I
Que hacer contigo
para que el resplandor del fuego se suavice.
Unir la sombra lisa a las tres dimensiones de la llama
elogiarla en silencio para que suene el árbol y la tierra
y se distancie la temperatura del hambre
en las pausas que toma el rostro para querer ser frío.
Lo incierto de la penumbra nunca decepciona,
tapa con sobria luz de candelabro, luminaria antigua
lo que no será dicho.
Sé de su flor de enredadera en el miedo del viaje.
Quiero hacerla venir antes, a las ocho de la tarde
una tarde de setiembre en las llanuras
ver con algo de luz aún tu desnudo acercarse.
Tenerte antes de que me deje llevar con todo por delante
sin merecer la pena, ni tener sentido.
II
Basta el cuerpo para dar a la vida su utopía
que esté ahí para el temblor ahora.
Un cuerpo de animal que baje de su escondite
a recoger cerezas.
Un cuerpo de cormorán que aún en noche cerrada anuncie
crujientes mareas y vientos quebrados sin doma.
Un cuerpo de río que suba a los árboles y destile
el sonido del agua sin llevarla.
Un cuerpo, única certeza del mundo, bella sombra,
donde el sol en la íntima hora de la tarde en el mar
nos deje su llamarada como testigo para correr hacia la noche
solos.
Pero ahora estás aquí conmigo y sumamos dos cuerpos,
nos reímos al borde de este mar que oscurece
y seguimos después del sol,como campanillas
acompasadas en la torre de los Clérigos.
Ahora los labios en los lugares del cobijo.
Miramos al cielo y alzamos el pico de ave
que descansa de beber y vuelve al cuenco.
La última campanada es de torre con palomas
suena por los dos y en poca luz regresa a la quietud del centro.
Dejamos ahora una oración escrita por los cuerpos fuera de las murallas
fuera de los pueblos.
Les concedemos la explicación de la piel, los miradores, las puertas antiguas
el pozo de los deseos.
III
A cualquier hora, sin altar ni velas
una cueva abierta al merodeo
cuerpo de mujer para machos
que han de probar el lecho de cualquier manera
antes de cubrir de yerba el suelo
sin recogerse antes y después con un temblor
agradecido.
Una cueva en territorio fortuito
como un laberinto cercano
que llama a la oración del cuerpo celebrado
donde esos hombres acuden una y otra vez
sin comprender nada.
Dori Campos.
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