
En realidad es lo mismo. O no, pero muy parecido. Sentir la emoción ante el agujereado muro de Vistalegre, que afloraran las lágrimas (contenidas, muy contenidas) ante el lugar donde arrojaron su cuerpo con el desprecio del criminal que quiere taponar la sangre que brota de un cuerpo casi infantil, pero con ideas necesarias, tan grandes que le llevó a luchar por algo perdido como el Frente Norte en agosto del 37. Vibrar cuando el hijo cierra el círculo de una investigación que nos llevó hasta el muro honorifico y dejar, pobre ofrenda, un ramo de flores diversas con los colores que representaron (y siguen representando) la lucha que los infames golpearon con idea de borrarlas, es lo mismo.
Cuando nos preguntan ¿por qué quieres saber? ¿no te parece que pasó mucho tiempo? Déjalo estar. A quien le importa…Nos repiten, cada vez menos porque el ceño acementado expulsa la idiotez de forma intuitiva, respondo que es lo mismo. Que siempre es lo mismo, que los genocidios se acercan bastante en ideario, y que por eso debemos horadar hasta el fondo en las viejas heridas, para sanarlas con la verdad, extrayendo la esencia del problema.
A mi tío no le asesinaron los cuatreros fascistas una madrugada -como a Matilde Zapata, a Cortezón, a los Grillos…a cientos de miles como ellos- porque había una guerra entre hermanos, por odios tribales “que en España hubo mucho de eso, se denunciaba por tonterías y tal” Que va.
Cierto es que nuestra gente fue asesinada en el siglo pasado. Lejano el tiempo, nos espetan quienes el dos de mayo de 1808 les parece digna celebración, o 1492 fecha reseñable como fiesta nacional porque, dicen los sabios, se descubrió un continente viejo y existente, por un italiano. Ochenta o noventa años es mucho tiempo, desprecian por antigua la herida que nos condicionó la vida a nosotras, la tercera generación, no digamos a la primera y a la segunda.
No los mataron por lo que contaron para disimular. Las zarandajas de guerra civil, guerra de hermanos, guerra fratricida…fue el celofán con que quisieron envolver el crimen que produjo la furia de los que detentaban privilegios de clase contra la civilización, la democracia, la libertad (la de verdad, no la de las cañas de los idiotes) Los mataron por lo mismo que hoy bombardean y masacran Gaza, o Ucrania, o Yemen…Les asesinaron porque no pueden convivir en armonía con la disidencia, con el pensamiento libre y elaborado labrado en la justicia, equidad, socialismo…No pueden con ello. No pueden con sociedades autogestionadas en donde el respeto se extienda hasta en lo que no entienden. No pueden con la perdida de privilegios, con la igualdad social, con el avance del pensamiento científico, abierto, expansivo, con el arte, con la cultura, con…la vida. Y asesinan con toda la crueldad posible, con el sadismo del que son capaces a los/as representantes de ese pensamiento, de los valores que representaba la república española, que sí, como negarlo, cometió errores (que sistema humano no los comete) pero era y sigue siendo un avance sobre el Medievo que se extendió durante una larga y dura postguerra, de la que aun convalecemos. Los tiraron a las fosas sin nombres, silenciando a los/as asesinados y su ideario. Creían, los ingenuos, que íbamos a olvidar, que íbamos a dejarlos envueltos en la nube de la historia. Falaces e imbéciles.
En 1938 mataron por lo mismo que matan hoy. Por odio envenenado que tiñe las almas de un bruñido barniz perverso que cree en la desigualdad, en que ellos y solo ellos tienen derecho divino sobre el resto. Asesinaron y llenaron las cunetas, las avenidas y pueblos con ríos de sangre porque eran y son incapaces de empatizar con otro ser humano optando por eliminarlo. Sea a ballonetazos, a tiros de gracia, a bombardeos indiscriminados o a machetazos. Su odio les mueve a matar, como nuestra empatía nos lleva a sufrir con cada niño roto en Gaza, con cada maestro destripado en España o con cada ser humano enterrado bajo las aguas mediterráneas cruzando en las pateras el espacio que separa el horror de la esperanza. Lloramos por los de ahora porque somos capaces de recordar a nuestra gente y dignificarla, recogiendo sus ideales para llevarlos al presente y preparando un futuro más justo y equitativo.
Es lo mismo. Son los mismos. Están igual de enfocados en el odio al diferente, al disidente, al que cree en la ciencia, ama la literatura, prescriben muerte a la libertad, al conflicto bien resuelto, a la disensión matizada por el respeto. Asesinan porque pueden. Siempre son los mismos y lo hacen igual. Con sadismo, con la virulencia que les impele, como Caines redivivos, que ocultan la quijada de burro con la que asestan el golpe mortal al hermano/a.
Por eso borraban los nombres y tuvimos que arañar los archivos para encontrarlos. En el presente, los devaneos internacionales de los enviados del genocida Netanyahu niegan la mayor. Todos son Hamás, nos dicen. Todos son antiespañoles, nos recriminaban entonces. Todos son negros/musulmanes/apócrifos que vienen a colonizarnos, a robar nuestra casa, a okuparnos, a violar mujeres, a fecundar jovencitas…Por eso los asesinamos y borramos su nombre. Eliminan su identidad e imponen la suya.
La bárbara. La que realizaba juicios sumarísimos con doce, trece, veinte presos dedicando diez minutos -como mucho- a cada uno. Son rebeldes, nos cuentan sus papeles. Merecen morir porque se sindicaron, mostraron ideario de izquierda, igualitario, querían salir del oprobio. Se revelaron. O son más oscuros de piel. Les robamos la tierra, ahora es nuestra y queremos borrar a los legítimos dueños. O creen en algo que no me gusta, o son de razas impuras y por eso los convirtieron en humo.
Siempre es lo mismo. Las personas que nos dedicamos a deshacer el nudo gordiano de la historia lo sabemos. Como sabemos por qué lo hacemos. No es mirando o regodeándonos en el pasado, es que sabemos a ciencia cierta que la historia es un largo camino hasta el presente, y que si deshacemos los nudos que ataron el odio a ese pasado terrible, si somos capaces de entender, sanar y reivindicar por qué los asesinaron, seremos capaces de educar a las bestias que a día de hoy siguen asesinando.
Foto del muro de Vistalegre, donde están marcados los disparos
Es difícil, lo sé. Es utópico, ando convencida. Lo que ocurre es que es imprescindible porque estamos cometiendo los mismos desmanes que al salir de la caverna y encontrarnos con el vecino que disputaba el mamut y si no apremiamos las enseñanzas de la historia, me temo que no quedan muchas generaciones que sobrevivan al horror que llevó a un jovencito como mi tío Tasio Cañedo una madrugada de mayo hasta el paredón de Vistalegre y luego a la fosa común.
Y no, no van a desaparecer porque viven en nosotras. Esa batalla, los genocidas, la tienen perdida.
María Toca Cañedo©
San Miguel de Arás, 29 de mayo 2025. 8,32.
Agradecimiento al gobierno vasco, y a Gogora, que ha dignificado a mi tío y al resto de combatientes cántabros.
Agradecimiento a Alfredo Irusta, que nos hizo de guía con el valor del compañerismo.
Agradecimiento a Carlos M. Toca, mi hijo y cómplice en las tareas de expurgar el pasado. Ojalá el futuro sea como le soñamos.
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