Este individuo anda huido. Tiene una orden de captura. Empezó escribiendo contra los vulgares y mediocres y le dieron algunos avisos por conducta antisocial. Pero él, erre que erre, encabezó un levantamiento. Empujaba a las personas a poner sus sentidos en lo que produce placer y no en lo que causa dolor de cabeza. «Apoyen la ciencia, la música, la danza, la pintura, el teatro, el cine, la literatura, los deportes al aire libre; no pierdan su precioso tiempo atendiendo discursos o análisis de cizañeros».
Por estas incendiarias y medio epicúreas soflamas, la amenaza de una nueva demanda judicial se cernió sobre él. Entonces se hartó y subió el tono: «¿por qué prestar oídos a tantos cascarrabias o enemigos del sosiego cuando se puede escuchar a Bach?».
Esa declaración en forma de descarnada interrogante se consideró rebeldía. Tuvo que pasar a la clandestinidad. Desde ahí, todavía hoy, hace furibundas proclamas.
«¡Cuidado! Si usted no está descontento, le van a convencer de que sí lo está. Y, si aún no, le darán motivos para estarlo. A los malos políticos no les interesa que seamos felices porque se nutren de nuestra infelicidad y miedos».
El muy bestia. Dice barbaridades. La última ha sido: —Si no quiere que le asedien, disimule, sea feliz.
“Los Web. ¿Inconformistas o solo locos?”
https://www.amazon.es/dp/1983028819
Deja un comentario