No le conocí, pero conozco a quienes le apreciaron. No le conocía pero a fuerza de ver sus imágenes y escuchar sus frases, ha crecido la admiración por un hombre sencillo que estuvo a la altura de las circunstancias que le tocaron vivir. Una familia marcada por la tragedia que asoló España en el siglo XX. Una historia que nos asola de cuando en cuando, de forma circular sin dejarnos avanzar.
El viernes se rendía homenaje a Manuel de Cos, en La Moraduca. Fui a empaparme de historia y de historias de gente que partiendo de unos ideales, de unos mínimos culturales, llegaron lejos en su idealismo y en su compromiso social. Tiempos tan duros los que le tocó vivir a Manolo y a su familia, con un hermano (Jesús de Cos) en la gloriosa guerrilla, integrante de la Brigada Machado. A una se le hace pedernal la cabeza pensando cómo pudieron sobrellevar el duro peso de un destino tortuoso, sobrevivir y seguir con fe en la humanidad. Pasta de héroes la de esta gente, no hay duda. De que madera estaban hechos esas personas que no salen en los libros de historia para soportar una vida tan espesa y llegar a los noventa y siete años con la sonrisa y la mente lúcida y luchadora.
Manolo de Cos, perteneció a una familia singular. Un padre que luchó en la Guerra Civil española, la pierde y sale a Europa para intentar ganar a los que argollaban España, con el sueño de volver con la victoria y poder echar a los carceleros de su patria. En 1941 cae preso en Dunquerque y le confinan en Mathaussen, donde muere en los hornos de Gussen. Manolo ha luchado también en la guerra española, es detenido bajo acusación de haber quemado unas figuras de la iglesia del pueblo, cosa que es incierta, incluso, él y su padre, las rescataron y escondieron para que no fueran destruidas. Sale de prisión cuando se demuestra su inocencia, para volver a su Rábago natal, donde unos falangistas le reconocen y le vuelven a apresar…sin más motivo que ser de izquierdas. Pasa tiempo en la cárcel , hasta que fue conducido en un tren de ganado con otros presidiarios por la península, vagando su miseria sin bajarse del vagón, hasta llegar a Cádiz, donde el capitán que los conduce, tiene que echarlos al mar por la peste que desprenden los cuerpos calcinados de mierda y miedo. Desterrado en Canarias construye carreteras, penando y con dolor. Mientras, Manolo, tiene una obsesión: dejar constancia de lo que ven sus ojos. Mostrar al futuro las miserias de esta España dolorida y yacente que dicen: Una Grande y Libre. Manolo toma una cámara de fotos que alguien del pueblo canario pone en sus manos y dispara. Dispara sin parar para dejar muestra al futuro de esa gente doliente, de esos caminos hollados por el silencio, la venganza y la muerte .
Cuando es liberado, se gana la vida vendiendo bisutería de pueblo en pueblo, lo cual le sirve para traer y llevar información sobre la guerrilla, panfletos izquierdistas, libros prohibidos. Y sigue con sus ojos puestos en la vida para dejar constancia. Foto a foto.
Se instala en Madrid pero sin dejar Cantabria a la que vuelve cada poco cuando el ansia de verde se le hace fuerte . Sus amados paisajes que le convierten en un abanderado del ecologismo cuando ni existía el concepto. Lucha contra la deforestación asesina que tala árboles centenarios en aras de un desarrollismo económico prostituido. Descubre la cueva de Chufín…porque supo mirar a donde no lo hacía nadie. Cuenta su cuñada Marisol Gonzalez Lanza, que Manolo le refería a este suceso con ironía: «pensaban en el pueblo que esa cueva guardaba un tesoro, los del pueblo buscaban en el suelo. Yo entré y miré las paredes…ese era el tesoro que guardaba la cueva: sus paredes, sus pinturas». Hoy el Chufín es patrimonio de la Humanidad, gracias a que Manolo supo mirar hacia donde la mayoría no mira. Como siempre, su ojo revelaba realidades tangibles, exactas de un mundo irreal. Hizo posible conservar memoria de lo que se quería borrar. Él solo con su máquina de fotos.
Al cabo de los años, Manolo ha dejado un patrimonio de 60.000 fotografías. Ha sido testigo de dos guerras, una posguerra cruenta, una transición, el 15M, al que se entregó con el entusiasmo de un quinceañero, como todo buen revolucionario, de los de verdad, se entrega. El ecologismo, el naturismo, la verdad histórica, la lucha por los desfavorecidos, fueron su vida. Y su ojo, ese ojo que paraba el momento y retrataba la historia. Nunca perdió el entusiasmo ni la fe en sus ideas. Comunista confeso, demócrata convencido, ecologista de forma innata, idealista, luchador en las calles, aborrecía oropeles y lisonjas a las que respondía con las malas pulgas de su fuerte carácter. Murió a los 97 años lleno de vida. Deja un patrimonio para la historia que no olvidaremos.
Dedicado a Manuel de Cos y familia.
María Toca
Durante bastantes años tuve el privilegio de conocer y tratar a Manolo de Cos, singular y entrañable compañero en el CAUM , querido por todos. Gracias a otro buen amigo que nios recordaba que el día de ayer Manolo habría cumplido 100 años, he conocido esta emotiva semblanza. Aunque sea tarde, ahí va mi tan modesto como sincero reconocimiento. María, muchas gracias.
Gracias en nombre de tantos como apreciamos la obra y la vida de Manolo.