Las mujeres que no denuncian a su maltratador o que después de hacerlo reanudan su relación de pareja, no son tontas, ni frágiles, ni es una sospecha de que hayan mentido y se hayan dado otra oportunidad.
Se le llama persuasión coercitiva y es una forma de maltrato tan reconocida científicamente como difícil de demostrar, porque es un lavado de cerebro al que le acompaña una ideología muy peligrosa, que en cierto modo está avalada por el contexto.
Hay muchas ideas que operan conjuntamente, pero las más importantes son dos. Activar la sensación de peligrosidad del entorno cercano, al tiempo que alimentas el miedo a la soledad. La aislas y al mismo tiempo le metes miedo por estar sola. Por tanto, solamente queda él.
De forma natural el ser humano necesita del entorno. De hecho, las personas que se declaran más felices son aquellas que tienen un entorno más sólido y reciben un apoyo más intenso. Por tanto, licuan el entorno de la víctima y disminuyen el apoyo hasta dejarla aislada.
«Tus amigas te tienen envidia» «tú no eres como ellas» «no me gusta nada x persona» «le gustas, no quiero que vayas con él» «¿estabais liados?» «tu madre no me soporta». En definitiva, lo que intenta es desprestigiarles ensuciando su imagen con percepciones de la realidad desorbitadas, para que la víctima se aleje. Una vez alejada, su entorno también lo notará y habrá una reacción, no siempre de comprensión, que confirmará lo que el agresor le decía desde el principio, con un «¿ves? lo que yo te decía, tu madre me odia».
Y mete la patita haciéndole creer que la única alternativa a su soledad es -¿a que no lo adivináis?- él. Y si ella se va con esa gente que tanto le odia, además de pensar mal, él no tendrá otra que tener que romper con la relación (cosa que no va a hacer, sino insistir más) porque sacrificios no va a hacer.
Durante todo ese proceso, que pueden ser 3 meses como 40 años, ella tiene tan poca certidumbre que será incapaz de rehacer las relaciones que ha perdido. Primero, porque se muere de vergüenza y segundo, por el miedo a la reacción que vaya a tener él.
Una vez creado el muro entre ella y el mundo, el discurso habitual es un concepto muy peligroso: «La única alternativa a la soledad soy yo«. Es decir, que lo único que la separa de la soledad y, por tanto, de la incertidumbre total es él. Porque él es seguridad, certidumbre, familia, futuro, apoyo, amor, felicidad y todos esos conceptos los definirá él a su manera, porque tú -pobre insensata de mente dispersa- no sabes lo que necesitas.
Y claro, al maltratarla ella duda, pero a la vez hay toda una relación romántica que se subraya en la creación de una burbuja, por la que él entra y sale y ella está secuestrada.
Además la relación es MUY intensa. En todos los aspectos. Y te engancha como la heroína. Un día te pega una bofetada, pero luego tienes las 2 semanas más maravillosas, románticas y más sexualmente explosivas de tu vida.
Y repito que esto no va de mentes débiles o fuertes. Va de que el funcionamiento es parecido al de una secta de drogodependientes y con pico y pala nos podemos cargar a las personas más fuertes y resistentes mentalmente.
Es cierto que hay perfiles de victimización (orientativos, no es la biblia), pero está más relacionado la renta de trabajo y las oportunidades laborales (por motivos de autonomía económica y material), que la debilidad de afrontamiento con respecto a la manipulación de la que puedan ser víctimas.
Antoni Miralles Alemany
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