Me miro en el espejo
y pregunto:
¿para qué habré llegado
hasta aquí, con la ira de los días despeñada
a empujones de viento y tempestades viejas?
Contemplo la figura
hirsuta de mi cara
que a ratos, parece lacia,
otros, se vuelve entusiasmada
y me pienso:
¿habrá algún motivo?
Luego, en el descanso, veo,
con el aire calmado de la noche,
que apenas se hacer escasas cosas,
que sirvo para poco.
Tan solo, quizá, sea el desglose
de cierta fantasía que me adorna,
de cruzar palabras con alguna suerte
y poco más contiene
el vaso esperanzado de mi mente.
Con todo y con eso, doy las gracias,
a la suerte, o a quien sea,
porque enhebrar versos,
contar cuentos,
herir con estilete a la muerte
con palabras, con cierto tino,
es harto privilegio
y buen destino.
Santander-1-1-2016. 20,09
Deja un comentario