Desperdicio alimentario

Resuenan en la cabeza las palabras de madres y abuelas: “acaba lo que hay en el plato porque miles de niños mueren de hambre en el mundo y la comida no se tira” Todas hemos escuchado con desgana las viejas palabras y va a resultar que tenían razón.

Vamos a contarles lo que supone para la sociedad, el mundo y el medio ambiente, el despilfarro alimentario y las terribles consecuencias que conlleva. La FAO, según estudios muy conservadores, considera que se descarta un tercio de los alimentos que se producen. Traducido a cifras supone que, por ejemplo, la UE desperdicia 89,8 millones de toneladas de alimentos de producción primaria (tres veces más que en los hogares lo que supone 32,5 millones de toneladas). Si escuchamos a la más estricta organización No Time to West, las cifras se elevan hasta 153,5 millones toneladas al año, además de producir de forma inútil un 6% de emisiones de gases de efecto invernadero y un 20% de alimentos desperdiciados al año. Solo en la Unión Europea.

Nos deja en total perplejidad que dos mil millones de personas en el mundo  sufran carencias alimentarias graves -con muertes de hambre o problemas severos para la salud presente y futura- mientras la sobrealimentada y enferma sociedad occidental malgaste millones de alimentos que los descarta sin rubor ninguno.

La sobrealimentación occidental produce enfermedades , como las cardiovasculares, diversos tipos de canceres y otras no tan notorias, pero no menos graves derivadas del sobrepeso o de efectos colaterales de una mala alimentación. El gasto sanitario que estas enfermedades producen es alto, dejo unos cuantos datos para ofrecer la magnitud del problema:

Diversos estudios han intentado cuantificar este gasto como la investigación de 2019 estimando  que los factores dietéticos impulsan más de 50 mil millones de dólares anuales en costos de atención médica en los Estados Unidos, solo en relación con enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2 y accidentes cerebrovasculares. Alemania en 2008, cifró los costos directos de atención médica atribuibles a un consumo desequilibrado de grasas, sal y azúcar en 16.8 mil millones de euros, lo que representaba el 7% del gasto sanitario total del país. Un análisis más reciente de 2024 en el Reino Unido sugiere que los costos de un sistema alimentario poco saludable ascienden a 268 mil millones de libras esterlinas al año, casi equivalentes al gasto sanitario anual total del Reino Unido.

A nivel mundial, se estima que los costos ocultos de los sistemas agroalimentarios relacionados con patrones dietéticos no saludables alcanzan los 8.1 billones de dólares anuales, principalmente debido a enfermedades no transmisibles como las cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares y la diabetes

En los últimos años observamos con cierta preocupación que se defiende, con toda razón, una postura de aceptación del sobrepeso, sin discriminar de ningún modo a quien lo padece, pero no podemos obviar que en algunos casos se olvida la fuente de problemas sanitarios que se derivan de dicho problema. No es que las personas con sobrepeso deban ser miradas de forma despectiva y  por supuesto su salud las afecta a ellas de forma personal, pero no podemos obviar las consecuencias sociales que dicho problema conlleva. Como el tabaquismo, la drogodependencia o cualquiera de los problemas que se derivan de malos hábitos de salud.

A little very dirty Nepales boy walks up to me and stand close before me. Just looking and holding his hand up. In total silence…

La contradicción está servida. El mundo occidental se encuentra sobrealimentado, que es como decir, mal alimentado, con productos de fabricación industrial, sin nutrientes básicos, con grasas trans, con diversos y disimulados tóxicos en su composición, mientras la gran parte de la población mundial muere de hambre. Esto unido a enorme cantidad de alimentos desechados, que apuntamos más arriba, conforman un complejo y absurdo problema que habría que subsanar con urgencia.

Tanto la mala alimentación como el despilfarro dependen una de la, ya que la sobreexplotación de países del tercer mundo, de poblaciones ingentes de personas que se dedican al sector primario del que Occidente, extrae los alimentos, malpaga o directamente esclaviza a las personas que habitan países menos avanzados. Los gases de efecto invernadero que se derivan de dicha sobrexplotación,  del despilfarro y de la producción de alimentos para el primer mundo, son padecidos por el tercero que carece de lo más básico para la supervivencia.

Tenemos en mente lo de “republica banana que definía y define a países productores de alimentos que los poderosos (USA y UE, en exclusiva) manipulan y derrocan gobiernos para imponer títeres que tiranizan a los habitantes con el fin de que cosechen y produzcan alimentos de forma esclava que son manufacturados en los países del primer mundo para luego revenderlos a precios abusivos que los productores no pueden pagar, y de esa forma la hambruna se ceba con los países productores. Cuanto podrían contar el continente africano y el sudamericano de estas prácticas sangrantes que han producido muertes, descarrilamientos políticos infames además de endeudamientos millonarios. Comemos barato en el primer mundo gracias a la sangre del tercero y luego nos espantan las migraciones de gente a la que hemos arrebatado su riqueza y su dignidad. Esa verdad debiera grabarse en la mente de toda persona occidental, fuera de la ideología que fuera.

Comprobamos que se siguen produciendo guerras por la producción de productos alimentarios, o derivados. Nadie niega que la enorme potencia en producción de cereal de Ucrania es una (hay más, el gas o minerales raros, también) de las causas de la invasión y posterior guerra que impuso el tirano Putin. Eso no es óbice para que la UE desperdicie la mitad de las exportaciones de trigo que proceden de Ucrania y la cuarta parte de otros países. ¿No es un comportamiento errático de locos?

Les adjunto las palabras de Frank Mechielsen, Director Ejecutivo de Feedback EU, que  dijo:

«En un momento de altos precios de los alimentos y una crisis del costo de vida, es un escándalo que la UE esté potencialmente tirando más alimentos de los que está importando. La UE tiene ahora una gran oportunidad de establecer objetivos jurídicamente vinculantes para reducir a la mitad su desperdicio de alimentos de la granja a la mesa para 2030 a fin de hacer frente al cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria. Establecer metas inferiores al 50% sería planear no cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3. Es fundamental que los objetivos incluyan el desperdicio en las granjas y en las empresas de procesamiento y servicios de alimentos: si la UE limita los objetivos a cubrir solo el desperdicio de alimentos al por menor y al consumidor, nuestro informe encuentra que se excluiría entre el 48 y el 76% del desperdicio total de alimentos de la UE, lo que dejaría a la mayoría de las empresas que causan desperdicio de alimentos en las cadenas de suministro sin rendir cuentas por la reducción del desperdicio de alimentos «.

 

En la reunión del G20 en Río de Janeiro se realizó un Informe sobre el Estado de Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo, en donde se constató que aumentaba de forma constante el hambre en el mundo a la vez que el gasto en armamento se estaba disparando. También reprochaban que, produciéndose los suficientes alimentos para cubrir las necesidades mundiales, se despilfarraran o tiraran un tercio, que según afirma la FAO supone más de mil millones de dólares…Como apuntábamos al principio, la propia FAO considera que un tercio de la comida producida en el mundo se descarta…¡Un tercio!

Analicemos lo que supone para la sociedad y el medio ambiente la sobreexplotación de la tierra a nivel alimentario.

Ante todo, el problema social que hemos explicado antes, supone la esclavitud de millones de personas que trabajan sin descanso para que se alimente Occidente. Esta producción exige   la explotación de pequeños productores, migrantes, mujeres y en general de personas precarizadas previamente. El gasto sanitario derivado de una alimentación tóxica, también explicado, que supone cargas impositivas para el común de las personas. El cambio climático y despoblación se añaden a los problemas citados,  para llegar a la última consecuencia de todo ello que es el hambre en las tres cuartas partes de la población.

La locura que supone el transporte de alimentos desde lejanos países para hacer llegar a nuestra mesa condumios exóticos, fuera de temporada o simplemente rarezas para nuestro paladar, supone que diariamente el transporte aéreo y marítimo debe circular sin descanso consumiendo energías fósiles, contaminando y provocando la carbonización de la atmosfera. La vieja máxima de alimentarnos con productos de proximidad, producidos de forma segura y lógica, además del deber de preocuparnos de las condiciones de vida y sociales de quienes producen o manufacturan lo que llega a la mesa, debiera ser axioma. La terrible realidad de la explotación humana que tenemos cerca de nuestros ojos, de miles de personas que laboran de forma extenuante, en invernaderos para que llegue a nuestros mercados la fruta barata es un escándalo que en nuestras páginas hemos reseñado hace tiempo. Por otro lado, a nivel nutricional, es absurdo consumir fuera de tiempo los alimentos, o de tierras agotadas por sobreexplotación, porque los nutrientes se han visto rebajados notablemente.

El despropósito del despilfarro alimentario, así como las nuevas formas que tienen los mercados económicos de entender la alimentación, más como una industria de elaborados que como fuente de nutrientes y placer de comer, nos están llevando a un desastre ecológico y de salud en el mundo occidental, así como a la mortífera plaga del hambre en los países menos desarrollados.

Como forma de paliar las consecuencias del despilfarro, se ofrecen soluciones que debemos exigir a los estados, tales como: optimización cadena de suministros, tecnología para predecir demanda, mejora logística que debe realizarse en coherencia con la conservación y el punto final del alimento, etiquetado sencillo que clarifique de forma clara todos los ingredientes y aditivos del alimento. Es importante realizar una regulación legal para reducir el desperdicio alimentario, así como innovar en la prevención del mismo. Por último, incentivar las donaciones de excedentes alimentarios.

No menos importante es reajustar el comportamiento personal de forma que ayudemos a solucionar este grave problema con unos mínimos esfuerzos como son  planificar de forma consciente el orden alimentario, las compras , así como  realizar un almacenaje adecuando, sin acumulación excesiva de alimentos que lleve a la caducidad o el deterioro de los mismos. Es importante que seamos imaginativas en el aprovechamiento de las sobras, con las que podemos confeccionar nuevos platos de forma atractiva en vez tirar lo sobrante y por último realizar un compostaje de lo que, inevitablemente, tenga que descartarse.

Es vital para la salud personal y del medio ambiente consumir productos de cercanía, frescos, poco o nada elaborados de forma industrial. En realidad, se trata de volver los ojos a la naturaleza y al sentido común para evitar catástrofes importantes.

María  Toca Cañedo©

Fuentes de desperdicio de alimentos:

https://www.despilfarroalimentario.org

 

Sobre Maria Toca 1773 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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