Leyendo con cierta perplejidad el artículo que El País https://smoda.elpais.com/moda/actualidad/inigo-errejon-politica-mas-madrid/ dedicaba a la vestimenta errejoniana no pude evitar hacerme una reflexión que les muestro por si encuentro alguna afinidad con mis lectoras…Creo que a poco de tocar poder, aunque sea de refilón o mínimamente intuido, se nos transforma la pituitaria hasta alejarnos de los olores cotidianos. Que es como decir de la vida misma. El olor a sudor que produce el trabajo físico, o el reconcentrado del transporte colectivo que acarrea cuerpos desolados por jornadas agotadoras. El olor de los mercados en hora punta, esos que rezuman vida, con pescados y carnes en vitriólica competición o el de las calles que se escarchan de polvo en verano y de lluvia en invierno amalgamado con humo de los coches.
No es que de pronto se me ocurra hacer apología de la falta de higiene. No se me confundan. Lo que quiero decir es que mal se puede legislar y decidir sobre normativas para el pueblo si se pierde contacto con la realidad. Una realidad sucia, a veces. Olemos demasiado bien con la vestimenta de Adolfo Dominguez, camisas de Carolina Herrera y la chaqueta Harrington: “verdad que es chula” dice el otrora revolucionario Errejón, tan endomingado y peripuesto que pasaría por un modelo no demasiado lustroso. Los perfumes de modernidad y el suave aroma de élite social obnubila el alma y ciega el entendimiento para otros menesteres que no sea favorecer a la clase a la que se pertenece. O se cree pertenecer.
En el nuevo gobierno de la Comunidad de Cantabria, una de las consejeras recién nombrada, chica inteligente, encantadora, preparada y cualificada para su cargo, estuvo el otro día en lid cultural de esas que dan lustre a provincianos permitiendo relacionarse entre los que mandan y los que halagan a los mandones. La consejera, como les digo, estaba rodeada de tal cúmulo de pelotas que se aprestan cual cuervos carroñeros al carro de los recién llegados al poder que mucho nos tememos tenga en breve el problema de percepción olfativa que le achaco a Errejón. A poco que siga en el cargo comenzará a pensar que el mundo huele a Chanel número 5, que la normalidad es ella y quienes le rodean, entonces cual globo aerostático, comenzará a elevarse de la realidad. Y es maja, pero con el cúmulo de estulticia y halago es inevitable la elevación.
Luego nos estamparemos con la cruda realidad de que las bases populares se nos marchan con los Salvinis, o Trumps de turno. Ellos sí que saben disimular su olor de poder y asumir el olor a lobo montuno o a metro de mediodía. De esa forma captan a incautos que se resienten del abandono por los que se deslumbraron con los cantos de sirena de la “gauche divine”.
Los poderosos son pocos, si quieren gobernar para ellos y a su favor, necesitan como agua de Mayo la aquiescencia del pueblo. Por eso están prestos a olerlos y a no perder pie acercándose con la dosis justa de campechanía que el pueblo tanto agradece.
Ha pasado con el feminismo. A fuerza de lucha enconada algunas se subieron al carro del buen olor y andan en jornadas de estudio, bien pagadas, eso sí, en ciudad con clima y veraneo cómodo, que no son tontas ellas, haciendo peinetas a trans y gentes de mal vivir. Tan elevadas en cátedras filosofales que se les olvida (si es que alguna vez lo supieron) el sabor de la sangre cuando un puño rompe un labio o parte la nariz un ultra esquivo por llevar la contraria a la naturaleza: dicen ellos…y ahora también ellas. Se les olvida el olor de la humillación por perder un trabajo por la opción sexual o la diferencia de salario entre dependientas de comercio o las penurias de una kelly o de una telefonista a destajo de horas.
Tan enfrascadas andan en definir los vericuetos del género que pierden la perspectiva (si es que alguna vez la tuvieron) de las temporeras de la fruta,https://www.lapajareramagazine.com/fresas-con-sangre-pobres-mujeres-extranjeras de las racializadas, las que llegan en patera con olor a violación libia. Perdieron la capacidad de oler el sufrimiento, absortas en encontrar el ombligo de sus filosofías y a que levitan cual seres etéreos sobre el mundo real.
Por eso digo que olemos demasiado bien y cuando eso ocurre llegan los lobos con la piel de oveja bien perfumada de obrerismo, patriotismo y encanallan a los que debimos proteger con nuestra presencia. Luego todo se hace culpar al pueblo inculto por no “entender” la altura de miras del/la protagonista de turno. Porque ya dice Errejón que hay que recuperar los símbolos de los fachosos, la bandera, el himno y tal. Lo que no dijo es que antes de recuperarlos había que mimetizarse. Y lo hacen, vaya que sí.
María Toca
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