte, su hijo Anthony descubrió en unos baúles la historia grafica de su madre, que le resultaba desconocida para él. Creo un museo en la granja donde vivieron sus padres, con la obra de Roland Penrose y la inmensa obra grafica de Lee Miller. Años después escribió un libro autobiográfico donde refería detalles de la vida íntima de Miller, el libro se llama, Las vidas de Lee Miller, título descriptivo de como fue la trayectoria vital de esta mujer.
María Toca Cañedo©
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