Una que no vivió la revolución cubana más que en los libros de historia, tomó parte pasiva de la revolución que llevó a cabo el Frente Sandinista de Liberación Nacional en la querida Nicaragua como algo personal y emocionante. Aún recuerdo la tarde del 19 de Julio en la que prescindí de playa, hallándome de vacaciones, para ver entrar a los guerrilleros en Managua con la explosión de júbilo sublime en unas imágenes en blanco y negro que quedaron empañadas por mis lágrimas de emoción. Años después una testigo de aquellos momentos me contaba cómo, en los primeros tiempos, el fervor patriótico, la emoción del triunfo y la esperanza se materializaban en asambleas donde a mano alzada del pueblo reunido en la Plaza de la Revolución, se votaban las leyes de la nueva nación. El pueblo sentía que dirigía ¡por fin! su historia. Un sueño de revolución.
Fueron tiempos románticos; se había derrotado a Anastasio Somoza, terrible dictador que hizo de Nicaragua finca particular de sus patibularios deseos de poder y sanguinarios instintos. Huyó a EEUU el malandro con su amante y parte de las riquezas acumuladas por los años de poder que mantuvo a la familia Somoza, con apoyo incondicional de EEUU, como dueños absolutos del país. Los nuevos gobernantes, Edén Pastora, Tomás Borge, Daniel y Humberto Ortega, Víctor Tirado, hasta nueve comandantes, que conformaron una suerte de gobierno de coalición. Pronto las desavenencias y los egos de los comandantes forjaron disidencias. Los hermanos Ortega fueron los que más cotas de poder obtuvieron.
Lentamente el país intentaba recomponerse después de la sangría de la guerra pero no pudo ser. EEUU, en su constante hostigamiento a todo lo que sonara disidencia de su cuarto de atrás armó y financió a la Contra, guerrilla de paramilitares que acosó a las fuerzas oficiales. Como cosa curiosa diremos que la Contra era financiada por la venta de armas de EEUU a Irán, que entonces eran amigos y se enfrentaba al enemigo comunista anidado en Afganistán. Como en los amores de culebrón, lo hoy amigos mañana se enemistan y montan los sindioses que padecemos los pueblos.
Nicaragua depauperada por la guerra se desangra con la guerrilla de la Contra. La solidaridad internacional hace causa común con el gobierno nica y comienza el débil apoyo en forma de voluntarios y de ONGS. Además, el virus de la corrupción, endémico en América Latina (quizá heredado, como el idioma, de la Madre Patria) comenzó a carcomer cual termita los cimientos de un estado incipiente.
Daniel Ortega consigue alzarse con el poder y en unos erráticos gobiernos deja al país poco menos que en bancarrota en los años noventa. Un ejemplo: la renta per capita del nicaragüense en 1990, era un 50% menor que en 1978. Pierde el poder y se erige como nueva presidenta del país Violeta Chamorro, siendo la primera mujer elegida en América Latina.
Chamorro revierte el sistema económico; de una economía fuertemente estatal convierte a Nicaragua al libre mercado, atrayendo con ello capital extranjero. La corrupción sigue socavando los pilares del estado y el desencanto con la esperanza de Chamorro hace que en 2006 vuelva a ganar Ortega las elecciones. El rojo y negro del Frente Sandinista tenía largo tirón en el pueblo maltrecho. Y él supo utilizar el señuelo.
Para entonces Daniel Ortega había aprendido la lección. No volvería a soltar las riendas del poder. Se aprestó a bridar todos y cada uno de los estamentos a fin de que nadie le descabalgara de nuevo y decidió imitar al maestro cubano tomando en sus manos todos y cada uno de los resortes del Estado.
Contaba para ello con una ayuda inestimable: su compañera Rosario Murillo. Siniestra mujer que se mantuvo a su lado aún cuando quedaron demostrados los abusos que realizó Ortega a la hija de Murillo, Zoila América (es una terrible historia, que me inspiró una novela que algún día verá la luz: Sueños Quebrados) Murillo apoyó a Ortega frente a su hija cuando el clamor por los abusos hacia su hijastra se hicieron comidilla mundial. Hay una carta que él la envía disculpándose y reconociendo los abusos (terribles, realizados durante años, tanto que destrozaron a Zoila América psicológicamente) Su única disculpa, aduce el sátrapa, fue que su sexualidad se torció debido a las torturas de su etapa de preso político de Somoza. Murillo se cobró alto, prestarle el apoyo. Ha mantenido las riendas del poder de un hombre errático y dopado que da palos de ciego en muchas ocasiones. Supersticiosa hasta la extenuación, rodeada de brujos, de enjambres de conjuros y maleficios la siniestra Murillo se convirtió en Vicepresidenta del país en 2016.
La conjura para no perder el poder siguió. La Constitución nicaragüense prohibía la reelección del cargo de presidente, en su carrera hacia el poder absoluto, Ortega anula el artículo 157 y es reelegido de nuevo en unas elecciones fraudulentas donde los miembros de su camarilla han organizado y controlado todo el sistema electoral. Como pago a esa anulación, Ortega, otorga a los miembros del Tribunal la permanencia a perpetuidad en sus cargos. Así de bien paga la fidelidad perruna el tirano.
El poder económico está en sus manos. Todas las inversiones pasan por la familia Ortega/Murillo, que se ha convertido en multimillonaria. El poder político también, ya que ha colocado a sus fieles en todas las cotas de poder, llegando a anular la independencia municipal nombrando y quitando alcaldías a su criterio. La fuerza también está en sus manos, como ejemplo sirva que la policía está dirigida por su consuegro. Se han creado unas milicias populares que funcionan como matones del gobierno: las Turbas, son llamadas. Van en moto y siembran el terror entre los disidentes y manifestantes, con el consiguiente resultado que el miedo indiscriminado produce. Teniendo en sus manos el ejército, la policía, el poder político y el económico, Ortega/Murillo son dueños absoluto de Nicaragua convirtiéndose en un nuevo Anastasio Somoza Debaile, o en los bien retratados en literatura, tiranos latinos, como El otoño del patriarca, El señor Presidente, o El Chivo. De larga tradición ese concepto de finca particular que tiene el poder en América Latina.
Durante los años en que Chávez hacía rodar los barriles de petróleo y dólares hacia países amigos, Nicaragua gozó de cierta bonanza económica, el amigo venezolano financiaba. Al morir y asolarse su país con la crisis permanente, se acabó la ayuda y la triste realidad de un país empobrecido y comido por la corrupción ha mostrado su verdadera cara.
De pronto el brote de autodefensa del pueblo ha surgido de forma espontánea. Manifestaciones, furor popular que se enfrentan, ya sin miedo porque la desesperación los ahoga, a las Turbas paramilitares y a una policía que tira a dar. Más de doscientos muertos, detenidos a cientos, heridos a millares, son, hasta ahora el balance de la crisis nicaragüense. Los antes defensores del sandinismo, como Carlos Mejía Godoy y la jerarquía de la Iglesia Católica, se muestras muy críticos con el tandem Ortega/Murillo y sus fechorías para mantener el poder.Un Somoza redivivo se asienta en Managua.
Países como el nuestro, EEUU y toda la Unión Europea, que maltratan al gobierno de Maduro con saña, dejan tranquilo al sátrapa Ortega/Murillo que masacre al pueblo y lo hunda en la pobreza absoluta. Quizá el poderío del petróleo venezolano tenga mucho que ver con la diferencia, todas sabemos que es pieza de valor para la política internacional, cosa que no ocurre en Nicaragua ya que carece del oro líquido. Otra vez será el pueblo nica el que saque la furia para echar a los tiranos de su país. Lo llevan haciendo dos siglos. Quizá esta vez lo consigan y veamos una nueva entrada de héroes populares llegando a Managua.
María Toca
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