Hay una viñeta de Mafalda que siempre me llamó mucho la atención.
En ella el padre discute fuertemente con la madre, la madre se enfada a su vez con Mafalda, Mafalda paga su enfado con Guille (su hermano pequeño) y Guille le habla a la pared con toda la ira que un bebé puede expresar, no teniendo obviamente nadie en la escala de poder por debajo a quien volcárselo.
Y así se perpetúa el que:
Quien ha sufrido opresión, si no toma conciencia interna de ella,
oprime más fácilmente a los demás.
Quien ha sufrido violencia, si no toma conciencia interna de ella,
violenta más fácilmente a los demás.
Quien ha sido agredido, si no toma conciencia interna de ella,
agrede más fácilmente a los demás.
Y tomar conciencia interna no es leer libros acerca de la violencia, teorías sobre la agresividad y estudios sociológicos acerca de la opresión.
Es conocer de nuestra propia crueldad, de nuestra furia y violencias internas y hacia dónde y hacia quién las dirigimos.
Especialmente si estamos muy heridas.
Y sí; esta vez hablo de nosotras.
Y de quien habiendo sufrido violencia, abuso continuado y todas las fobias posibles, aplica de la misma medicina agria en cuanto goza de alguna parcela de poder, por mínima que sea, contra otra, otro, otre más vulnerabilizado aún.
María Sabroso
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