Esta noche no he dormido. La sombra de un criminal ha vagado por los corredores de mi cerebro con una sonrisa siniestra. Tenía el alma negra, los ojos de azabache, el corazón de hielo y las manos manchadas de sangre inocente. Había matado a dos niñas y había dejado a una mujer malherida para siempre. Partida en dos. La mujer tenía un pie en el reino de la muerte, desde donde la llamaban sus hijas y otro en el reino de la vida, donde el silencio y la oscuridad se habían apoderado de todo.
El criminal de mi pesadilla era un viejo conocido del mundo. Habitaba la tierra desde los tiempos del Génesis. Había matado a millones de mujeres y niños de las formas más crueles, física y psicológicamente. La gente de muchos países había endurecido las leyes contra él sin lograr neutralizarlo. En unos lugares lo encerraban de por vida, en otros lo colgaban de una grúa o lo sentaban en sillas eléctricas o le aplicaban inyecciones letales o lo quemaban vivo o lo entregaban a la familia de sus víctimas, pero al día siguiente o ese mismo día incluso, resucitaba y volvía a maltratar y a asesinar como si nada hubiera ocurrido.
Caminando impunemente por el mundo, como esta noche por los entresijos de mi cerebro, con su alma de hielo, sus venas de piedra y su cerebro de monstruo antediluviano, se mostraba seguro y poderoso tras su crimen. Se acercaba a mi oído y me mostraba el rostro de sus dos hijas. Reían confiadas al lado de su padre, al que adoraban. La madre, a lo lejos, forzaba una sonrisa triste, vencida de humillaciones y maltratos antiguos y punzantes. El criminal la miraba como a una propiedad devaluada tras sus ojos de azabache. Había un brillo de victoria en esa negrura insondable.
En la trastienda de mi pesadilla, un coro de fanáticos o de cobardes o de cerriles clamaba por el endurecimiento del Código Penal mientras negaba la existencia del maltrato machista. El asesino reía a carcajadas mostrando unos colmillos sucios y retorcidos mientras planeaba su próximo crimen. No le temía al castigo y se sabía impune y a salvo en la conciencia colectiva de gran parte de la sociedad.
José Antonio Illanes.
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