Junio de 2024. España celebra unas elecciones europeas tras unos años convulsos en los que EEUU nos ha empujado violentamente (Euromaidán, atentados Nord Stream) a romper las relaciones con Rusia-China, primero, y después a un enfrentamiento armado tan directo como imprevisible con Rusia.
Es decir, nos han abocado a la ruina económica y a un aumento de la dependencia de EEUU (potencia hegemónica en total decadencia). EEUU se vanagloria de haber generado la guerra en Ucrania (país que ha puesto decenas de miles de muertos a cambio de armas y más armas) para desgastar a Rusia, tras decir cosas como “si tengo que sacrificar a Europa, lo haré” (Biden).
Ahora, que EEUU ya no sabe de dónde sacar el dinero para afrontar la derrota en esa guerra, Europa es el corderito que va de cabeza al matadero con sus economías de guerra y sus países clamando por entrar en guerra cuanto antes.
En este contexto inédito (España entrando en un conflicto bélico de dimensiones incalculables) acude a votar para el parlamento europeo solo un 49% de ciudadanos. Ante un sindicalismo inexistente y una respuesta social en coma, vota menos de la mitad del censo. Una mayoría absoluta vota guerra. Y, de los que fueron a votar (a 35º en junio), la mitad ha votado al eje derecha-ultraderecha que niega el cambio climático y aplaude el exterminio de los Derechos Humanos en la franja de Gaza. Entre ellos, casi un millón de votos ha ido para un agitador ultra, sin programa, que solo se presentaba para conseguir inmunidad por las causas judiciales que tiene abiertas (¡chúpate esa, Puigdemont!).
No sé si es que a nadie le importa que Europa entre en guerra con Rusia mientras EEUU, con los pies en la mesa y un puro en la boca, se sienta a contar por televisión los muertos que no son los suyos (como ha celebrado Biden recientemente). Quizá la lectura sea la de siempre: que al ciudadano cobarde, escondido tras una papeleta, únicamente le preocupa que se cierren las fronteras para que no venga un migrante y le quite su porción de miseria.
En este caso, viviremos la paradoja de que, en cuanto las corrientes oceánicas (AMOC) colapsen, como se está prediciendo que sucederá en los próximos años como efecto del calentamiento global, y una buena parte de Europa quede congelada y condenada a una nueva Edad de Hielo (si Rusia no nos ha llevado antes a la Edad de Piedra), ¿se quedarán ellos mismos encerrados en sus gloriosas fronteras fortificadas?
El capitalismo, basado en las guerras y en el crecimiento sin sentido, nutrido por la inconsciencia globlal, nos acabará matando de hambre, de bala o de frío. Por idiotas.
Igor del Barrio.
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