A SEMBRAR CON IÑAKI AUZMENDI

Cuando Dori se marchó del pueblo en busca de la vida, apareció en Navarra. Y sucedió lo que estaba previsto: al día siguiente estaba más guapa. También ocurrió en sentido contrario: cada amanecer de Olite mirándose en los ojos de la muchacha, resultó mejor. Y con más prisa por verla. No pasó mucho tiempo desde aquel primer viaje cuando volvió a la pérgola, al jardín y al huerto donde por las tardes de verano maja paliques con las vecinas que se quedaron y con un viejo poeta que acude de vez en cuando a ver qué hay en la paz solariega si Dori ha acabado de pasear a la perra.
No muy lejos de donde la emigrante de la Meseta refundó su vida, sonó a gloria la voz de un poeta cantor. Desde Etxarri Aranatz, Iñaki Auzmendi ofreció al mundo una interpretación de los sueños navegando en su lomo de plata mientras nace la luz. Argia jaio da, zilarrezko bizkarrean nabigatzen du, proclama para que le entiendan muy rico los viejos y jóvenes hijos de la tierra del padre, que es la de todos. Iñaki Auzmendi amanece con ese volverás a besar el agua, berriro emango diozu musu urari, que envuelto en su voz de vigoroso tañido, y del violín de Ana Turcan y de la guitarra eléctrica de Juanmi Arzelus ponen de pie a las tardes plagaditas de emoción.
Oyendo a Iñaki Auzmendi en la declinación madrileña con la reciente ensoñación de la pérgola salmantina, se me viene a la cabeza aquel primer bardo vasco, José María Iparaguirre, versolari de aúpa y padre de todos los cantautores. Pero mientras Iparaguirre (cuánto le adoraba Patxi Andion, el amigo que nos robó la carretera) huía de la guerra por amor a sus paisanos, Iñaki Auzmendi tiene un compromiso universal con la paz activa y canta a las cosas en las que ha puesto su fe.
Iñaki Auzmendi aparece con este » A sembrar» para abrir una ventana más después de años en los que fructificaron «Raices de piedra y esperanza«, « Momentos», y otras proclamaciones desde que a los 14 años compuso su primera canción. Y aunque él no lo sepa, para desmentir a Paco Ibáñez cuando dice que la canción de autor casi no existe ya.
Puede que se esté banalizando el amor, pero el cantor de Etxarri Aranatz navega también otros mares tan revolucionarios como ese sentimiento de dulces pandemias. Porque Iñaki Auzmendi no entiende la música sino es como reflejo en su aljibe almático de una sociedad que nos empuja al vuelo o al suicidio.
Este Iñaki Auzmendi bilingüe nos enriquece los oídos y nos provoca incursiones en amplitudes culturales desde una seducción omnívora que solamente está al alcance de los elegidos.
A estas horas en que están todos los gorriones dormidos voy a escuchar otra vez su siembra en la ternura de un trueno nocturno y mensajero.
Algún día se parará el mundo quizás para que Iñaki Auzmendi hable, cante o se apalabre bajo la pérgola de un pueblo chico que ama los silencios un poco menos que la juglaría.
Valentín Martín
Sobre Valentin Martín 61 artículos
Valentín Martín estudió Magisterio y Humanidades en Salamanca y Periodismo en Madrid. Ejerció la enseñanza dos años y el resto vivió de escribir. Ha escrito 25 libros. El número 26 es un poemario llamado Santa Inés para volver (Versos de la memoria), que recoge la historia de sensibilidades de su pueblo. Periodista, escritor y poeta, ha publicado en la última década libros de relatos como La vida recobrada o Avispas y cromosomas; el ensayo Los motivos de Ultraversal y los poemarios Para olvidar los olvidos, Poemario inútil, Los desvanes favoritos, Memoria del hermano amor, Estoy robando aire al viento, Suicidios para Andrea y Mixtura de Andrea. A caballo entre los años 60 y 70, escribió dos poemarios y dos ensayos: Veinte poetas palestinos y El periodismo de Azorín durante la Segunda República, inicio de un largo trabajo dedicado a la literatura. En Lastura ha publicado en diciembre de 2017 el libro de crónicas y relatos Vermut y leche de teta.

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