Letizia Battaglia es una fotoperiodista que trabajó en el diario “L´Ora” de Palermo durante al menos diecinueve años.
En este documental titulado “Shooting the mafia”, Letizia reconstruye los momentos más esenciales de su vida. Con una actitud frontal, nada disimulada, muy valiente diría yo, va desgranando una serie de episodios vitales con la mirada de una niña asombrada y en un intento de comprender su propio sentir, de desentrañar las marcas del dolor que en ocasiones nos hieren de por vida.
Desde muy temprana edad, Letizia lucha denodadamente por encontrar su lugar en el mundo, no se conforma con vivir presa de los límites físicos y ultramoralistas que le impone su familia, pero ante todo, la figura de su padre.
Estos angostos límites,-declara ella misma-, le procuraron un shock emocional por el que se ha sentido influenciada gran parte de su vida. No obstante y al cabo de unos años, encontró en la fotografía el asidero necesario para reafirmarse como ser humano, a partir de ahí, es cuando comenzó su historia de amor con el arte del daguerrotipo.
Una serie de inesperados fotogramas chocan frontalmente contra el espectador, se trata de la primera ocasión en que la fotoperiodista tuvo la oportunidad de fotografiar la violencia lasciva, el poder cruel y el sanguinolento mundo de la mafia. Un hombre yace inerte junto a un olivo, alguien abre su puño tensado por el rigor mortis, se aprecia con
perfecta claridad como entre sus anquilosados dedos se tambalean dos globos oculares que habían sido previamente amputados al propio cadáver.
Letizia mira a cámara, y circunspecta nos dice:
-el primer asesinato que uno presencia, te infunde una impresión tan intensa que ya nunca te abandona-.
Desde ese día, los crímenes mafiosos en Sicilia se intensifican en progresión geométrica, ese mismo año se llegan a contabilizar más de mil muertes sólo en la ciudad de Palermo, la atmósfera se torna irrespirable, una capa de lava deprimente recubre la vida de la urbe.
Letizia Battaglia es muy consciente de que fotografiar el dolor humano resulta demasiado embarazoso, pero aún así, ella siente el deseo y la necesidad de hacerlo, lo quiere hacer por amor, por amor a Palermo, por amor a sus vecinos, a los que siente como su gente, en una íntima comunión.
En 1987 tiene lugar un maxiproceso contra la mafia, es entonces cuando se pudo dilucidar la existencia
de una asociación de tipo mafioso-criminal con múltiples ramificaciones en toda Italia, y que alcanzaba prácticamente a todos los ámbitos de la sociedad y el estado italianos. De los 475 acusados, 360 fueron condenas, incluyendo 19 cadenas perpetuas; 114 absoluciones, 2.665 años acumulados de prisión por los sentenciados. Tras este proceso, y posterior condena, Totò Riina, jefe del clan de los corleoneses, entró en cólera, juramentándose en vistas a una posible vendetta contra todo Palermo.
La mafia tuvo la percepción de que sus cómplices políticos les habían fallado. El propio ex-presidente
italiano, Giorgio Napolitano, fue señalado por un antiguo asesor, como partícipe de “acuerdos indecibles” con la “Cosa Nostra”.
El 23 de mayo de 1992, una terrible explosión alcanzó de lleno a la comitiva del juez Giovanni Falcone, un juez que se había distinguido por su empeño y su determinación en la lucha contra la mafia.
Letizia Battaglia nos recuerda que tanto la prensa local como la nacional, habían emprendido tiempo atrás, una campaña de ensañamiento contra el juez Falcone. Una vez más, esto podría explicarse por la más que posible connivencia entre el poder político, el poder mediático y el crimen organizado.
Poco tiempo después, un amigo de la infancia del propio Giovanni Falcone, el juez Paolo Borsellino, es igualmente asesinado. Toda Sicilia clama y grita contra los clanes mafiosos, el Presidente de la República acude a los funerales, acontecen escenas terribles, es insultado, zarandeado.
La mafia mata, el silencio también. Pero por fin se suscita unanimidad entre los sicilianos, ya no se
prestan tan fácilmente al cumplimiento del pacto de silencio.
Les confieso que el visionado de este documental me ha reconciliado, al menos en parte, con la condición humana, con la condición que representan personas como Letizia Battaglia, las que eligen los senderos del arte, de la creación, ejemplos éstos de como la belleza puede ser procuradora de salvación, de denuncia y esperanza
en un mundo tan hostil como el nuestro.
José Miguel Gándara
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